La «protección» de su careta: ¡Alerta, coronavirus!
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Foto: Tomada de la BBC.
Entre los nuevos descubrimientos en torno al nuevo coronavirus científicos japoneses, a partir de un estudio con una supercomputadora, declararon recientemente que las caretas protectoras de material plástico no garantizan máxima seguridad contra el SARS-CoV-2.
Aunque para algunas personas el resultado no amerite importancia, lo cierto y alarmante es que en algunas poblaciones se suele apreciar cierta tranquilidad y confianza al portar estos accesorios con la excusa de evitar las mascarillas y las incomodidades que conlleva su uso.
De acuerdo con la versión digital en español de la cadena de televisión internacional RT, para el experimento a cargo del centro Riken, fue utilizada la computadora Fugaku, considerada la más rápida a nivel mundial, con la cual se dictaminó “las caretas son ineficaces por sí solas para detener la propagación del virus”.
Makoto Tsubokura, quien estuvo al mando del experimento, detalló que con la simulación de un flujo de aire y el empleo de gotas de diferentes tamaños “desde un micrómetro hasta varios cientos de micrómetros (…) casi el ciento por ciento de las gotas aerotransportadas de un tamaño menor a 5 micrómetros lograron salir, a pesar del uso de la careta”.
Tsubokura aclaró que estos aditamentos sólo logran detener el paso de gotas mayores a 50 micrómetros, por lo cual aseguró los nasobucos otorgan mayor protección frente a las caretas. También sugirió a quienes prefieran utilizarlas sin tapabocas por debajo, hacerlo sólo en condiciones al aire libre o habitaciones que dispongan de buena ventilación.
A pesar de que las mascarillas continúan siendo una de las más válidas estrategias para suprimir los niveles del contagio de la Covid-19, no deben subestimarse otras como el distanciamiento físico, el lavado frecuente de las manos, el rastreo y puesta en cuarentena de casos positivos y el aumento constante de PCR.
La situación epidemiológica mundial continúa siendo el mayor de los problemas y constantes preocupaciones de una comunidad científica y sanitaria agotada tras meses de intensas jornadas laborales, que, para mal, ya recibe el alza de números de contagios y muertes que ya se tenían previstos en el rebrote cercano a producirse a finales de año.
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