Las guerras nunca son locales
especiales

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Ya sabemos que los conflictos bélicos son un asunto muy serio. No hay arista positiva, las guerras causan destrucción en todos los sentidos. Además de en lo social con muerte y enfermedad, con familias mutiladas, marcadas para siempre por el dolor, la ausencia y los traumas, también acaban con el patrimonio, sepultan la cultura y la historia.
Todo esto ya lo sabemos, y es lamentable que aún así no se consiga solución pacífica a los altercados que existan. Sin embargo, un tema que poco se menciona es el gran impacto que tienen en el medioambiente. Son graves las consecuencias para el planeta, y muchas persisten por demasiado tiempo como una herida abierta.
Solo hay que pensar en cómo las guerras se han convertido en eventos sin igual. Ya nada es con tropas a caballo o a pie que se baten con el uso de armas filosas o fusiles, hace mucho tiempo se desarrolla enormemente el mundo armamentístico con la idea de ser mortífero y acabar al contrario en un dos por tres.
Armas cada vez más poderosas y municiones muy potentes que generan explosiones y levantan nubes de humo que no son más que gases, toxinas y un montón de residuos como metales pesados de tipo plomo, mercurio y uranio que contaminan también suelo y aguas.
O sea, el daño es a todos los ecosistemas porque con los bombardeos en zonas edificadas se destruyen instalaciones y esos derrumbes generan polvaredas que arrastran sustancias como el asbesto que afecta la calidad del aire que respiramos.
Por si fuera poco, los ejércitos devastan la biodiversidad porque suelen talar árboles de manera masiva lo mismo para construir infraestructura militar como para privar al enemigo de cobertura. Además, las bombas y las minas terrestres también eliminan todo a su paso, desde la planta hasta la fauna.
Esa deforestación es irreversible, y ya sabemos cuánto demora en formarse un pequeño bosque. Imagine este escenario en varios puntos de la Tierra y sabrá porqué hay hábitats y poblaciones animales que ya no existen o se encuentran gravemente amenazados, en peligro de extinción.
Esto sin contar las armas químicas y nucleares, que ya es lo máximo a lo que ha llegado la humanidad en su obsesión de exterminio masivo. Recordemos cómo terminó la Segunda Guerra Mundial y que probablemente aquellas detonaciones contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, más sus experimentos anteriores, hayan sido el impulsor del cambio climático.
Sí, porque no existe manera de controlar un suceso así. Si con la Primera Guerra Mundial el planeta sufrió enormes cantidades de emisiones contaminantes hacia a la atmósfera, con las bombas nucleares la escalada fue magnánima. Tanto los ensayos como las explosiones de entonces tuvieron efectos importantes para la salud de las personas que han sido muy evidentes en malformaciones genéticas y cáncer, por ejemplo.
Imagen tomada de https://www.atmosfera.unam.mx/
Se estima que la contaminación del suelo permanecerá por miles de años, y similar ocurre con la alteración de ecosistemas marinos por la radiación persistente. El aire es de los ambientes que más sufren porque los incendios y las explosiones que generan los enfrentamientos liberan grandes cantidades de carbono, CO₂ y partículas finas. Y esto, no se queda en el área determinada, con el viento se esparce y llega a todos.
No creamos que las contiendas se circunscriben a la zona en pugna. No, no existe burbuja real, lo que acontece en el Oriente Medio nos llegará hasta el Caribe. No tengamos duda de ello. Miremos cómo el derretimiento de los glaciales, tan alejados, nos toca de alguna manera.
Entendamos, la industria bélica contribuye al calentamiento global y deteriora los asentamientos poblacionales. Además del perjuicio a las instalaciones, se estropean los sistemas de agua y alcantarillado, se pierden cultivos y suelo fértil, se acelera la desertificación. ¿Y esto qué ocasiona? ¿A quién afecta?
No es todo, se alteran las rutas de las especies migratorias, y esto impacta en la biodiversidad porque la vida es un sistema. Similar ocurre por los derrames de petróleo en ríos y mares. Nefasto es si las agresiones llegan a centrales nucleares. En ese caso el riesgo químico sería de grandes dimensiones, podría causar un desastre radiactivo regional.
El enfoque mediático de una guerra suele estar enfocado a lo político y humanitario, pero la huella en la naturaleza es inmensa. Los recursos naturales son limitados y la recuperación a veces se estima en siglos. Este es un plazo demasiado largo para mirarlo de manera positiva, sobre todo porque vivimos ya, de antemano, en un planeta que siente las consecuencias directas del cambio climático.
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