El judo vino a Cuba de manos del amor

El judo vino a Cuba de manos del amor
Fecha de publicación: 
19 Febrero 2023
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En el libro de Efemérides Deportivas (Editorial Deportes, 2018), de Mario Torres de Diego, se lee que el 21 de febrero de 1951: “Llega a La Habana, para quedarse definitivamente, luego de casarse con una cubana, el finlandés criado en Bélgica y experimentado profesor André Kolychkine Thompson, quien es ampliamente conocido por haber introducido el judo en Cuba y formado a centenares de jóvenes en este arte marcial en el cual llega hasta el octavo dan”.

Pues esta disciplina arribó a la Mayor de las Antillas de manos del amor. Así comenzó a forjarse un nuevo amor, solidificado cuando el deporte fue convertido en un derecho del pueblo, sobre todo después del 23 de febrero de 1961 con el nacimiento del Instituto Nacional de Educación Física, Deporte y Recreación (Inder), surgido desde las entrañas de la Dirección General de Deporte, preámbulo del gran salto del movimiento atlético oficializada el 23 de diciembre de 1959 por la Ley 638.

La libertad posibilitadora de este y aún más esenciales avances no vino desde los celajes a bordo de una carroza guiada por angelitos. La trajo el triunfo de la violencia necesaria de los más sobre la de los menos tan protegidos por hordas criminales.


El introductor del judo en Cuba: André Kolychkine Thompson.

Entre quienes lucharon por esa justa victoria estuvo un cinta negra segundo dan: José Ramón Rodríguez López (La Habana, 17-8-1937 / La Habana, 11-8-1957) jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio en el Vedado, con acciones en otros territorios y gran influencia dentro del estudiantado. Alumno de la carrera de Arquitectura en la Universidad de La Habana, el Temerario, así lo nombraban, utilizaba sus habilidades atléticas para enfrentar a los esbirros, y las trasladaba a sus compañeros para que hicieran lo mismo. Varios policías lo asesinaron a balazos.    

Judocas que inician su aprendizaje; ases escolares, juveniles, nacionales centroamericanos, panamericanos, olímpicos; instructores... casi todos ustedes visten el kimono y concurren al tatami por seres humanos como José Ramón: sin aquel batallar prevalecerían las bofetadas discriminatorias contra el origen social, la potencia menor del bolsillo, el color de la piel, el territorio de residencia, el sexo...

Con tanta de África en su piel y su sangre, en aquella sociedad prostibularia, ¿el cotorrense Ronaldo Veitía hubiera podido ser exaltado al Salón Internacional de la Fama de Judo y convertirse en el más destacado entrenador cubano de la historia del arte marcial forjado por el japonés Jigoro Kano, y uno de los grandes de la época? Por semejantes razones, ¿podría ser el guanajayense Héctor Rodríguez el primer latinoamericano titular olímpico de la disciplina, al imponerse en la división de los 63 kilos en Montreal 1976?

Nuestras muchachas en su etapa más boyante integraron el mejor seleccionado del mundo entre las damas, obra del “escultor” Veitía. Y su guía creó a la artemiseña-pinareña Idalys Ortiz, la primera figura de este deporte en su patria por encima aún de ser la más premiada. Es una de las más brillantes atletas cubanas de todos los tiempos.

Iluminan las campeonas olímpicas: Idalys, Odalis Revé, Driulis González, Legna Verdecia y Sibelis Veranes. ¡Ay Driulis, cómo duele que lanzaras al olvido tantas hazañas hermosas, incluso las propias...! Luces desde Daíma Beltrán, Yanet Bermoy, Estela Rodríguez, Amarilis Savón, Yurisel Laborde, Yurisleidis Lupetey.

Todas y todos dieron lo mejor de sí en el adiestramiento y los combates, pero de no contar, como contaron, con el apoyo adecuado de su pueblo y del movimiento deportivo, el ascenso les sería harto difícil, y hasta imposible en el peor de los casos.

Torres de Diego dice en su libro: “(Kolychkine) Preside la Comisión Técnica de Judo desde principios de 1959. Es acreedor del doctorado en Ciencias del Instituto de Ciencias Médicas Victoria de Girón, donde inaugura en 1999 una cátedra honorífica que lleva su nombre. Fallece en Cuba, país al que dedicó lo mejor de su vida y su deporte, a los ochenta y cuatro años”. La joya que André trajo a la Mayor de las Antillas, gracias al amor de pareja, resplandecería porque un amor supremo llegó al poder y la enriqueció.

 

Comentarios

Muy buen artículo. El Profesor se lo merece. Gracias por escribirlo. Mi hermano el Dr Rodolfo Jorge Agostini fallecido en Angola en Nov de 1977 fue uno de sus alumnos preferidos y tenía el 3er Dan de cinta negra.
Gracias Profesor Joaquín usted nunca falla. Siempre nos sorprende con escritos magistrales.

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