EE.UU.: Supremacismo blanco sin antídoto

EE.UU.: Supremacismo blanco sin antídoto
Fecha de publicación: 
22 Mayo 2022
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Como un videojuego. Imagen tomada del video transmitido en vivo por el asesino de Buffalo.

Son muchos años de asesinatos sin que se mueva eficazmente un dedo para evitarlos y condenarlos y resarcir a sus víctimas, la inmensa mayoría negros, casi todos pobres y olvidados en la tierra del sueño americano.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se dio una escapada hasta Buffalo para comentar in situ la más reciente carnicería perpetrada por un racista de apenas 18 años que costó la vida a diez personas y heridas a otras 13, casi todas afroamericanas.

El comentario de Biden de que «el supremacismo blanco es un veneno» no conmovió a nadie, porque no vino acompañado de la decisión política de enfrentarlo consecuentemente y sin temor de una vez y por todas.

Wayne Jone, madre de Celestine Chaney, una de las diez víctimas mortales de la masacre, dijo que apreciaba que el mandatario de su país se tomara el tiempo para reunirse con las familias, pero no se mostró optimista de una pronta solución, debido a la división partidista que atraviesa el país.

«Dejen de discutir de un lado a otro, republicanos y demócratas, y pónganse a trabajar. Hasta que no se saque el dinero, va a ser difícil. Se está ganando mucho dinero con la compra de armas: ¿quién necesita un AR-15?», dijo Jone.

Payton Gendron, el joven blanco de 18 años autor del crimen múltiple del tiroteo, fue detenido en el supermercado el día de los hechos, portando un arma, con instalaciones de cámaras en un casco para transmitir por dos plataformas de internet y vestido de camuflaje y botas militares.

Gendron, de Conklin, Nueva York, representa a una nueva generación de supremacistas blancos, aislados, pero con fuerte actividad en línea, radicalizados en Internet y desinformados e inspirados para encontrar la fama a través del derramamiento de sangre, en gran parte impulsados por ideas de que la raza blanca está bajo amenaza de todo: desde el matrimonio interracial hasta la inmigración.

Cuenta el angelino La Opinión que Gendron navegaba asiduamente por sitios extremistas y neonazis que difundían teorías conspirativas y de racismo contra los negros. No fue hasta que vio un video de un hombre disparando una escopeta a través de un pasillo oscuro, y rastreó una transmisión en vivo de la matanza de 51 personas en dos mezquitas en Nueva Zelanda en el 2019, que encontró su vocación: ser un tirador en masa virulentamente racista y con ansias de notoriedad.

Identificándose como un supremacista blanco con creencias neonazis, Gendron escribió que las bajas tasas de natalidad de los blancos en todo el mundo representan una «crisis» que «finalmente resultará en la completa sustitución racial y cultural del pueblo europeo».

Los expertos dicen que la teoría del reemplazo —cuya etiqueta fue acuñada por primera vez en Francia por el escritor nacionalista blanco Renaud Camus en su libro del 2011 Le Grand Remplacement— ha inspirado un flujo constante de violentos asesinos racistas en Estados Unidos en los últimos años, desde la masacre en la sinagoga del Árbol de la Vida en Pittsburgh en el 2018, hasta el asesinato de un feligrés y las heridas de otros tres en una sinagoga en Poway, California.

Un mundo de asesinos

«Ahora tienes este nuevo mundo de asesinos», dijo J.J. MacNab, miembro del programa sobre extremismo de la Universidad George Washington: «Es un mundo diferente, un flujo constante de falsas estadísticas, de mentiras sobre la gente a la que quieren odiar... Dices cosas escandalosas que no necesariamente crees, pero con el tiempo, llegas a creerlas.

«A medida que cada uno de ellos se hace más famoso, buscan igualar o superar el número de víctimas», dijo MacNab. «La idea siempre es: ¿quién puede superar el número de asesinatos?... Para ellos, es como un videojuego. ¿Cómo se consigue una puntuación mejor que la del anterior?»

Es que, a diferencia de los supremacistas blancos de antaño —desde el Ku Klux Klan hasta los grupos terroristas neonazis más recientes, como la Base o la División Atomwaffen—, los nuevos reclutas de los foros racistas de internet 4chan y 8chan son a menudo adolescentes de la escuela secundaria. Expresan su rabia en un momento de escasas oportunidades económicas para algunos jóvenes y de cambio de la demografía de un país que, supuestamente, ya no tiene un lugar para ellos.

Aunque estos ataques parecen dirigirse a comunidades específicas, en realidad están impulsados por un conjunto de ideologías de poder blanco más amplias, dijo Kathleen Belew, profesora asistente de Historia en la Universidad de Chicago, que estudia el extremismo.

Belew, autora de Bring the War Home: The White Power Movement and Paramilitary America, dijo que la radicalización racista no era un problema sureño o regional. El atentado de Buffalo estaba claramente relacionado con los ataques de motivación racial perpetrados en Estados Unidos en los últimos años, desde la sinagoga de Pittsburgh hasta el Walmart de El Paso. «La radicalización está ocurriendo todo el tiempo en nuestro país», subrayó.

Aunque se dice que la actuación policial hizo que hubiera una pausa en este tipo de masacre, lo cierto es que ello no ha mermado ni un ápice, porque la fuerza pública ha sido autora de múltiples asesinatos de afroamericanos, muchos de ellos inocentes.

Hablamos y escribimos sobre esos casos individuales de jóvenes que se convierten en supermonstruos, engendros de la sociedad capitalista, del sistema «fácil» de vida que se lleva cuando se invocan libertades que no son más que desviaciones, como la interpretación del artículo 2 de la Constitución que da derecho a portar armas, que en la época en que surgió se inspiraba en el enfrentamiento a los colonialistas ingleses, primero, y asegurar la conquista del oeste, después, con el consiguiente despojo de las tierras pertenecientes a la población aborigen.

Esto no es fácil de digerir, y de ello viven los fabricantes de armas de uso individual, de tal manera que hasta han puesto multas a personas que son asaltadas y no tenían un arma para defenderse.

Las a veces relatadas morbosamente acciones individuales no pueden dejar oculto que el mal es mayor, aunque no se quiere analizar profundamente ese mundo del supremacismo blanco que permea hasta las grandes esferas de la política y que permaneció impávido ante quienes llegaron a colgar y quemar a miles de negros, la mayor parte en el estado de Georgia.

Dejaron, permitieron que engendros racistas nacieran y se multiplicaran, que el «veneno del supremacismo» se expandiera y fuera difícil de controlar, porque no hay una verdadera y consecuente política sana, decente, contra un supremacismo blanco que aún no tiene antídoto en Estados Unidos.

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