¿Sin tiempo para los afectos?

¿Sin tiempo para los afectos?
Fecha de publicación: 
7 Julio 2023
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Foto tomada del sitio movidasana.com

La máquina de vapor de James Watt, el primer foco de Thomas Édison o el primer automóvil construido por Karl Benz demuestran que la tecnología ha sido clave en la evolución de la sociedad desde la Revolución Industrial desatada en la segunda mitad del siglo XVII. Luego, en la segunda parte del siglo XIX, con la invención del teléfono, la telegrafía, y después, en 1990, la aparición de internet, se dio el salto a lo que se conoce como Revolución Tecnológica. Se suponía, entonces, que las sociedades progresarían enfocadas en el bienestar de los seres humanos. Pero ¿qué sucedió?

Si bien es cierto que la vida de la gente se hizo más fácil y cómoda con aparatos como el refrigerador, la lavadora, el televisor,  la computadora, el celular... por otra parte, se desarrolló una economía del consumo que provocó una voluntad de comprar más de lo necesario, sumándole una gran presión al planeta.

Las personas fueron arrastradas por las estrategias de manipulación de la publicidad y —en su mayoría— asumieron acríticamente el papel de simples consumidores manipulables e insaciables.


 

En muchas sociedades, ahora mismo, el acto de comprar es considerado un símbolo de éxito y felicidad, aunque se ha demostrado por expertos de la psicología del consumidor que afecta negativamente el bienestar mental de las personas. Depresión, ansiedad, adicciones sociales y trastornos alimenticios están relacionados por la aceptación de los mensajes publicitarios que invitan a buscar el éxito social a través del consumo.

En una entrevista que le realizara la agencia EFE al expresidente Mujica, en referencia al consumismo, este reflexionó:

«Inventamos una montaña de consumo superfluo, y hay que tirar y vivir comprando y tirando. Y lo que estamos gastando es tiempo de vida, porque cuando yo compro algo, o tú, no lo compras solo con dinero, lo compras también con el tiempo de vida que tuviste que gastar para tener esa plata. Pero con esta diferencia: la única cosa que no se puede comprar es la vida. La vida se gasta, la vida no se repone. Y es miserable gastar la vida para perder libertad y que no te quede tiempo de vida para gastarlo en los afectos, que al final, es lo único que te vas a llevar. La vida no es solo trabajar, hay que dejarle un buen capítulo para la locura. Porque cuando hacemos cosas por obligación no somos libres. Somos libres cuando hacemos cosas que nos motivan, que nos gustan. Entonces no es solo una cuestión de riqueza, es una cuestión de felicidad».

Gráficas tomadas de Internet

Quizás en esta reflexión esté la explicación a la gran paradoja del porqué este mundo tiene cada vez más cantidad de gente que vive con infelicidad sin ser realmente pobres.

El filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, en su libro La felicidad paradójica, lo explica de esta manera: «las sociedades consumistas se emparientan con un sistema de estímulos infinitos, de necesidades que intensifican la decepción y la frustración, cuando más resuenan las invitaciones de felicidad al alcance de la mano. La sociedad que más ostensiblemente festeja la felicidad es aquella en la que más falta… aquella en que las insatisfacciones crecen más deprisa que las ofertas de felicidad. Se consume más, pero se vive menos; cuanto más se desatan los apetitos de compras, más aumentan las insatisfacciones individuales».

Y aunque esta civilización del despilfarro parece haber llegado a un punto de no retorno en cuanto a las atrocidades que comete a diario (sobreexplotación de los recursos del planeta, el deterioro del medio ambiente y la amenaza a nuestra propia supervivencia), está en manos de la misma humanidad cambiar ese orden de cosas.


Actualmente se extraen un 50% más de recursos naturales que hace 30 años. Si seguimos por ese camino necesitaríamos 3 planetas como la Tierra para poder seguir abasteciéndonos. Foto tomada de la web ecologiaverde.


Foto tomada del sitio movidasana

¿Cómo lo hacemos? El primer paso es convencernos, vivamos donde vivamos, de que la felicidad no está en consumir (eso es puro marketing). La felicidad está en disfrutar más de nuestro tiempo, en encontrar una auténtica realización personal a través del conocimiento, la cultura y las relaciones humanas. 

La otra parte es entender que no hay mejor forma de salvar nuestra especie que emplear nuestro breve paso por la Tierra en afectos. 

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