Vivir con culpa
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Imagen tomada de https://emprendedoresnews.com
No es sano vivir con sentimientos de culpa, pero ¿cómo se supera ese estado?
Algunas veces las personas obramos de una manera, por impulso u otras causas, pero en realidad si pudiéramos detenernos antes de actuar, lo haríamos todo distinto. Sin embargo, vivir no tiene revalorización y no podemos tomar pausas para pensar y retractarnos. Entonces, quizás, no dé tiempo a rectificar.
Ahí llega la culpa que suele martirizar porque no se va de la mente. Es como una carga muy pesada que aplasta, un castigo que, quizás, no es merecido porque no pocas veces somos injustos con nosotros mismos.
El sentimiento de culpa está relacionado con la conciencia moral, con la ruptura de las normas y lo que consideramos ético, con engañar y producirle dolor a otros. El remordimiento es realmente una emoción que trae angustia y desazón. La persona puede estar arrepentida y no conseguir exorcizarse de la culpa, siente vergüenza y pesar, y esto no solo afecta su estado de ánimo, puede sentir disminuida su autoestima.
Ese sufrimiento interno de no poder reparar el daño es más que un tormento, y no importa si es real la culpa o si somos demasiado crueles con nosotros mismos, duele igual. Por eso conviene acompañamiento psicológico porque es posible superarlo.
Un primer paso para trabajar la culpa es ser tolerantes y empáticos con nosotros mismos y no demasiado exigentes, sobre todo con lo que ya no tiene remedio. Es preciso evaluar si no estamos sobredimensionando el asunto, si estamos interpretando un hecho de manera severa.
Lo importante es aprender y no repetir errores. Los pensamientos intrusivos hay que espantarlos, pero antes debemos analizar el contexto y adaptarnos a las nuevas circunstancias, aceptar la realidad de no ser perfectos.
La liberación de la culpa viene con responsabilidad y no con lamento constante. Hay que expresar el arrepentimiento, pedir perdón si es posible, intentar reparar el daño.
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