La vida en versos: ¿podemos olvidar...?
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La vida, con todo y la muerte, con las guerras que comienzan con la arrogancia de los imperios y acaban con todo; los gritos de dolor, el silencio también de dolor, se han hecho poesía como una forma de combatir, denunciar, resistir...
Seis de agosto, del poeta japonés Sankichi Tōge, se inscribe en una corriente literaria denominada Genbaku bungaku o literatura de la bomba atómica.
Esta expresión plasmó la voz de los hibakusha, como se conoce a los supervivientes de las bombas atómicas, una lírica descarnada, desgarradora, porque de semejante holocausto no hay manera de salvarse, aunque se conserve la vida.
En estos días en que los poderosos vuelven a jugar con bombas como si unas vidas valieran más que otras, ahora que el mismo enemigo del mundo nos amenaza con la misma prepotencia de siempre, es urgente preguntarse: ¿podemos olvidar?
Seis de agosto
¿Podemos olvidar ese destello?
súbitamente 30 000 desaparecieron en las calles
en las profundidades despedazadas de la oscuridad
los alaridos de 50 000 se desvanecieron
Cuando los remolinos de humo amarillo se dispersaron
edificios se quebraron, puentes colapsaron
trenes repletos se detuvieron calcinados
y una interminable acumulación de escombros y brasas – Hiroshima
poco después, una línea de cuerpos desnudos caminando en grupos, llorando
con la piel colgando como harapos
manos en pechos
pisando materia cerebral desmoronada
ropa quemada cubriendo caderas
cuerpos yacen en el suelo de la procesión como estatuas de piedra de Jizō, dispersos por doquier
en las orillas del río, tirados uno encima de otro, un grupo que se había arrastrado hacia una balsa atada
que también poco a poco se transformaron en cadáveres bajo los abrasadores rayos del sol
y bajo la luz de las llamas que atravesaron el cielo del atardecer
el lugar donde madre y hermano menor fueron prensados vivos
también fue envuelto en llamas
y cuando el sol matutino brilló sobre un grupo de colegialas
que habían huido y estaban tiradas
en el piso de la armería, sobre excrementos
sus vientres hinchados, un ojo aplastado, la mitad de sus cuerpos en
carne viva con la piel desollada, sin pelo, sin poder decir quién era quién
todo había dejado de moverse
en un estancado, ofensivo olor
el único sonido las alas de las moscas zumbando alrededor de las
bacinicas metálicas
ciudad de 300 000
¿podemos olvidar ese silencio?
en esa quietud
la poderosa atracción
de las cuencas vacías de las esposas y niños que no regresaron a casa
que nos desgarró el corazón
¿¡puede ser olvidado!?












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