OPINIÓN: Que la alegría venza al dolor

OPINIÓN: Que la alegría venza al dolor
Fecha de publicación: 
6 Noviembre 2022
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Que el bloqueo gringo sea el principal culpable de nuestros graves problemas materiales y espirituales no significa desconocer los errores propios, bajar la guardia, no enfrentarlos por ignorancia, complacencia, ceguera, blandenguería. Existen fuerzas internas luchando, de una manera u otra, sucias todas, a favor del regreso de una sociedad injusta, en alianza con el enemigo externo. Fidel, en el discurso del primero de mayo del año 2000, señaló la necesidad de “...desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional”.

El Comandante en Jefe, en ese mismo texto, expresó: “Revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado...”, que no indica soslayar las alas porque sostengamos los pies en la tierra en este mundo náufrago, donde nada queda fuera de los boquetes de la putrefacción. Si son pasos dialécticos verdaderos, no pueden aplastar nuestros valores, ni “violar principios éticos”.

¿Qué seremos sin “modestia, desinterés, altruismo, solidaridad, heroísmo...” cuando debemos “luchar con audacia, inteligencia, realismo…por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo...?” La esencia de aquellas cualidades no puede ser cambiada. Las transformaciones se realizan para que la Revolución sea más Revolución, para que la edificación del socialismo, cercados y rodeados de sinvergüencerías, tenga el andar sólido.
 
José Martí indicó que, en ocasiones, en la vida hay que hacer como el saltador de longitud: ir hacia atrás para lograr mayor impulso y llegar más lejos. Las propiedades menos colectivas, incluso las mixtas, existen para ese fin y forman parte de esos cambios. En nuestro caso, debemos cuidarnos de quienes quieren quedarse atrás o clavar los pinchos en la derecha. Sea por confusión o perversidad, ¡cómo intentan confundir y confunden! Y hay que fortalecer mucho más las propiedades de todo el pueblo.
 
Jamás de espalda al combate de clases, ideológico, en cualquier trinchera de la existencia, tan necesitado de inteligencia y tacto, de ejemplo y creatividad, sin flojedad ni extremismo, en medio de una fase donde el imperialismo ha apretado el cerco y hemos cometido debilidades por donde los oponentes se cuelan, las dimensionan y agregan mentiras, con el uso maligno de las redes sociales en la primera línea, que bien utilizadas son una bendición y muestran la capacidad alcanzada por los seres humanos. Quienes las usan como alacranes o fieras han dejado de ser personas.

Urge hacer realidad la concepción marxista de a cada cual según su trabajo. También la martiana; cada individuo debe recibir lo que merece: equidad, nunca el igualitarismo, injusto en lo moral y lo económico en la fase actual nuestra.
 
El mercado no debe dominarnos: es instrumento, no fin. La salud y la educación no pueden ser privadas: ¿qué clase de socialismo sería ese…? Tampoco eso equivale a olvidar a los más débiles. Los revolucionarios debemos batallar para formar a todos, sin ser candil de la calle y oscuridad de la casa. Hay que ir más allá del ejemplo, lo que es primordial: hay que saber convencer sin discursos de barricadas a destiempo, separados del teque, o nos huirán como el diablo de la cruz.

Hay hechos comunistas ya en esta fase sin tener el socialismo construido: las donaciones voluntarias de sangre, el apoyo de diversas formas a otros países sin pedir nada a cambio —¿cómo hablar de Revolución sin incluir el internacionalismo?—, el trabajo voluntario, la labor constructiva de los trabajadores del sector en sus propios centros escolares, artísticos u hospitales. Está también en la solidaridad mostrada durante la pandemia y no solo en Cuba, ante los accidentes en el hotel habanero y en Matanzas, frente a los golpes del huracán a Pinar del Río. Lo que debemos lograr es conducir esa actitud a lo cotidiano.

Estos planteamientos de José Martí me han ayudado a no ser un tonto idealizador: “Un pueblo es composición de muchas voluntades, viles o puras, francas o torvas. Hay que deponer mucho, que atar mucho, que sacrificar mucho, que apearse de la fantasía, alzando por el cuello a los pecadores”.

Tampoco me asustan ciertos vaivenes: la marcha de los acontecimientos no va en línea recta en ningún ámbito. Estas palabras del comunista José Carlos Mariátegui me han alimentado: “No se ha inventado aún la revolución anestésica, paradisiaca… y es indispensable afirmar que el hombre no alcanzará nunca la cima de su nueva creación, sino a través de un esfuerzo difícil y penoso, en que el dolor y la alegría se igualarán en intensidad".

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