Picasso, la nostalgia y el azul (+ obras)
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Collage realizado con imágenes descargadas de Internet
Para muchos pensar en Picasso es visualizar “El Guernica” (1937), o una de las tantas piezas de las series “Las Meninas” (1957) o la bella Sylvette (1954). Es muy vasto el recorrido creativo del pintor y escultor español, con miles de obras presentes en los museos más famosos y en colecciones privadas del mundo. Hoy hablaremos sobre su período azul, al principio de su carrera.
Primero, un breve resumen. Pablo Ruíz Picasso (1881-1973), creador del cubismo, es considerado uno de los artistas españoles de más renombre en el silgo XX, de gran influencia para generaciones posteriores. Además de la pintura destacó en otras manifestaciones como el dibujo, la ilustración, el diseño, el grabado, la cerámica, y la escultura; y transitó por corrientes como realismo, surrealismo, figurativo y abstracto, por lo cual, su portafolio es bastante amplio.
Entre los años 1901 y 1904 la obra del joven Picasso destacó por poseer tonos azules de diversas intensidades. Se encontraba, digamos, buscando su estilo, innovando, y se percibe un matiz de nostalgia. De hecho, los tonos fríos a veces son asociados con sentimientos apagados, de dolor. Sugiere muy bien estados de ánimo asociados.
De acuerdo con las referencias, el inicio de esta etapa coincide justo cuando su íntimo amigo Carlos Casagemas se suicidó en febrero de 1901, un evento que le provocó tristeza a Picasso. Fue tal la huella afectiva, que en ese momento hubo una ruptura en su manera de concebir el arte, y fue casi repentino el tránsito hacia su llamado periodo azul.
En “La muerte de Casagemas” (1901) se evidencia un ligero tono azulado que progresivamente se intensificó hasta que ya fue incuestionable su predilección cromática. Imagen tomada de https://arthive.com.
“El entierro de Casagemas” (1901) es uno de los tantos homenajes que le rinde Picasso a su amigo. Aquí se puede ver con mayor claridad el excesivo uso de tonos fríos y apagados en una escena desgarradora como un sepelio. Imagen tomada de https://blocdejavier.wordpress.com.
Además de la sensibilidad despertada por la desgracia de Casagemas, también fue una época de dificultades. Picasso intentaba vivir de la pintura en un país ajeno, donde experimentó pobreza, soledad y desesperanza. Esto se notaba no solo por la paleta de colores sino por la forma de pintar figuras humanas distorsionadas, como sugerencia de decaimiento moral, físico y anímico.
La melancolía y el pesimismo le llevó a fijarse en los marginados mientras mantenía una vida algo bohemia. La gente que normalmente pocos advertían fue la que le motivó en aquel tiempo a pintar, siempre con un dejo triste y simbólico de desesperación y tragedia. Es así como aparecieron borrachos, ciegos, mendigos, prostitutas…
Sin embargo, entendidos en el tema estiman que en estos años concibió sus obras más enigmáticas. Le interesaba denunciar las miserias humanas. Y no obstante de las penurias, de estar dividido entre Barcelona y París, fue muy prolifero, pintaba muchísimo. Conoció personas del arte, y esto le ayudó a estudiarlos, a moldear su talento, a incursionar en diferentes corrientes mientras creaba sin parar con ese dejo de pena y estremecimiento que se aprecia en la mayoría de sus lienzos de entonces.
Incluso se pintó a sí mismo con aires semejantes.
“Gran Autorretrato azul” (1901), aquí se puede ver a un Picasso muchacho, pálido, demacrado con pómulos sobresalientes, y una mirada enajenada. Así se veía. Así de excesiva era su percepción. Imagen tomada de https://www.swissinfo.ch.
Concebir numerosos cuadros monocromáticos, con un uso casi exclusivo del azul, fue bastante insólito para la historia del arte hasta ese momento, y constituyó la primera identidad artística de Picasso, de madurez, pasando por el dolor y una manera muy particular de personalizarlo en individuos comunes. Se entrevé influenciado por otros artistas como “El Greco” (1541-1614), Van Gogh (1853-1890) y Gauguin (1848-1903).
Un Picasso muy joven e impresionable, sin dinero ni trabajo estable, con el desafío de vivir en la capital mundial del arte, aprendió con los golpes la dureza de sobrevivir en un entorno real y cruel. Necesitaba drenar, y encontró el modo de hacerlo distinto, alejado de la vanguardia. Fue en esos años cuando pintó sus primeras obras maestras, “El viejo guitarrista ciego” (1903), “El viejo judío” (1903) y “La celestina” (1904) que mostramos a continuación.
Imagen tomada de https://celestinavisual.org
“Autorretrato con desnudo acostado” (1903) nos indica que, además de la morriña, durante su periodo azul mostró también contenidos de maternidad y una faceta erótica que contrasta con aquellos lienzos dramáticos y sentimentales que rozan la penuria. Imagen tomada de https://museupicassobcn.cat.
“La vida” (1903), es una de sus piezas más importantes, por su complejidad y significado. Expertos consideran que en ella se resumen la mayor parte de los temas y la atmósfera del momento creativo, introspectivo y melancólico. Imagen tomada de https://www.3minutosdearte.com.
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