Bolivia: Llegó la hora

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Bolivia: Llegó la hora
Fecha de publicación: 
14 Marzo 2021
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Se nos antojaba mucho tiempo después que el pueblo volvió a recuperar el poder en Bolivia, pero ya las primeras 14 órdenes de detención a los culpables del golpe de Estado de noviembre del 2019 hacen pensar que la hora de la justicia está llegando para que se responda por tantas violaciones a los derechos humanos.

La primera orden de captura fue para quien fuera la presidenta del gobierno de facto, Janine Aiñez, seguidas de las de ex jefes del ejército y la policía, y ex ministros, esperándose que el panorama se siga ampliando y se juzgue también a la dirección de la Comisión de los Derechos Humanos que ayudó a pisotearlos y a los responsables de las actuales intentonas sediciosas para dividir al país. Algunos de los elementos implicados se han dado a la fuga, yendo a parar a Brasil y Estados Unidos.

Sin contar el número de desaparecidos, 37 personas fueron asesinadas por la represión golpista contra la población, mayoritariamente indígena, con centenares de heridos y miles de detenidos, a lo que se agregó el saqueo sistemático, impune y descarado del erario público, con complicidad de la mandataria y otros elementos que la impusieron como presidenta.

Después del golpe de Estado de la racista oligarquía, Aiñez –extremadamente impopular- comenzó a revertir los avances del depuesto gobierno de Evo Morales, quien, además de ganar comicios tras comicios, salvó la dignidad de una de las naciones más pobres del continente y dio el lugar que le correspondía a la mayoritaria y siempre sufrida población indígena.

Pese a toda la represión, la persecución y aislamiento de líderes políticos, el partido de Morales continuó al frente de todas las encuestas, reconocido por sus opositores, quienes trataron inútilmente de evitar que el pueblo regresara electoralmente al poder.

CINISMO

Al renunciar a su candidatura, la mandataria llamó a hacer todo lo necesario para evitar la victoria del Movimiento al Socialismo e, incluso, alertó cínicamente contra métodos de las fuerzas progresistas para lograr su objetivo, cuando, en realidad, la derecha fue la que utilizó movimientos espurios para evitar la victoria popular.

Con ésta, el presidente electo, Luis Arce, comenzó un paso arrollador para aislar a la reacción, a sus mercenarios policías y soldados para impedir que volviera a ocurrir otro golpe de Estado.

Antes de ocurrir la cada vez más intensiva epidemia del nuevo coronavirus, el régimen de facto ya estaba hundiendo la economía boliviana, realizando movimientos para entregar los recursos públicos al sector privado, incrementando casi al 20% una desocupación que estaba en menos del 4%, con un crecimiento de más del 5% en los últimos cinco altos, uno de los mayores de Latinoamérica.

Ya había abandonado la condición de ser uno de los países más pobres del continente, con avances en sectores que antes parecían un sueño conseguirlos, comenzando a explorar la producción de litio, algo muy apetecido por las transnacionales que ayudaron a deponer a Evo.

Cuatro meses después de detectada la epidemia de la COVID-19, el régimen golpista autorizó la compra de insumos para combatir a la pandemia, cuando los infestados y muertos se contaban por miles, lo cual sirvió de pretexto para dilatar cuatro veces la fecha de los comicios.

Y todo fue no para el alivio a la maltratada población, sino porque la presidenta y algunos de sus ministros fueron alcanzados por el mal.

El tratar de evitar que un gobierno de la mayoritaria población indígena regresara al poder no fue sólo un interés simplemente racista, sino de esas fuerzas internacionales del egoísmo que recibieron la lección boliviana de como la seguridad energética y los desafíos y oportunidades de los hidrocarburos, por sólo citar este ilustrativo ejemplo, pueden ser puestos a disposición del bienestar del pueblo.

RECORDATORIO

Recuerdo como el 10 de marzo de 1952, el mismo día en que aconteció el golpe de Estado de Fulgencio Batista en Cuba, las antiguas masas desposeídas tomaron el poder en Bolivia, y el indio, su componente mayoritario, comenzó a abandonar su antigua condición de extrema pobreza.

Pero no fue hasta el gobierno de Evo Morales que comenzó a cortarse las raíces del sistema neocolonial, en el que predominaba el egoísmo y se violaban los derechos humanos.

Y es que Evo no ganó en Bolivia con un programa neoliberal, sino con un discurso desde la raíz del alma indígena, enarbolando también la Asamblea Constituyente como arma de cambio.

El objetivo fundamental era que las riquezas sirvan a la mayoría del pueblo y que las privatizaciones corruptas hechas desde 1985 hasta el 2006 tenían que ser revertidas para redistribuir las riquezas.

El gobierno de Evo Morales se traduce en miles de bolivianos atendidos de la vista por la Operación Milagro, nuevos hospitales y una campaña de alfabetización que en menos de 30 meses acabó con la ignorancia absoluta en el Altiplano.

Evo, un indio, dio el verdadero poder a todo el pueblo, logró el apoyo de todos los integrantes de la Unión de Repúblicas Suramericanas (UNASUR) y fustigó a las naciones que no quieren cumplir o no forman parte de los acuerdos para evitar el deterioro medioambiental.

Y hoy, luego del golpe de Estado de una reacción pro imperial que lo alejó del poder, su Movimiento al Socialismo, con Luis Arce, su ex ministro de Economía al frente, vuelve a ponerle la toga de la dignidad al pueblo boliviano, que se dispone a juzgar con todas las garantías constitucionales a los culpables de tantos crímenes de lesa humanidad.

 

 

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