¡Y el Madrid lo volvió a hacer!

Cuando parecía que Xavi le tenía totalmente ganado el pulso a Ancelotti, que el Real Madrid era incapaz de derrotar al Barcelona esta campaña, todo dio un vuelco total en el choque de vuelta de las semifinales correspondientes a la Copa del Rey, y los merengues propinaron una contundente goleada 4-0 a sus eternos rivales para dejarlos en la cuneta.

Eran tres las victorias de los azulgranas este curso, incluyendo la que les dio el título en la Supercopa de España, pero no es el desequilibrio lo que prima en estos duelos bilaterales, que en el histórico presentan a los madridistas delante por apenas dos victorias, en más de 200 enfrentamientos.

Los capitalinos estaban obligados a remontar un 0-1 que se llevaron en el duelo de ida jugado en su propio estadio, cuando a pesar de dominar durante casi todo el tiempo no registraron ni un tiro válido entre los tres palos (hubo dos goles en fuera de juego).

Esa impotencia hacía pensar que a los blaugranas les bastaba con muy poco, pues casi no inquietaron el arco de Thibaut Courtois, pero se fueron felices con un autogol y la eliminatoria encarrilada al ser sedes del choque definitivo.

Incluso llegaban al partido en mejores condiciones, porque podrían contar ya con su máximo goleador, Robert Lewandowski, pero el polaco volvió a demostrar que con este uniforme no aparece en los partidos grandes.

Tras la gran hazaña de la Liga de Campeones del pasado año, con remontadas inolvidables en todos los cruces directos, el Madrid no firmaba ninguna en esta campaña, y fue el Barcelona el que pagó los platos rotos.

Un once completamente nuevo, en el que se mantuvo a Eduardo Camavinga como lateral izquierdo y por fin Ancelotti se decidió a linear al tridente con Benzema escudado por los brasileños Vinicius Jr. y Rodrygo, rindió con creces los frutos esperados, con un nivel de asociación máximo entre los tres.

En el caso particular de Vini, otra vez fue sobrepasado por la situación y si no es por sus compañeros pudo haber sido expulsado por sus constantes protestas al árbitro y disputas con los rivales. Si bien es un jugador que vive de la adrenalina para enfrentar cada cotejo, tiene que controlar de una vez sus revoluciones, porque el mayor perjudicado es él mismo.

Jornada tras jornada se ve que los colegiados son demasiado tolerantes con las faltas en su contra, y eso es porque pierde demasiado tiempo protestando. Además de alguna que otra tarjeta de más, este comportamiento pudiera terminar con una seria lesión cuando saque de sus casillas a algún defensa con malas pulgas.

Lo de Ancelotti fue sencillamente un repaso a Xavi, que una vez más se vio incapaz de reaccionar para corregir la desgracia que se le venía encima.

Con viento (y marcador) a favor los suyos son un equipo, y cuando tienen que venir de atrás son otro completamente distinto, carente de ideas y variantes. Su capacidad para aglutinar es incuestionable, pero todavía le resta un mundo para igualar lo que fue como jugador en las grandes citas a lo que es en el banquillo, donde el destino no pasa por sus botines.

El título de Liga está en el bolsillo, pero esta derrota dejará huellas imborrables en la afición catalana, que hasta se acordó de Messi en medio del partido.