Muertos en Ecuador: ¿9 000? ¡30 000!

Muertos en Ecuador: ¿9 000? ¡30 000!
Fecha de publicación: 
31 Agosto 2020
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Muertos en las calles en Ecuador

Quizás algunos recuerden las palabras del presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, cuando admitió que las cifras de fallecidos por la COVID-19 eran más altas de las que se habían publicado, y hasta hizo referencias –no podía negarlo- que centenares de cadáveres se hallaban en cualesquiera de las calles de las ciudades del departamento de Guayaquil.

Pero ello fue en los primeros momentos, hace poco más de seis meses, cuando se desconocía cómo tratar la pandemia, ignorancia que hizo fallecer a por lo menos 80 médicos.  Días atrás, la soberbia leninista había decretado el regreso de los galenos y enfermeros cubanos que atendían gratuitamente y sin distingo a la población ecuatoriana.

Cómo muchos conocen, la cifra oficial de estos días hizo ascender a unas 9 000 las víctimas mortales, pero ese número, según admiten fuentes médicas, es mucho más del doble, quizás del triple, porque ascienden a 30 000 los fallecimientos, algunos de los cuales debido a otras enfermedades.

De todas maneras, aún ecuatorianos mueren en las calles, la atención médica es mínima, los pobres no tienen con qué pagar la asistencia sanitaria y la ayuda oficial llega tarde, muy tarde, a todas partes.

Esto tiene sin cuidado al mandatario, que en su silla de invalidez se entretiene cantando rancheras y otras melodías con su buena voz, que se alza de vez en cuando para inquirir cómo se halla el “protocolo” –una palabra de moda, en la persecución para eliminar políticamente y meter en prisión al ex presidente Rafael Correa, a quien traicionó, así como a su anterior agrupación partidista y otros compañeros, como el ex vicepresidente Jorge Glas, quien se halla encarcelado.

La maldad oficial al abandonar medidas progresistas e implementar las de la derecha, la desarticulación de los programas sociales y el dar más privilegios a las poderosas clases que están entronizando el neoliberalismo han ayudado a que Ecuador se haya convertido en uno de los países latinoamericanos más afectados por la COVID-19.

La necesaria medida de aislamiento deja en nefastas condiciones a los más pobres y vulnerables, no ayuda a resolver el problema de las familias marginadas y no garantiza a los más necesitados los derechos a la salud y la alimentación, lo cual viola la Constitución aprobada durante el anterior gobierno de Rafael Correa.

Ésta señala que "la salud es un derecho que garantiza el Estado, cuya realización se vincula al ejercicio de otros derechos, entre ellos el derecho al agua, alimentación, nutrición, educación, cultura física, trabajo, seguridad social, ambientes sanos y otros que sustentan el buen vivir. El Estado garantizará este derecho mediante políticas económicas, sociales, culturales, educativas y ambientales; y el acceso permanente, oportuno y sin exclusión a programas, acciones y servicios de promoción y atención integral de salud, salud sexual y salud reproductiva. La prestación de los servicios de salud se regirá por los principios de equidad, universalidad, solidaridad, interculturalidad, calidad, eficiencia, eficacia, precaución y bioética, con enfoque de género y generacional".

Gracias a lo anterior se lograron grandes avances, aún incompletos, que han sido dejado a un lado por la actual gobernanza.

TRAICIONES 

Un caso de este tipo no se ha visto en el periodo democrático inaugurado hace más de cuatro décadas en Ecuador. Sin embargo, algo parecido sucedió con el ex presidente Lucio Gutiérrez, quien ganó las elecciones apoyado por la izquierda representada por Pachakútic y el Movimiento Popular Democrático y al cabo de unos pocos meses, se declaró el “mejor amigo de Estados Unidos” e impuso un programa neoliberal dictado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), apartando de su gabinete a los ministros progresistas, al tiempo que sus organismos de inteligencia elaboraban listas de opositores y reprimían a dirigentes sociales y periodistas.

Como veremos luego, el viraje a la derecha de Lenín supera con creces al del coronel Lucio, con una notable diferencia: a Gutiérrez poco se le puede reprochar, porque él es un militar de inteligencia muy bien entrenado por EE.UU. en las “artes” del engaño y la manipulación para obtener determinados objetivos. 

Moreno, en cambio, proviene de las filas de la izquierda, en su juventud militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y luego de que éste se dividió, se dedicó a actividades empresariales. Esta adscripción a la izquierda fue lo que le sirvió para ser propuesto como candidato a la Vicepresidencia de la República junto con Rafael Correa, cargo que ganó y ejerció del 2006 al 2013, y luego desempeñarse como Enviado Especial del Secretario de la ONU para las discapacidades en Ginebra, Suiza.

Ahora se conoce que, en su estancia en Ginebra, y en momentos en que ya era un hecho su designación como candidato a la Presidencia para el 2017, jugaba a dos bandas: por un lado, mantenía conversaciones con Rafael Correa - el principal responsable de su designación, ya que las encuestas le favorecían a Moreno y no al vicepresidente Jorge Glas- o con sus delegados y con ellos planificaba la campaña. Pero también se reunía con otros “asesores y amigos”, como Santiago Cuesta y empresarios de derecha, quienes le marcaron la ruta y ahora son los que están en el poder.

Moreno engañó a todos. El discurso del candidato no admitía dudas. Siempre hablaba a favor de la Revolución Ciudadana, a la que calificaba como “leyenda”, en tanto se deshacía en lisonjas a Rafael Correa. Jamás habló de corrupción, ni siquiera se conoce que haya hecho alguna crítica a la gestión del gobierno. Todo eso le sirvió para ganar las elecciones, porque una mayoría de ecuatorianos, antes que, por su persona, votó por un proceso, que debía continuar con las respectivas rectificaciones.
 

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