Ser cultos siempre será el único modo de ser libres

Ser cultos siempre será el único modo de ser libres
Fecha de publicación: 
8 Septiembre 2021
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Foto: ACN

Saber leer y escribir va más allá de una simple lectura o trazar con las manos líneas de ideas. Dominar conocimientos diversos es tener independencia intelectual, es poder sacar conclusiones propias y realizar análisis que eludan la superficialidad, es libertad y, además, valentía, porque cuando se está seguro de algo no hay titubeos que sirvan.

Hoy día, donde la cotidianidad muchas veces se construye sobre la base de discursos virtuales montados en plataformas multimediáticas como las redes sociales, se impone que cada persona tenga una mayor claridad y certeza de ideas y acciones para que no se dejen llevar por la vacilación del conocimiento y el relajo de supuestos voceros que no hacen más que tergiversar realidades.

En Cuba, si bien antes del triunfo de la Revolución la educación era obligatoria, muchos niños y familias sufrieron la desigualdad del sistema capitalista. Fue así que las comunidades más pobres fueron las más afectadas, y el analfabetismo se comportaba muy por encima en las áreas rurales que en las urbanas. La educación en aquella época era considerada deplorable.

De acuerdo con una investigación de la Lic. Alicia Rodríguez Valdés, Miembro de la Peña y Activista de la Comisión de Historia, publicada en la Asociación Cubana de las Naciones Unidas, en el año 1958 había en esta nación caribeña “un millón de analfabetos absolutos, más de un millón de semianalfabetos, 600 mil niños sin escuelas y 10 mil maestros sin trabajo”.

Contrariamente a lo que se vivió en ese momento, cuando el pueblo tomó el poder de las calles y el gobierno pasó a estar integrado por este mismo, la Campaña Nacional de Alfabetización marcó un antes y un después con el esfuerzo que se hizo para que los maestros llegaran a los campos y los campesinos aprendieran a leer y escribir.

Según el escrito de Rodríguez Valdés, con ese movimiento “por primera vez en muchos lugares apartados de la geografía cubana llegaba el desarrollo cultural al pueblo. En un año se alfabetizaron 707 mil analfabetos, se inició la educación de adultos y se crearon las facultades obreras y campesinas, que posibilitaron la apertura de las puertas de la universidad a los trabajadores”.

Un acápite del cual no se habla mucho fue la alfabetización de los ciegos, estrategia iniciada en 1979 con el propósito de integrar, instruir y no discriminar a los discapacitados en la sociedad. Para 1983, en Cuba ya habían más de 1500 invidentes que sabían leer y escribir en el lenguaje Braille. La UNESCO otorgó el premio Nadiezhda Krupskaia por tal logro.

Antes de esas fechas, el 22 de diciembre de 1961 el gobierno cubano ya había declarado cumplida la Campaña de Alfabetización y al país como Territorio Libre de Analfabetismo, es por ello que se tomó ese día como histórico para celebrar la labor que maestros jóvenes cubanos llevaron a cabo a lo largo y ancho del archipiélago a favor de la educación y la cultura.

Ese mismo día el Líder Histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz en un discurso expresaba, “hemos ganado una gran batalla, porque la victoria contra el analfabetismo en nuestro país se ha logrado con todas las reglas de una gran batalla. (...) Esa capacidad de crear, ese sacrificio, esa generosidad de unos hacia los otros, esa hermandad que hoy reina en nuestro pueblo”.

Cada 8 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Alfabetización, declarada por la Organización de las Naciones Unidas en 1965 con el objetivo de que años tras años se emparejen las desigualdades educativas que siguen existiendo en este siglo, que va más lejos de leer y escribir, pues con el auge de las nuevas tecnologías se trata de priorizar la alfabetización digital.

Dicha brecha no ha hecho más que ampliarse en los últimos años puesto que con la expansión de la Covid-19 por todo el mundo, los sistemas educativos se han visto afectados sobre todo en su modalidad presencial, por lo cual se ha tenido que migrar a la educación a distancia que es posible llevar si se cuenta con dispositivos y si se sabe trabajar con ellos.

Alfabetización para una recuperación centrada en las personas: reducir la brecha digital, es el lema para este 2021, oportunidad para hacer conciencia en los gobiernos e instituciones y disminuya cada vez más la tasa de analfabetismo educacional y tecnológico, fenómeno más superado en las naciones más desarrolladas, pero con mayor estancamiento en las más pobres.  

Comentarios

Marti
"¿Pero cómo establecería usted ese sistema de maestros ambulantes de que en libro alguno de educación hemos visto menciones, y usted aconseja en uno de los números de La América, del año pasado que tengo a la vista?" —Esto se sirve preguntarnos un entusiasta caballero de Santo Domingo. Le diremos en breve que la cosa importa, y no la forma en que se haga. Hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí, y son, sin embargo, la clave de la paz pública, la elevación espiritual y la grandeza patria. Es necesario mantener a los hombres en el conocimiento de la tierra y en el de la perdurabilidad y trascendencia de la vida. Los hombres han de vivir en el goce pacífico, natural e inevitable de la Libertad, como viven en el goce del aire y de la luz. Está condenado a morir un pueblo en que no se desenvuelven por igual la afición a la riqueza y el conocimiento de la dulcedumbre, necesidad y placeres de la vida. Los hombres necesitan conocer la composición, fecundación, transformaciones y aplicaciones de los elementos materiales de cuyo laboreo les viene la saludable arrogancia del que trabaja directamente en la naturaleza, el vigor del cuerpo que resulta del contacto con las fuerzas de la tierra, y la fortuna honesta y segura que produce su cultivo. Los hombres necesitan quien les mueva a menudo la compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos, y les haga el supremo bien de sentirse generosos: que por maravillosa compensación de la naturaleza, aquel que se da, crece; y el que se repliega en sí, y vive de pequeños goces, y teme partirlos con los demás, y sólo piensa avariciosamente en beneficiar sus apetitos, se va trocando de hombre en soledad, y lleva en el pecho todas las canas del invierno, y llega a ser por dentro, y a parecer por fuera, —insecto. Los hombres crecen, crecen físicamente, de una manera visible crecen, cuando aprenden algo, cuando entran a poseer algo, y cuando han hecho algún bien. Sólo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad. El que la busque en otra parte, no la hallará: que después de haber gustado todas las copas de la vida, sólo en ésas se encuentra sabor. —Es leyenda de tierras de Hispanoamérica que en el fondo de las tazas antiguas estaba pintado un Cristo, por lo que cuando apuran una, dicen: "¡Hasta verte, Cristo mío!" ¡Pues en el fondo de aquellas copas se abre un ciclo sereno, fragante, interminable, rebosante de ternura! Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno. Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza. La naturaleza no tiene celos, como los hombres. No tiene odios, ni miedo como los hombres. No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie. Los hombres siempre necesitarán de los productos de la naturaleza. Y como en cada región sólo se dan determinados productos, siempre se mantendrá su cambio activo, que asegura a todos los pueblos la comodidad y la riqueza. No hay, pues, que emprender ahora cruzada para reconquistar el Santo Sepulcro. Jesús no murió en Palestina, sino que está vivo en cada hombre. La mayor parte de los hombres ha pasado dormida sobre la tierra. Comieron y bebieron; pero no supieron de sí. La cruzada se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo. He ahí, pues, lo que han de llevar los maestros por los campos. No sólo explicaciones agrícolas e instrumentos mecánicos; sino la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hombres. El campesino no puede dejar su trabajo para ir a sendas millas a ver figuras geométricas incomprensibles, y aprender los cabos y los ríos de las penínsulas del Africa, y proveerse de vacíos términos didácticos. Los hijos de los campesinos no pueden apartarse leguas enteras días tras días de la estancia paterna para ir a aprender declinaciones latinas y divisiones abreviadas. Y los campesinos, sin embargo, son la mejor masa nacional, y la más sana y jugosa, porque recibe de cerca y de lleno los efluvios y la amable correspondencia de la tierra, en cuyo trato viven. Las ciudades son la mente de las naciones; pero su corazón, donde se agolpa, y de donde se reparte la sangre, está en los campos. Los hombres son todavía máquinas de comer, y relicarios de preocupaciones. Es necesario hacer de cada hombre una antorcha. ¡Pues nada menos proponemos que la religión nueva y los sacerdotes nuevos! ¡Nada menos vamos pintando que las misiones con que comenzará a esparcir pronto su religión la época nueva! El mundo está de cambio; y las púrpuras y las casullas, necesarias en los tiempos místicos del hombre, están tendidas en el lecho de la agonía. La religión no ha desaparecido, sino que se ha transformado. Por encima del desconsuelo en que sume a los observadores el estudio de los detalles y evolvimiento despacioso de la historia humana, se ve que los hombres crecen, y que ya tienen andada la mitad de la escala de Jacob: ¡qué hermosas poesías tiene la Biblia! Si acurrucado en una cumbre se echan los ojos de repente por sobre la marcha humana, se verá que jamás se amaron tanto los pueblos como se aman ahora, y que a pesar del doloroso desbarajuste y abominable egoísmo en que la ausencia momentánea de creencias finales y fe en la verdad de lo Eterno trae a los habitantes de esta época transitoria, jamás preocupó como hoy a los seres humanas la benevolencia y el ímpetu de expansión que ahora abrasa a todos los hombres. Se han puesto en pie, como amigos que sabían uno de otro, y deseaban conocerse; y marchan todos mutuamente a un dichoso encuentro. Andamos sobre las olas, y rebotamos y rodamos con ellas; por lo que no vemos, ni aturdidos del golpe nos detenemos a examinar, las fuerzas que las mueven. Pero cuando se serene este mar, puede asegurarse que las estrellas quedarán más cerca de la tierra. ¡El hombre envainará al fin en el sol su espada de batalla! Eso que va dicho es lo que pondríamos como alma de los maestros ambulantes. ¡Qué júbilo el de los campesinos, cuando viesen llegar, de tiempo en tiempo, al hombre bueno que les enseña lo que no saben, y con las efusiones de un trato expansivo les deja en el espíritu la quietud y elevación que quedan siempre de ver a un hombre amante y sano! En vez de crías y cosechas se hablaría de vez en cuando, hasta que al fin se estuviese hablando siempre, de lo que el maestro enseñó, de la máquina curiosa que trajo, del modo sencillo de cultivar la planta que ellos con tanto trabajo venían explotando, de lo grande y bueno que es el maestro, y de cuándo vendrá, que ya les corre prisa, para preguntarle lo que con ese agrandamiento incesante de la mente puesta a pensar, ¡les ha ido ocurriendo desde que empezaron a saber algo! ¡Con qué alegría no irían todos a guarecerse dejando palas y azadones, a la tienda de campaña, llena de curiosidades, del maestro! Cursos dilatados, claro es que no se podrían hacer; pero sí, bien estudiadas por los propagadores, podrían esparcirse e impregnarse las ideas gérmenes. Podría abrirse el apetito del saber. Se daría el ímpetu. Y ésta sería una invasión dulce, hecha de acuerdo con lo que tiene de bajo e interesado el alma humana; porque como el maestro les enseñaría con modo suave cosas prácticas y provechosas, se les iría por gusto propio sin esfuerzo infiltrando una ciencia que comienza por halagar y servir su interés; —que quien intente mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones, sino contarlas como factor importantísimo, y ver de no obrar contra ellas, sino con ellas. No enviaríamos pedagogos por los campos, sino conversadores. Dómines no enviaríamos, sino gente instruida que fuera respondiendo a las dudas que los ignorantes les presentasen o las preguntas que tuviesen preparadas para cuando vinieran, y observando dónde se cometían errores de cultivo o se desconocían riquezas explotables, para que revelasen éstas y demostraran aquéllos, con el remedio al pie de la demostración. En suma, se necesita abrir una campaña de ternura y de ciencia, y crear para ella un cuerpo, que no existe, de maestros misioneros. La escuela ambulante es la única que puede remediar la ignorancia campesina. Y en campos como en ciudades, urge sustituir al conocimiento indirecto y estéril de los libros, el conocimiento directo y fecundo de la naturaleza. ¡Urge abrir escuelas normales de maestros prácticos, para regarlos luego por valles, montes y rincones, como cuentan los indios del Amazonas que para crear a los hombres y a las mujeres, regó por toda la tierra las semillas de la palma moriche el Padre Amalivaca! Se pierde el tiempo en la enseñanza elemental literaria, y se crean pueblos de aspiradores perniciosos y vacíos. El sol no es más necesario que el establecimiento de la enseñanza elemental científica. La América, Nueva York, mayo de 1884. Reproducido en Obras completas. Volumen VIII. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963. 288-92.

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