OPINIÓN: Los parasueños se cumplen
especiales
Los paraatletas cubanos son seres de luz. Ríen, bromean, disfrutan cada reto deportivo. Han llegado a París a dar lo mejor de sí, a entregar sus mejores marcas, aunque no siempre alcancen el podio. Un atleta convencional de alto rendimiento puede creer que sus triunfos solo dependen de él y de su entrenador, puede imaginar que no le debe nada a la sociedad. No ocurre así con los paraatletas. Sus vidas fueron marcadas por un impedimento, y el deporte, más que un escenario de competencias, es un camino de autorrealización. El rescate de sus vidas por la sociedad en la que viven no es mayor, pero sí más visible.
En estos días nos han contagiado su alegría, en las grandes y pequeñas victorias. Noraivis de las Heras, medallista en bala y disco en anteriores Paraolimpìadas (2004 y 2016), llegó esta vez a París a punto de cumplir 60 años y se lleva un octavo lugar y el Diploma Olímpico, con su mejor marca del año. Ella no titubea: “Mantenerme entre las mejores durante tanto tiempo también es muestra de mi esfuerzo y el de mis entrenadores, con lo cuales estoy muy agradecida, como lo estoy con Fidel por esa hermosa obra que nos permitió triunfar en el deporte y en la vida”. Con una carrera muy corta, de apenas un año, Lidia Montes de Oca, trabajadora social del municipio santiaguero de Segundo Frente, y paraatleta de taekwondo, disfruta su quinto escaño. Aunque perdió, no se entregó fácil. El entrenador de su oponente admitió que tuvo que cambiar su estrategia ante la combatividad de la cubana, y su pupila, esforzarse al máximo. “Para mí estar aquí es ya una medalla”, declaró. En la natación (S6), Leonardo Pérez, campeón paralímpico de Río en los 100 metros y bronce en los 400, no pudo esta vez, y llegó séptimo. “Estas citas paralímpicas son una gran fiesta deportiva —dijo—, todos los que estamos en este movimiento soñamos con estar presentes, ya son mis cuartos, que serán los últimos en la natación”. Entonces sorprendió a sus entrevistadores: “Pienso irme para el Atletismo, en el área de los lanzamientos”.
Ocho días antes de su competencia Ulicer Aguilera sufrió la desgarradura de un músculo en su pierna izquierda. Los médicos y su voluntad hicieron posible que participara. Y se llevó la medalla de bronce en la jabalina, con su mejor lanzamiento de por vida. “No me importaban las consecuencias, si tenía que irme en silla de ruedas para La Habana lo haría, pero tenía que competir para ese pueblo que lo estaba esperando y siempre lo agradece”, declaró después. En pesas paralímpicas, Pablo Ramírez consiguió la plata, “estoy muy satisfecho con el trabajo que hemos realizado para que llegara este momento, fue mucho el dolor, las gotas de sudor, para tener este resultado”. Agradeció entonces a su entrenador, al pueblo cubano, y a Fidel “que dejó el legado del deporte en Cuba”. Solo menciono algunos nombres de aquellos que aunque no subieron a lo más alto del podio, pelearon duro con sus cuerpos, y con sus mentes, para conseguir la medalla más preciada, siempre de dos caras: el autorreconocimiento, que suele acompañarse del reconocimiento del pueblo.
Pero debo hablar también de los medallistas de oro. Yunier Fernández, por ejemplo, paratenista de mesa, que persistió una y otra vez y en sus terceros Juegos Paralímpicos conquistó la cima. “Dame mi bandera, coño”, exclamó cuando sintió en sus venas la victoria. “Esta medalla también es de Rieldis”, dijo en referencia a su entrenador, y añadió: “Pienso en la Revolución cubana que me ha permitido representar a mi país, y gracias a Fidel he cumplido un sueño”. Guillermo Varona había obtenido este año el título mundial en el lanzamiento de la jabalina (F46) y en estos, sus primeros Juegos Paralímpicos, superó al actual recordista de su especialidad, para llevarse la medalla de oro.
Robiel Yanquiel Sol Cervantes, en posesión del record mundial paralímpico de salto largo (T47), revalidó el título alcanzado en Tokio. A sus 21 años, sueña con más, no percibe límites; si nos los ve, no los hay. Quiere saltar sobre los ocho metros: “No lo veo como una barrera, sino como una marca que en cualquier momento se puede superar. (…) Las metas futuras son seguir cosechando éxitos, superarme cada día y tratar de llegar lo más lejos posible en cuanto a títulos y marcas”. Pero la humildad es parte de su grandeza, y sabe quién es, qué representa Omara Durand. Por eso declaró, con admiración: “Llevar la bandera junto a esta fenomenal atleta, es un gran orgullo, siempre soñé con esto”. De las seis medallas de oro que obtuvo Cuba, Omara aportó tres, para completar once de por vida. Una foto la define: la cabeza erguida, el rostro hermoso contraído por las lágrimas, la medalla en el pecho. “Las lágrimas de nosotros son de emoción, son de alegría, son de nostalgia, porque es lo que hemos hecho toda la vida, pero vamos a emprender otros caminos y seguro que la vida nos va a premiar igual”, dijo ella minutos después.
En febrero de 2018, incluí a Omara Durand en una encuesta para jóvenes destacados de diferentes profesiones que publicó la revista Cuba Socialista. Con 25 años ya era multicampeona, pero su carrera era tan joven como ella. Ahora que se retira del deporte activo, y es una leyenda, reproduzco fragmentos de aquella conversación:
¿Crees que tu generación está despolitizada?, ¿se ha desdibujado el concepto de enemigo en el imaginario político de la juventud?
Mi generación no está despolitizada, al menos no completamente. Creo que algunos estamos bien claros, seguros y preparados y lo demostramos cuando tenemos que dar alguna respuesta inmediata. Cada uno de nosotros, desde nuestras posiciones, defiende la Patria de la mejor forma.
Aunque se esté tratando políticamente de mejorar las relaciones con los Estados Unidos, los jóvenes también estamos claros de lo que ha significado ese país para Cuba a lo largo de la historia y de lo que aún hoy tenemos que hacer para subsistir, avanzar y seguir adelante a pesar de los atropellos del bloqueo impuesto durante tantos años, sin que les haya importado las consecuencias que trajo consigo ese cerco económico.
¿Cómo percibes la interrelación entre socialismo y patriotismo?
Pertenezco a una parte de la juventud que está bien ubicada en el momento histórico que vive. Patriotismo y socialismo no pueden separarse, están estrechamente relacionados. Estamos con el socialismo y amamos a nuestra patria socialista. Si sentimos lo que es el patriotismo, y lo abrazamos, entonces ya estamos haciendo socialismo.
¿Cómo ves a la llamada “generación histórica?, ¿Qué legado deja en ti la vida y la obra de hombres como el Che y Fidel?
A esa generación pertenecen grandes hombres como Fidel y el Che, que son ejemplos a seguir para todo el pueblo de Cuba, América Latina y el mundo. Desde mi posición como atleta paralímpica cubana siempre defenderé sus conquistas, sus ideales y sus principios, los que hago míos también, representando a mi país dignamente, diciéndole no al juego sucio, no al dopaje y no a cualquier lacra que quiera convencerme de no representar dignamente en algún momento el himno de Bayamo, la bandera de la estrella solitaria, el escudo de la palma real, al pueblo de Cuba. Además, me llena de orgullo honrar los ideales de estos dos hombres que hicieron posible que yo y todos los atletas paralímpicos cubanos tengamos la oportunidad de ser lo que somos sin ser mal mirados o criticados, ni discriminados por la sociedad.
Las preguntas trascendían el ámbito de lo deportivo, hurgaban en su condición de ciudadana, pero no eludió ninguna: sus respuestas fueron claras y contundentes, como su sonrisa de mujer plena. En una sociedad diferente —orgullosa de sus diferencias—, que tiene que vencer grandes obstáculos, nuestros atletas palímpicos también nos representan: ellos encarnan la resilencia, la voluntad de vencer, y la victoria.
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