Dándole candela al jarro

Dándole candela al jarro
Fecha de publicación: 
2 Noviembre 2012
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Las cada vez mayores sanciones de Occidente para doblegar a Irán hacen recordar aquella grotesca frase de un jefe militar de la dictadura batistiana como recomendación en el trato que debía dársele a los revolucionarios cubanos: ¡Hay que darle candela al jarro hasta que suelte el fondo! El triunfo de nuestra Revolución frente al ente asesorado por Washington hizo trizas tales palabras. A su vez, la actitud asumida por el gobierno de Teherán muestra la firmeza ante actos que ponen nuevamente ante el peligro de un hecho bélico de incalculables consecuencias.

Más sanciones económicas, negativa a acceso a bancos europeos, obstáculos a la venta de gas e impedimento del tráfico marítimo, así como el bloqueo de las comunicaciones iraníes con el denominado Viejo Continente para que no se sepa la verdad acerca de la confabulación en su contra, han sido parte de esta nueva represalia contra la decisión del país persa de mantener un programa nuclear que asegura tiene fines pacíficos y ha dado un impulso inmenso a su desarrollo.

El propio Occidente ha reconocido que no tiene pruebas de que Irán haya fabricado el arma nuclear, pero que tiene la certeza de que lo hará.

Lo paradójico del caso es la posición ambivalente de la Organización Internacional de Energía Atómica, que mantiene una actitud aquiescente y contemplativa ante las medidas ilegales tomadas por Estados Unidos y sus aliados, cuando no hace mucho el titular de la agencia ante la ONU, el japonés Yukiya Amano, había contradicho las acusaciones norteamericanas y europeas.

Toda esta situación ha encontrado el apoyo del principal “beneficiario”, Israel, poseedor de centenares de bombas atómicas, que vuelve a blandir la posible agresión contra las instalaciones nucleares iraníes.

En todo este embrollo la Casa Blanca trata de ganar tiempo, porque se está en tiempos de elecciones y, aunque el elector estadounidense reacciona principalmente según le dicta el estómago, es decir, tal como se encuentra la política económica interna, no convendría añadir a la campaña reeleccionista del presidente Barack Obama otro problema internacional de este talante.

Y es que  tal cuestión contra Irán está relacionada con la ayuda de esta nación a un aliado como Siria, al que se está tratando de destruir; y el apoyo al pueblo palestino, masacrado en la Franja de Gaza y expulsado de sus tierras en Cisjordania.                                                         

No es grato a Estados Unidos la cada vez mayor influencia iraní en una zona que pretende controlar por cualquier medio, e incluso, asiste alarmado a las buenas relaciones establecidas por su enemigo con gobiernos que se suponen muy afines a Washington, como Iraq y Afganistán; el buen manejo persa de las cuestiones que atañen al pueblo kurdo y los vínculos con Paquistán y la India.

Todo lo anterior elimina argumentos norteamericanos sobre el carácter hegemónico iraní y le cercena apoyo para cualquier contingencia de carácter militar.                                                              

Empero, EE.UU. persiste en esta política agresiva, a la que el movimiento revolucionario libanés Hizbollah, con fuertes lazos con Teherán, respondió, tal como hizo en marzo último, que una agresión contra Irán tendrá riesgos para toda la región, pues “la guerra amenaza con incendiar la zona con un fuego sin límite”.

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