Un bloqueo contra natura, para asfixiar la cultura
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Por más de sesenta años se ha castigado a este pueblo por decidir su paso, por defender una expresión alternativa de su singularidad; a su ritmo, a la cubana, la que considera más propia y consecuente. A su aire y a su savia, no a la manera que le intentan imponer para ser traspatio, salón de juego o prostíbulo. Por leer y no creer en cuentos de sirenas, una mayoría ha echado pie en tierra y ha prendido una vela, sufre por los que se desalientan y resiste cada arremetida del monstruo, tararea una esperanza y hurga en los rincones de los colores que nunca se destiñen, suspira ante las ondas más persistentes y las puntadas más sinceras de su bandera. En las noches más negras, le acaricia las puntas a la estrella de Heredia y entre las más ardientes escoge la que indica expandir lo que hemos sido, el orgullo que se ha contado y cantado, sin traicionar el primer boceto de nuestra identidad.
Y tal castigo molesta, estresa y marca, duele y torpedea a esa parte de los castigados que decidió ser artista o escritor, enamorado de las musas, cultivadora de emociones y alegrías, actores, bailarines, cineastas, artesanos, juglares, poetas…, ya en las verdes como en las maduras. Creadores aquí, junto a su gente, defendiendo su casa y su espíritu. Son más de 60 años de un bloqueo contra natura, para hacer rendir al pueblo y asfixiar la cultura. Un plan macabro recrudecido por las 120 medidas de Trump que Biden no se ha atrevido a desmontar.
Como se denuncia año tras años desde todas las dependencias del Ministerio de Cultura, millonarios son los daños en el orden económico que genera esta política unilateral, ilegal e ilegítima. Por los ingresos dejados de recibir por las exportaciones de bienes y servicios culturales, como por el encarecimiento de las compras debido a la redirección geográfica del comercio hasta miles de millas de distancia y la consiguiente elevación de los fletes de transportación. Lo que afecta los aportes financieros de los artistas, instituciones y empresas en beneficio del país y para el propio impulso de la cultura, en función de los proyectos de los propios creadores, para adquirir los insumos necesarios para la formación y el desarrollo del talento y para el funcionamiento de nuestras industrias culturales.
La aplicación de estas absurdas sanciones laceran los programas de desarrollo cultural llevados a cabo por el Estado Cubano a través de las instituciones culturales. Lastra el derecho humano de disfrutar de las más diversas manifestaciones del arte y la literatura, de enriquecerse espiritualmente; como el de los artistas y aficionados a expresar su vocación, a socializar su creaciones.
El cerco estadounidense ha resultado especialmente nocivo para el sistema de la enseñanza artística, sobre todo en la adquisición de la base material de estudio para las diferentes especialidades. La manifestación en leyes de este odio visceral troncha sueños y oportunidades, impide, incluso, el arribo al país de donaciones hechas por personas e instituciones solidarias y radicadas en el exterior. ¡Cuán difícil resulta adquirir un libro de lectura musical o unas cuerdas para guitarra, un tubito de acrílico o unas zapatillas!
A eso se suman las afectaciones por el no acceso a las tecnologías de punta, como software y aplicaciones prohibidos a los que Google identifica conectados desde aquí. Las leyes que institucionalizan el castigo impiden a acceder a servidores de videoconferencia como Zoom, Skype y Cisco, entre los más usados en el mundo; por lo que nuestros intelectuales, artistas y estudiantes universitarios se ven impedidos de participar en varios foros internacionales.
La persecución financiera y comercial está impidiendo además el histórico intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos, el ir venir de signos y significaciones, de experiencias y miradas híbridas, desde dos orillas singularmente vitales. Ha privado a los dos pueblos de mensajes de comunión y de alto valor estético, al limitar o prohibir la presencia de los más valiosos exponentes de su arte y su literatura.
Cualquier creador asentado en el país puede hacer su propia relatoría. De las dificultades para exponer, vender o presentarse en territorio estadounidense; de las negativas de visa; de las prohibiciones de firmar contratos comerciales de trabajo y de recibir honorarios; de la negación a su derecho como autor pese a la Enmienda Berman; de las restricciones respecto a las transferencias monetarias; de la imposibilidad de participar en subastas como las de Christie’s y Sotheby’s, en ferias de arte como las de Art Miami y Art America; del no acceso a becas o premios en metálico por parte de las instituciones culturales, asociaciones o corporaciones de aquel país.
La inclusión de Cuba en la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo deviene en estigma, y obstáculo en la travesía de los artistas que residen aquí hacia el mercado internacional, los principales circuitos de distribución del arte, o las plataformas de promoción controlados en su mayoría por los Estados Unidos. A un músico radicado en La Habana o en Santiago de Cuba le cuesta el doble traer a casa un Grammy Latino.
Nuestras editoriales han sido excluidas del mercado del libro de habla hispana, uno de los más relevantes en aquel país. O participan de forma limitada, debido a las inmensas trabas burocráticas, arancelarias y de transportación. Son notorias las presiones y sanciones aplicadas a contrapartes estadounidenses e incluso de terceros países, que afectan sus relaciones y participación en eventos relacionados con el libro, como es la Feria de Miami.
La OFAC prohíbe a ciudadanos norteamericanos entrar en coproducciones cinematográficas con cubanos. De modo similar, este pulpo coercitivo persigue y sanciona a los ciudadanos de ese país que se involucren en coproducciones de terceros países para las producciones de audiovisuales que ameriten pagos o transacciones hacia instituciones o ciudadanos radicados en Cuba. Esto, por poner un ejemplo, imposibilita al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) brindar servicios a varias producciones fílmicas que podrían rodarse en Cuba.
A nuestros artesanos del Fondo Cubano de Bienes Culturales, también se les vuelven más caras las materias primas y las herramientas que necesitan importar para la creación y producción de artes plásticas y aplicadas. Por un metro de cristal opalino pagan en España hasta tres veces más que lo cuesta en el mercado estadounidense.
Con arrogancia y desprecio, las sucesivas administraciones del Imperio han ignorado, no solo las resoluciones adoptadas por la Asamblea General de la ONU que condenan el bloqueo, sino también las voces de nuestros intelectuales y artistas contra esta política criminal. Un reclamo respaldado por sus colegas estadounidenses, tal cual se lo ratificaron al Presidente cubano en un encuentro efectuado durante su más reciente visita.
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