Amenaza real para Estados Unidos

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Amenaza real para Estados Unidos
Fecha de publicación: 
2 Octubre 2020
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En un reciente artículo señalamos cómo la Inteligencia estadounidense ayudó a defenestrar a la otrora Unión Soviética con la introducción de todo tipo de drogas para subvertir a las principales capas de una población que sostuvo durante décadas la divisa del socialismo.

Afganistán y Colombia también han sido campos propicios para que los magnates norteamericanos de la droga engulleran la mayor parte de las ganancias en el tráfico y consumo de heroína y cocaína, respectivamente, con récords de producción a nivel mundial, en plantaciones protegidas por personal militar estadounidense.

Pero, desde los tempos de la agresión a Vietnam, ya se trataba de debilitar a quienes protestaban contra la guerra y no querían ser carne de cañón del Imperio, mediante la introducción gratuita de estupefacientes en todo tipo de eventos, con predominio de la adolescencia.

Hoy en día, el mal continúa en medio de una pandemia del nuevo coronavirus que ha costado la vida a más de 200 000 personas e infestado a cerca de siete millones, por una política equivocada del actual mandatario, Donald Trump, quien trata de hacer recaer la culpa en China y maniobra ladinamente para revertir tal fracaso y lograr la reelección presidencial, aún lamentablemente posible, a pesar de sus entuertos.

Trump se pasa todo el tiempo advirtiendo de la amenaza exterior para justificar su guerra comercial contra China, el acercamiento de sus tropas a las fronteras rusas, la injerencia en todos los asuntos en que pueda sacar ganancias para las corporaciones que controlan realmente la economía del país y, por ende, de su política.

Cierto, el capital financiero siempre existió, pero, como señaló Andrew Kelly, de Reuters, solo se vuelve dominante cuando la economía real, la producción de mercancías, es desplazada por la especulación, signo inequívoco de la decadencia de las naciones.

Los propietarios del capital dejan de confiar en inversiones de largo plazo y apuestan por ganancias inmediatas en el casino de la especulación, convirtiendo a las bolsas de valores en parte del mecanismo especulativo.

Consumido por las drogas

En medio de tal debilidad, EE.UU. muestra varias áreas quebradizas que tienden a crecer. Al viejo conflicto social que afecta a la población negra se suma la actual epidemia de opiáceos, que muestra dos nuevas y tremendas fracturas. Por un lado, la que afecta a las clases trabajadoras y profesionales, como consecuencia del modelo neoliberal. En paralelo, aparece la división geográfica entre la Costa Este, decadente, y la Oeste, más próspera y volcada hacia las nuevas tecnologías. Ambas pueden terminar por hundir al mayor imperio de la historia.

Aunque es un tema bien conocido, la máxima autoridad económica estadounidense y que tiene el virtual control de gran parte del mundo, la Reserva Federal, alertó que no solo la epidemia de la COVID-19, sino la de muertes por drogas, está trastocando el mercado laboral, al punto que las industrias no encuentran personal calificado para cubrir vacantes.

La industria manufacturera tiene dificultad para dar con aspirantes con la preparación adecuada para desempeñar sus funciones, aunque, paradójicamente, el sector capacitado de la población no se moviliza, porque los salarios son bajos.

La tasa de participación laboral de los estadounidenses se encuentra al mismo nivel que en la década de los 70, hace medio siglo, en gran medida por la adicción de los jóvenes en edad de trabajar a los opiáceos.

La Reserva Federal, que, como principal órgano dominante no se llama a engaño, precisó tres razones para esa verdadera epidemia, que mata más personas que el pico del SIDA, alcanzado en 1995:

En primer lugar, los jóvenes consumidores no se forman, porque abandonan sus estudios; segundo, el consumo de opiáceos y otras drogas los aparta cada vez más del mercado de trabajo y, tercero, se registra una elevada tasa de suicidios y muertes por sobredosis, en gran medida por depresiones, en regiones que sufren problemas económicos y desocupación.

Todo un desastre que es aún más peligroso, cuando se ha descubierto que militares drogadictos han tenido acceso a armas que pueden desencadenar catástrofes.

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