Chile: No confiar en la abstención

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Chile: No confiar en la abstención
Fecha de publicación: 
22 Junio 2021
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Diversos investigadores coinciden acerca de que la abstención en los comicios no daña a nadie, porque no se inclina ni por uno ni por el otro. Pero precisamente, ese no hacer ha hecho mucho daño en Chile, al allanar el camino a los gobiernos de derecha herederos del pinochetismo y a alguno que dice no serlo, pero hay que medirlo con la misma vara.

Generalmente, la reacción se ha aprovechado de la ausencia del elector para hacer y deshacer, aprovechando el desinterés de una gran parte que no les interesa quien gobierne, porque piensan acertadamente que es más de lo mismo.

Pero ahí está el detalle, porque esa abstención llegó a poco más de la mitad, “sólo” un 52% –y en Chile eso ha sido un logro-, cuando hace varias semanas sí asistieron a votar y evitaron hacerlo por los partidos tradicionales y si por los independientes, quienes llevarán la voz cantante en la Convención Constituyente que redactará la nueva Constitución, que sustituirá la heredada por la dictadura de Augusto Pinochet. Fue un logro para quienes durante meses enfrentaron la represión policial a numerosas y nutridas manifestaciones antigubernamentales. 

Sin duda, la votación fue un castigo también para el gobierno de derecha de Sebastián Piñera, cuya coalición perdió en manos de candidatos de izquierda y de centro alcaldías clave (como Santiago) y concejales, en tanto no logró gobernaciones regionales, estas últimas creadas por primera vez en la historia de Chile.

Bajo el cobijo de la herencia de la dictadura, la derecha chilena no sólo ha gozado del uso de la fuerza. También tuvo una base de apoyo que le permitió ganar varias presidenciales. Sin ir muy lejos, en el 2017, el actual Presidente ganó por segunda vez, con 54% de los votos, pero al parecer ya no más.

El mensaje de la votación también es para los partidos de izquierda y centro, representados, en su momento, por la ex mandataria Michelle Bachelet, pues ninguna de las dos fracciones políticas ha podido revertir demandas sociales de hace años, debido a la brecha entre ricos y pobres.

NO TODO ES COLOR DE ROSA

Esas elecciones han sido una excepción en el quehacer de los chilenos, porque en las más recientes, el pasado día 13, aunque también fue un fiasco para el oficialismo, volvió a predominar la que considero una Inexplicable abstención, lo cual se debe tener en cuenta, porque tras las primarias del 18 de julio, el 21 de noviembre venidero serán los comicios presidenciales y a estos la derecha ya manifestó su decisión de llevar un candidato único y evitar así cualquier divergencia.

La centroizquierda logró imponerse en 10 de las 16 gobernaciones del país, incluida la capital, Santiago, en esas elecciones regionales, las primeras en las que los chilenos elegían a los gobernadores de sus regiones. Para muchos, un paso importante hacia la descentralización que, sin embargo, contó con una participación mínima por debajo del 20%.

La derecha de Chile Vamos solo obtuvo el triunfo en una región, la Araucanía, dejando al presidente Sebastián Piñera en una debilitada posición para el resto de su mandato. La clave de la victoria de Orrego en la capital se debe, según la jefa de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Chile, Claudia Huis, al apoyo de parte de la derecha oficialista, que veía en su figura un “mal menor”.

La victoria de la Unidad Constituyente se da en unas elecciones que para muchos representan un cambio histórico hacia un modelo más descentralizado en Chile. En la lucha por el dominio político del país que emerja de la nueva Constitución, la batalla por la capital cobra especial relevancia en estos momentos. Orrego gobernará ahora sobre más de un tercio de los ciudadanos del país.

Anteriormente este cargo era designado por el presidente, igual que los otros gobernadores, pero ahora el gobernador de la capital, con renovadas atribuciones, puede suponer un contrapeso importante a la figura presidencial. Orrego, y otros en el futuro, pueden hacer de Santiago un bastión para saltar a la carrera presidencial.

"La tesis de que las fuerzas de centroizquierda son una opción presidencial adquiere un espacio que hasta antes de esta elección no se apreciaba y dibuja un escenario menos polarizado que el de ahora", explicó a EFE el director de la Escuela de Gobierno de la Universidad San Sebastián, Jaime Aberrado.

Pese a la victoria de la centroizquierda, repito, nadie pierde de vista en Chile que estas elecciones han sido las de menor participación desde 1990. Tan solo un 19,6% de los electores acudieron a las urnas. Solo 2,5 de los 13 millones de personas convocadas. Muy por debajo del mínimo de 34,9% de las municipales del 2016.

Chile viene arrastrando el problema de la abstención desde que el voto dejó de ser obligatorio en el 2012. Desde entonces, y salvo el plebiscito del pasado octubre, ninguna elección ha superado el 50% de participación. En medio de tan pocos votos, cinco candidatos independientes lograron también ganar una gobernación.

Sin embargo, esto es un aviso para quienes tienen la tarea de eliminar el pinochetismo del poder, y no pensar que la abstención no perjudica a nadie.

La votación, que se llevó a cabo en 13 de las 16 regiones, estuvo marcada por un repunte en los casos de coronavirus, lo que llevó a las autoridades de salud a declarar el domingo cuarentena en toda la Región Metropolitana, aunque a los votantes no se les exigió nada más que sus documentos de identidad para concurrir a emitir sus sufragios.

Chile ha acumulado casi 1,5 millones de casos confirmados de coronavirus y más de 30 000 muertes desde que comenzó la pandemia.

 

 

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