¿La timidez es un lastre?
especiales
Fotografía tomada de https://www.bbmundo.com
Las personas tímidas siempre hemos asumido este “miedo social” como el impedimento número uno para cada asunto en nuestras vidas. Pienso en mi niñez retraída, en la adolescencia igual con limitaciones para interactuar, y de manera general en el desarrollo afectivo y emocional torcido, sin saber cómo canalizar situaciones comunes.
La timidez medió siempre en mi desempeño estudiantil, me disminuyó. Y yo sabía que podía ser mejor, pero me avergonzaba ser observada, por ejemplo, si me indicaban escribir en el pizarrón, responder en voz alta y de pie, o leer un párrafo. De repente no podía hacerlo correctamente, me preocupaban todos esos ojos sobre mí. Hablaba muy bajito y enredado, y sabiéndome los contenidos era capaz de trocarlo todo, o de enmudecer.
Todavía hoy tengo pereza articulatoria. Es una frustración tremenda, y ha sido así en todo momento, no solo para la instrucción, también para socializar, para conocer personas y relacionarme. Increíble es que haya decidido estudiar una carrera que tiene que ver con todas las formas de la comunicación, y que luego me dedicara al periodismo cuando mi vida ha estado mediada por la timidez en cada nivel.
Quizás creí que retándome podía superar todas esas barreras que arrastro desde niña. Pero no, ser introvertida es mi personalidad, ser callada y aislada es más que una voluntad. Soy así. Tengo miedo escénico, soy selectiva para relacionarme con los demás, y las corazas las establezco para protegerme.
He cambiado, no soy la de antes, me esfuerzo hasta cierto punto. Sigo siendo tímida, pero ya no en todos los contextos. Sin embargo, lo continúo sufriendo, a veces me paraliza. Este mundo no está hecho para la gente entumida. La sociedad está diseñada por extrovertidos y narcisistas, y por eso somos vistos con recelo, como si nos faltara “algo”.
Es cierto, nos falta, es un lastre ser así, pero no somos menos ni tampoco bichos raros. Tener miedo es también una emoción válida. Lo importante es lograr un ambiente de confianza para no espantar, para que las personas tímidas —sobre todo en la niñez— consigan a su ritmo mimetizarse, adaptarse, y que en el futuro puedan ser adultos sin tanto trastorno ni sentimientos de inferioridad.
Es lo que me parece adecuado. No obstante, el mundo no tiene tiempo para esperar, y arrasa con todo a su paso. No importa que en ese proceso de supuesta evaluación social los tímidos no solo nos sintamos incómodos y limitados, que experimentemos palpitaciones, temblores, sudoraciones, sonrojos, tartamudeos, y hasta tengamos reacciones raras como huir de los lugares y las personas, además de la maraña mental y el estrés que nos genera.
Es bastante común. Leí hace algún tiempo que la Organización Mundial de la Salud aseguraba que en el mundo, trece de cada cien personas son tímidas. Lógicamente somos minoría, pero no es tan absurdo querer cuidarse de los demás hasta conocerlos o dominar el escenario. La suspicacia no es tan ilógica, mantenerse al margen no es tan desacertado.
Lo negativo es requerir a todos por igual, exigir confianza. Deberíamos ser más observadores y empáticos, tratar a cada persona de manera personalizada, de acuerdo con sus características, sin forzar comportamientos. Es más, si el mundo fuera un poco más atento se daría cuenta de que los tímidos pueden ser valiosos porque suelen ser sensibles, discretos, mesurados, no les importa acaparar la atención, son reservados, y estas son características positivas.
Añadir nuevo comentario