Duque: sordo, ciego y mudo

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Duque: sordo, ciego y mudo
Fecha de publicación: 
7 Diciembre 2020
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No sé si estoy mal informado o no tengo acceso a hechos de este y otro mundo, si lo hubiera, pero no he hallado por lado alguno la posición oficial del presidente de Colombia, Iván Duque, sobre los Acuerdos de Paz firmados hace cuatro años en La Habana por el anterior gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, hoy devenidas en partido político.

Se sabe que, desde la oposición, junto con el expresidente Álvaro Uribe, su mentor, Duque se opuso al importante convenio para el pueblo colombiano, víctima de una guerra de más de 50 años; posición que ambos subrayaron, mientras eran recibidos por las diversas gusaneras con sede en Miami, encabezadas siempre por elementos que, lamentablemente, tienen origen cubano.

Así, se siente como si fuera de otro mundo su rechazo a recibir a los participantes de una larga macha de organizaciones sociales, integradas mayormente por indígenas, aunque sí en la que estuvieron ex combatientes, pero el resultado fue el mismo. Duque, como se dice groseramente, les hizo a ambas “el caso del perro”.

Ni le importa que líderes sociales, campesinos y sindicales, así como ex miembros de las FARC-EP, que depusieron las armas, estén siendo sistemáticamente asesinados, sin que se apresen a los autores de los crímenes, principalmente en zonas donde transnacionales y latifundistas pretenden extender y fortalecer sus respectivos dominios. A ello se le agrega que gran parte de la nación está siendo víctima de constantes masacres, en las que perecen familias enteras, a lo que Duque se limitó a decir que era consecuencia del narcotráfico.

Sembrados que florecen Pero es que ese narcotráfico está cada vez más floreciente, convirtiendo a Colombia en el principal país exportador mundial de cocaína, cuando se hallan en esa nación centenares de soldados norteamericanos para supuestamente ayudar a combatir el mal. Además de que la producción sigue aumentando y los más importantes sembrados son resguardados por ejércitos particulares, el gobierno victimiza a campesinos a los que los convenios pacíficos prometieron ayudar a erradicar tales sembrados con otros que sirvan para la alimentación popular.

Los acuerdos apenas han sido cumplidos en un 10%, quizás menos, y no tienen futuro alguno, porque Duque obedece a los latifundistas que alimentan las arcas de su organización Centro Democrático y de ninguna manera van a ceder pacíficamente millones de hectáreas de tierras que tienen en su poder, mediante una reforma agraria que beneficie a campesinos que deambulan de un lado a otro sin un vínculo seguro de subsistencia.

En cuanto a la metodología del crimen -a la que se adhiere Duque y compañía- no debería extrañar, pues es la que se lleva aplicando durante más de medio siglo en el país suramericano. Por ejemplo, en el genocidio del partido político Unión Patriótica, perpetrado en poco más de una década entre los años 80 y 90, de los más de 3 000 militantes y simpatizantes asesinados –posiblemente unos 5 000- la fiscalía ha actuado en unos 1 600 casos, de los cuales ha logrado resolver apenas 137, de los que solamente 98 han sido imputados a grupos paramilitares o fuerzas del ejército.

La estrategia es clara, Colombia a los ojos del mundo es una democracia, pues se vota cada cuatro años; lo que no se analiza son las condiciones en las que se realizan las elecciones, y es el asesinato sistemático de simpatizantes de partidos o corrientes políticas diferentes a las defendidas por los partidos tradicionales y sus escisiones supuestamente renovadoras, pero que es más de lo mismo en el ámbito de la derecha más reaccionaria.

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