EE.UU.: Lobismo, la corrupción legalizada

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EE.UU.: Lobismo, la corrupción legalizada
Fecha de publicación: 
16 Junio 2022
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El nombre de Ted Cruz (derecha) aparece en el primer lugar de la lista de beneficiarios del lobby armamentista en Estados Unidos al recibir 442.343 dólares. Por su parte, Marco Rubio (izquierda) ha recibido 183.550 dólares del lobby armamentista de su país.

No he podido averiguar si los senadores Marco Rubio, Ted Cruz y Bob Menéndez fueron lobistas en sus primeras etapas políticas, pero no cabe dudas de que esos individuos de lamentable origen cubano ya habían tenido estrechos vínculos con grupos de interés y empresas a los que apoyan en las cuestiones más deleznables, como es la venta libre de armas por la Asociación Nacional del Rifle, para poner un ejemplo, ente que los apoya con sumas elevadas durante las campañas, estrategia que les ha resultado exitosa en materia electoral.

Por estos días hemos comentado algunas andanzas de esos elementos que los mantienen involucrados en todo tipo de corruptelas, utilizando sus cargos legislativos en defensa de intereses espurios. A los susodichos no les hace falta lobistas para realizar sus fechorías legalizadas, aunque sí hay muchos que trabajan para influir a otros senadores y representantes.

El término lobista debe su significado a que históricamente los grupos de interés esperaban a los políticos en el lobby (pasillo) del Parlamento con el fin de manipularlos. Hasta el día de hoy, en la mayoría de los países desarrollados, esta práctica se ha convertido en una profesión muy bien remunerada. 

Aunque el lobista moderno ya no espera a los políticos en el lobby, las reglas del juego no han cambiado mucho: influenciar para que pasen leyes que benefician a uno a costa de los demás. Por eso, cualquier grupo de interés anhela contratar a aquellos que consiguen “resultados”.

Debe ser obvio a cualquier observador imparcial que el lobista es el enemigo del progreso. Las personas que dedican la vida a la búsqueda de rentas políticas representan un costo de oportunidad enorme. No solo causan un daño tremendo con sus intervenciones, que —la mayoría del tiempo— sabotean el mercado y la competencia, también significa renunciar a un aporte productivo al progreso material de la sociedad. 

Su negocio es quitar de los demás, en lugar de crear para los demás. Es por esto que se debe aplaudir cualquier norma institucional que reduzca el hacer lobby, pero, realmente, este elemento nunca se debió haber permitido por indecente.

SURGIMIENTO

¿A qué se debe el surgimiento de esta profesión? El siglo XX se caracterizó por una centralización cada vez mayor. Debido a las dos guerras mundiales, el control económico terminó en su mayor parte en las manos del gobierno para redirigir los esfuerzos hacia la producción de armas, aviones y tanques. Esto tuvo una consecuencia clara: la centralización de la recaudación y de las decisiones presupuestarias.

Los lobbies más importantes se corresponden con sectores económicos influyentes: El lobby militar, por ejemplo, es muy poderoso en Estados Unidos, donde la presión de esta potente industria llega a tener influencia geopolítica en las decisiones internacionales de la primera potencia. Sin contar otras contiendas más pequeñas, desde 1961, EE.UU. se ha gastado unos dos billones de dólares en cuatro importantes guerras: Vietnam, la Guerra del Golfo, Iraq y Afganistán. Como muestra del poderío de la industria militar, el presupuesto de Defensa del país norteamericano supera los 700 000 millones de dólares.

El lobby energético: las empresas energéticas tienen un gran poder. Tradicionalmente, las petroleras han estado entre las empresas más grandes del mundo, e incluso ahora conservan parte del poder, en medio del debate sobre la transición energética que se está produciendo a nivel mundial. Pero no solo las petroleras, las empresas del sector energético en general son poderosas, porque permiten “mover el mundo”.

El lobby financiero: su presión consiguió en 1999 derogar la Ley Glass-Steagall, promulgada en 1933 (precisamente, después de la Gran Depresión), por la que se separaba la banca comercial de la banca de inversión, para evitar la especulación. Y de ahí, pocos años después, se produjo la Gran Recesión, iniciada por la caída de Lehman-Brothers.

El lobby sanitario/farmacéutico: una de las partidas con mayor gasto en cualquier presupuesto público es la de Sanidad, y además, debido al aumento de la esperanza de vida, probablemente seguirá creciendo en los próximos años.

El lobby tecnológico: las grandes empresas tecnológicas contribuyen y manejan el avance de la sociedad, con enormes cantidades de dinero para invertir y manejando miles de millones de datos.

El lobby automovilístico: otra de las grandes industrias del mundo, con miles de millones de dólares en inversiones, y millones de empleos generados, no solo directa, sino también indirectamente, a través de las industrias auxiliares.

Además, existen otros lobbies que no actúan por sectores, sino que están unidos por varias razones o están centrados en diversos intereses, como el famoso lobby judío en Estados Unidos.

Los lobbies tratan de influir en los políticos para cambiar las leyes a su favor, y otras muchas veces su labor consiste no tanto en presionar directamente, sino en generar un estado de opinión en la sociedad que provoque que las autoridades políticas sean proclives a lo que ellos buscan. O por lo menos, que las leyes que se crean sean suficientemente abiertas e interpretables como para que se puedan encajar sus demandas.

BIDEN Y EL LOBISMO

Biden fue un lobista, se aprovechó de ello antes y más ahora, cuando copa a su gabinete con lobistas de una consultora estratégica.

Al elegir para los cargos más altos, el último en el Pentágono, a figuras procedentes de una consultora privada de empresas sobre cuestiones geopolíticas y militares, Joe Biden alimenta un sistema de puertas giratorias para los políticos en el interregno de un gobierno a otro. Los sectores progresistas demócratas van más allá y denuncian la colusión de intereses entre los sectores armamentistas y un futuro Ejecutivo más intervencionista en el mundo. 

El jefe del Pentágono, general Lloyd Austin, no solo es consejero de la firma, sino uno de los responsables de los fondos de inversión de WestExec, Pine Island Capital Partners. Está, además, en el Consejo de Administración de Raytheon Technologies, la tercera contratista de armamento del mundo, y de Nucor, la mayor productora de acero de EEUU. Y, como su predecesor, James Mattis, no ha cumplido siete años fuera del Ejército para poder dedicarse a la política.

El jefe de la diplomacia estadounidense, Anthony Blinken; la directora de Inteligencia, Avril Haines, y la que hasta hace poco fue la portavoz del gobierno, Jen Psaki, son cofundadores o han trabajado para la consultora privada WestExec Advisors.
Biden optó por elegir al primer negro que asumió el cargo de Secretario de Defensa en la historia de EE.UU., descartando a la que sonaba en las quinielas e iba a ser la primera mujer, Michèle de Flournoy. Se da la circunstancia de que esta última era también una de las cofundadoras WestExec Advisors, además –o quizás por ello– de firme defensora de las guerras en Afganistán y en Yemen, entre otros escenarios de crisis.

Los sectores progresistas del Partido Demócrata criticaron su posible elección en una carta pública a la agencia Associated Press.

WestExec se presenta a sí misma como una consultora que proporciona «experiencia geopolítica y política única para ayudar a los líderes empresariales».

Tras cuatro años de acusaciones de conflictos de intereses en el mandato de Donald Trump, la decisión de Biden de apoyar su Gabinete en esa consultora privada, que tiene lazos estrechos con la industria armamentística, ha provocado duras críticas.
Noah Bookbinder, director del grupo anticorrupción Citizens for Responsibility and Ethics in Washington (CREW), ha advertido a Biden y a su gabinete de que “ahora les toca a ellos» tomar medidas firmes para evitar conflictos de intereses. Tras el desprecio mostrado por Donald Trump a las reglas de la ética, espero que hayan aprendido la lección”, instó.

La sociedad WestExec fue creada en 2017 para acoger a los antiguos responsables del Ejecutivo de Barack Obama, tras el triunfo de Trump. Ofrece servicios de «consejo en estrategia» a empresas en «cuestiones de seguridad y defensa».
No pocos ven en el nombre y en las prácticas de esa empresa una forma descarada de lobismo, de utilización de las redes de influencia para convencer a los responsables políticos, o en este caso para copar sus puestos, de cara a modificar leyes favorables a los intereses de sus clientes.

En EE.UU. los grupos lobistas están obligados a identificar públicamente a sus clientes, pero estas reglas, aprobadas tras una serie de escándalos de corrupción, no afectan a las firmas consultoras como WestExec y a sus clientes.
La revista especializada “The American Prospect” y el diario “The New York Times” han logrado identificar a algunos de estos últimos, como el fabricante de drones Shield AI, que tiene contratos con el Pentágono; Schmidt Futures, dirigido por el antiguo patrón de Google Eric Schmidt, y la firma israelí Windward, especializada en inteligencia artificial.

El fondo de inversiones de WestExec, Pine Island, ha invertido 283 millones de dólares en empresas armamentísticas. Anthony Blinken, y el general Lloyd Austin son dirigentes de Pine Island.

 

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