Topes de Collantes, donde la naturaleza nos desborda (+ FOTOS)
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Fotos: Elizabeth López Corzo/Cubasí
Si usted está en un momento de su vida en que necesita olvidarse de todo, si quiere descansar del bullicio de la ciudad y si —claro— ama la naturaleza, entonces tiene que ir a Topes de Collantes, un lugar encantador en el centro de Cuba.
Las vistas del litoral del sur de la isla que contemplamos por la carretera hacia Topes y la vegetación al lado opuesto del mar son solo un anuncio de lo que vamos a encontrar allí, donde la naturaleza reina. Los árboles parece que crecen por sí solos, son los más altos que he visto fuera de las páginas de los libros o las fotos en Internet. Realmente son enormes, uno luce insignificante al lado de tanta exuberancia.
Y precisamente esos gigantes verdes son la bendición de Topes, son nuestro sombrero durante el día. Gracias a la vegetación y a la altura de la ciudad sobre el nivel del mar, el clima es súper agradable, incluso durante el verano.
Eso sí, cuídense de que los agarre un aguacero en medio del monte porque, no quiero asustarlos, pero los rayos y los truenos en Topes son los más impresionantes de toda Cuba, creo yo.
A mí me atrapó un torrencial regresando del Caburní a la ciudad y, si bien la lluvia me refrescó lo suficiente para terminar el viaje —que es bastante agotador—, me invadió la preocupación por estar rodeada de árboles tan altos. Luego me explicaron que el peligro radica en lugares llanos, donde hay pocos puntos elevados, y que justamente la numerosidad de pinos y otras especies en Topes hace menos probable que «me parta un rayo», como decimos los cubanos. Pero yo, por si acaso, la próxima vez chequeo el estado del tiempo en la localidad.
Esta es una región eminentemente montañosa, ubicada dentro del macizo de Guamuhaya. En la ciudad, para ir a cualquier lugar por más cerca que parezca, hay que subir y bajar al menos un par de lomas, literalmente. No exagero. La verdad es que ir allí es hacer ejercicio cardiovascular del bueno. Así que imagino que los topeños tengan una salud de hierro.
Al principio me sorprendí al ver tanta gente: ancianos, niños, mujeres embarazadas, moviéndose tan fácilmente de un lado para otro, sin quejarse, sin siquiera molestarse en «pedir botella». Luego comprendí que están habituados, pues casi todos los habitantes del lugar nacieron y se criaron ahí.
En Topes el tiempo transcurre rápido o lento, según lo que cada cual se proponga durante la visita. En mi opinión, hay tantas cosas por hacer que uno se queda con ganas de permanecer más días. Por otro lado, Topes es un sitio tranquilo, uno puede reposar, tomarse un cafecito en la Plaza de las Memorias y ver cómo allí han sabido conservar y mantener vivas las tradiciones. En las noches se puede caminar o leer, y para quienes gusten de la diversión y las salidas con amigos, hay una sala de juegos con bolera y mesa de billar a precios muy asequibles para todos los cubanos.
A los que gustan de aventuras, les aconsejo acampar. Es lo ideal. Yo, que ya he dormido a la intemperie en varios lugares de Cuba, les aseguro que entre las mejores experiencias de mi vida está la de cerrar los ojos viendo las estrellas —sin edificios delante ni ningún otro obstáculo— y despertar cerca de la yerba fresca con la luz suave de la mañana.
Lo mejor de Topes de Collantes son sus cascadas y ríos de agua helada. Agua fría de verdad. Me atrevería a decir que El Nicho tiene el agua más fría de Cuba, y ya yo me he bañado en varias cuevas y cascadas. Pero no hay que temerle, solo hay que lanzarse de una vez y ya está. Esa es una anécdota más para contar.
La belleza de cada uno de los senderos de Topes de Collantes es incalculable. No por casualidad este parque natural protegido es escogido para realizar eventos internacionales de naturaleza, como el concurso de fotografía que tuvo lugar allí en septiembre.
A mí El Caburní me pareció hermoso, pero cuando estuve en El Nicho o cuando llegué a Vegas Grandes, sí que me quedé pasmada. Lo que me habían contado los amigos que ya los conocían o lo que aparece en cualquier álbum de fotos es nada al lado de lo que nuestros ojos pueden comprobar in situ. Son paisajes increíbles que nos dejan con la boca abierta, que nos hacen decir «Guao, dónde cabe tanta belleza».
Felizmente para nosotros, esa beldad nos pertenece a los cubanos, nos oxigena, nos hace sentir orgullosos del suelo que pisamos y que merece ser cuidado.
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