Marianela Boán: Es hora de regresar con mi trabajo a Cuba

Marianela Boán: Es hora de regresar con mi trabajo a Cuba
Fecha de publicación: 
12 Octubre 2011
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Entre los coreógrafos que sobresalen en la historia de la danza cubana, el nombre de Marianela Boán tiene, sin lugar a dudas, un punto cimero y de respeto. Graduada de la Escuela Nacional de Danza, esta bailarina formó parte de Danza Contemporánea de Cuba, y pronto se convirtió en una creadora inquieta, que sumó títulos primordiales para esta formación como Teoría de Conjunto (1985), pieza que mostraba al individuo marginado socialmente, y El cruce sobre el Niágara (1987), un ballet basado en la obra homónima del peruano Alonso Alegría, que marcó un profundo cambio en esta creadora y se convirtió en un clásico de la danza cubana.

Con su obra, Marianela Boán propició un profundo cambio en el panorama teatral cubano de finales de los 80. En 1988, se desprende de Danza Contemporánea de Cuba y forma su grupo DanzAbierta, un laboratorio que sirvió para sus experimentos escénicos. De allí salieron piezas claves como Sin permiso, Locomoción, Antígona, y Retorna, en una etapa inicial; y El pez de la torre nada en el asfalto (1996), El árbol y el camino (1998) y Chorus Perpetuus (2001), en su período final. Estos espectáculos movilizaron al público y pusieron en alerta a la crítica, que siguió aquellos procesos de creación.

Hace unos diez años, Marianela cambió el rumbo de su vida y decidió estudiar. Hoy vuelve a Cuba, al Taller Internacional para Coreógrafos Emergentes “Danza en Construcción” 2011, que tuvo lugar en el Centro de Promoción de las Artes Escénicas de Granma y el Teatro Manzanillo, con el auspicio del Consejo Nacional de las Artes Escénicas de Cuba, y el apoyo del Instituto Francés y la Fundación Brownstone.

A “Danza en Construcción”, Marianela llegó desde Santo Domingo, ciudad donde radica actualmente, acompañada por cuatro bailarines dominicanos, para impartir el taller La Estructura Traicionada, una interesante exploración que es su primera experiencia de trabajo en Cuba después de algunos años de ausencia. Sobre esta práctica y lo que ha sucedido con su carrera profesional, estuvimos conversando durante las extensas jornadas, en Manzanillo.


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- ¿Qué ha pasado con Marianela Boán en estos diez años de distancia?

La verdad es que a mis 50 años necesitaba parar. Decidí estudiar, aprender bien el idioma inglés para poder acceder a una información mayor. Eso fue sucediendo poco a poco, no fue una decisión arbitraria ni apresurada. Lo que marcó mi mayor permanencia fuera de Cuba, fue que me otorgaron una beca fabulosa en el Master of Fine Arts (MFA) de la Temple University, en Filadelfia, Estados Unidos. Así surgió Fluid, con esta obra trabajé por primera vez con gente de la ciudad, y es el antecedente de Falsos testimonios, una pieza donde los bailarines aparecen en cajas, y donde introduzco la cámara de video como un personaje que comienza a espiar en el escenario.

Me ocupé de la temática de la falta de privacidad, y de cómo el hombre tiene que luchar por sobrevivir al objeto, y de ser manipulado por el objeto. En vedad, somos un número en la red donde siempre estamos chequeados. Investigué también sobre la imagen de la guerra de Irak, cuando comenzaron a llegar los sarcófagos con los soldados muertos, y la prensa estadounidense no decía ni una palabra del tema. Fueron asuntos que me marcaron y que reflejé, porque siempre soy conceptual y épica. Cuando terminé el master tenía un grupo profesional, y de ahí nos fuimos directamente a Nueva York, y a otros escenarios y festivales.

Seguí investigando en mi propio estudio y creé Decadere, una obra que refleja el momento de la crisis brutal, que se desató en 2008, en los Estados Unidos. Trabajé con esa institución que se llamó BoanDanz Action, una compañía donde escogía bailarines para cada proyecto. La ciudad de Filadelfia siempre me apoyó, fui respetada, bien recibida, y la gente quería trabajar conmigo.

Otra obra que resultó de esta investigación fue Voyer. Es una pieza que tiene una casita plástica en medio del escenario, donde habita una pareja. Sitúo cuatro cámaras alrededor, que filman en vivo lo que está sucediendo en la escena. Yo tengo un switcher, y decido cuál cámara sale en la pantalla que está en el fondo del escenario. Antes que comience la función busco gente en el público, que quieran operar estas cámaras de forma voluntaria, y filman desde sus ángulos y dentro de la casita. Es decir, ves al mismo tiempo la obra y la subjetiva de alguien que está filmando. Desde el switcher voy guiándolo todo. Soy una especie de jefa de vigilancia y directora de cine también, porque le hago correcciones al espectador que está filmando, le sugiero cambios de ángulos, de imagen.

La obra Voyer es poner al público en el lugar de esas organizaciones de estado que espían, que vigilan los comportamientos de las sociedades. Toda la obra es con cosas plásticas, que es un reflejo de la vida doméstica estadounidense, o al menos mis impresiones de esa vida doméstica, donde todo es efímero. Fui marcando algunas pautas entre el aburrimiento del suburbio y la guerra en Irak. Es, además, el arco que se tiende entre tratar de perfeccionar tu cuerpo, lograr la belleza de tu cuerpo, y torturar o matar a otro, que era en definitiva lo que estaban haciendo los soldados estadounidenses en Irak.

Siempre hay un trabajo fuerte con el objeto, que se ha mantenido en mi obra. El objeto como algo que hilvana, aglutina, me deja poetizar, y el video también como tema de la obra. Todas son cosas comunes a mi obra. En Estados Unidos me centré mucho en la narrativa desde el cuerpo, el cuerpo más abstracto, las estructuras más explosivas, menos lineales.  Mis obras tienden a agruparse en el centro, y con estas piezas con las que experimenté durante los últimos diez años, intenté “reventar” el centro, y componer en tres ambientes.

Otra cosa es que no dejé de investigar nunca, porque obra que no investigo, no es mi obra. Para mí, una pieza es completa cuando puedes dedicarle tiempo a investigar, y puedes volver sobre la estructura y moverla.


- Me llama mucho la atención el tema de cómo has llegado a esta Marianela totalmente pedagoga.

Eso viene sobre todo del máster, donde más que aprender danza, aprendí a enseñar, comprendí la paciencia que lleva la pedagogía. Tuve la experiencia de una enseñanza nada impositiva, sino dejar que el alumno tenga participación. Eso no significa que le des todas las libertades, pero sí le dejas más abierto el prisma de toma de decisiones. Así aprendí a organizar mis talleres, y me he ido especializando en la dramaturgia de la danza, en las estructuras de los procesos creativos. Tuve que organizar mucho el material que tenía para enseñar, mis esquemas, mi manera de mostrarle conocimientos al otro, para poder hacerme entender en distintos niveles, en otro idioma. Aunque seguía creando, estaba enfocada en la enseñanza. De esa manera, la educación cobró un lugar importante en mi vida, y ha sido bueno, pues creo que estoy en una edad de devolver todo eso y de entregar ese conocimiento, y hacerlo de la manera más organizada. Me gusta mucho asesorar y curar espectáculos.


-Háblame de este taller que has impartido en Manzanillo para “Danza en Construcción”. ¿Por qué hablas de la estructura traicionada?

La palabra traición tiene un significado fuerte, y suena fuerte también. Pero cuando hablo de estructura traicionada, pienso en transformación. Tienes un elemento y le añades otro elemento que pueda transformar el anterior, que “traiciona” ese. En la estructura que propongo hay elementos que se van adicionando, otros van despareciendo, otros se fusionan. Para esta estructura también se trabaja con el azar. En el taller ofrezco instrumentos para el trabajo. Lo más importante para mí como creadora es poderles ofrecer una manera de trasmitir todo lo que quieran decir, y no caigan en el cliché, o en algo que está establecido. Ellos pueden trasmitir ideas y llegar a un nivel de narrativa, pero al mismo tiempo la estructura que utilizan los protege de caer en la obviedad, o de la claridad chata. Lo que estamos trabajamos es cómo encontrar un movimiento llave, o movimiento esencial, y de esa esencia empezar a crear estructuras que se van traicionando constantemente, y asociaciones que llevan a estas estructuras a otras dimensiones, como puede ser el texto, o el objeto.


-Y en tu danza contaminada, ¿cuánto queda de tu trabajo en Cuba?

Todo, porque es lo mismo, pero que se ha ido radicalizando, nombrando, desarrollando, por ejemplo, con el video y con la música en vivo. Es un sistema que se ha ido afilando, que cada vez lo hago de mejor forma. Las cosas se van estableciendo en la experiencia, pero de manera coherente. Hay cosas que se quedan pendientes por el camino, y luego puedes desarrollar en otros momentos con otras obras, y con otras investigaciones.

Nunca he puesto a un lado las cosas que creé en Cuba. Ahora, radico en República Dominicana. En Santo Domingo dirijo el Programa de Danza Contemporánea, adjunto al Ballet Nacional Dominicano. En junio pasado estrené un espectáculo bajo el título de Sed, y es una obra que se aproxima mucho a mi labor en Cuba. Sigo trabajando con el intérprete como persona, es decir, de dónde vienes, quién eres como ser humano. Tampoco he perdido lo del trabajo colectivo, todo el mundo aportando ideas, movimientos, sus experiencias personales.

Mis obras hechas en Cuba, tenían mucho que ver con la cultura y la realidad  del país. Tuve necesidad de poner un stop, porque me dio pánico en un momento, de ver que era la coreógrafa que siempre hablaba de los problemas cotidianos del cubano, de su realidad, y no quería caer en repeticiones, por eso este tiempo fuera del país, me ha servido de mucho para distanciarme y mirar desde otro ángulo.


-Ahora, regresas y te encuentras que DanzAbierta, la compañía que tú fundaste, todavía sigue trabajando. Ellos te han recibido con mucho respeto, y ponen tu crédito de coreógrafa fundadora en los programas de mano de sus funciones. ¿Existe la posibilidad de trabajar con DanzAbierta en futuro?

Claro que sí, me gustaría mucho, cuando tenga un tiempito volver y estar con la compañía, y dejar un espectáculo para su repertorio. Aunque sigo trabajando en República Dominicana, creo que ya es tiempo de volver con mi trabajo a Cuba.

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