El Club Antiglobalista: El nazismo en Ucrania es real y tiene raíces históricas

El Club Antiglobalista: El nazismo en Ucrania es real y tiene raíces históricas
Fecha de publicación: 
7 Abril 2022
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Imagen principal: 

Stefan Bandera fue el líder colaboracionista nazi ucraniano durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1945 concluyó la Segunda Guerra Mundial y la matanza dejó detrás a más de 20 millones de muertos en la entonces Unión Soviética. Alemania había aplicado desde el primer día de su Operación Barbarroja una política de exterminio de los pueblos eslavos. No solo porque los nazis consideraban a los habitantes del este como subhumanos, sino porque en la ideología germana debía producirse un “espacio vital” que se extendiera a todo lo largo de Eurasia y que diera paso a un nuevo orden, donde los alemanes poblarían y expandirían su cultura, idioma y productividad. Por ende, la guerra no tuvo hacia Rusia y los pueblos del este la misma connotación por ejemplo que contra Inglaterra, a quien Alemania consideraba una “potencia nórdica” y que, de hecho, le había ofrecido condiciones de paz en 1940 en las cuales se respetaría el Imperio Británico de ultramar, a cambio de que Berlín tuviera mano libre en el este. Por ende, la Gran Guerra Patria contra el nazismo tiene en los rusos un significado visceral, en el cual les va la vida, la esencia y la sangre. No es un tema como para tomarlo a la ligera. 

Ahora bien, antes de la guerra, los procesos de formación de la Unión Soviética no estuvieron desmarcados de contradicciones. Lenin había proclamado el principio de autodeterminación de los pueblos, que desmantelaba el Imperio Zarista y dejaba libres a las naciones. Sin embargo, en la génesis del poder soviético se dieron errores en la relación con las nacionalidades, los cuales fueron usados por los nazis luego en su invasión. En particular, Stalin tuvo contradicciones con sectores de colonos campesinos de cierto status, que se negaban a la colectivización, lo cual generó un enfrentamiento que empobreció a Ucrania y creó una hambruna de considerables proporciones. Ante la llegada de los alemanes, la herida estaba abierta y colaboracionistas como Stefan Bandera abrazaron la ideología racial nazi, según la cual la tierra ucraniana tenía dos orígenes: uno era nórdico escandinavo y por ende alemán, otro era eslavo. En la lógica de los fascistas, el segundo pueblo era prescindible y se procedió al exterminio. El revanchismo de sectores que habían estado en pugna con Moscú halló en esta tendencia una válvula y un sentido a lo largo de la guerra. Los alemanes llegaron a ser recibidos como libertadores en no pocos sitios ucranianos, a pesar del nefasto proceder de los invasores. 
Ese germen nazi ucraniano quedó como un imaginario y una tendencia cultural siempre que surgieron grupos antirrusos en la sociedad. 

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos usa a los nazis, incluso a miembros del gobierno del Tercer Reich, en diversas operaciones junto a agencias como la CIA, el FBI e incluso la NASA (ver el papel de uno de esos ex nazis en la operación Paperclip). Carniceros como Klaus Barbi, que llegó a ejecutar miles de personas, fueron a dar a Bolivia, Chile, Argentina, Brasil, en paraísos en los cuales seguían aportando como agentes de sus nuevos amos. Esta práctica se mantuvo incluso en tiempos del derrumbe del socialismo en Europa del Este, cuando los norteamericanos comenzaron a usar la sociedad civil como caballo de Troya para demoler sistemas políticos. 

Desde mucho antes de la caída de Yanukovich en 2014, se venía fraguando un cambio para alejar a Ucrania de Rusia y convertirla en un arsenal de la OTAN. Lógicamente, la ideología que se utilizó para ello fue una vez más el nazismo, enraizado en grupos racistas y de la extrema derecha de Kiev. En 2007 se organizó en Ternopol un congreso de nazis con la finalidad de unirse con los yihadistas y luchar contra Rusia.  En ese evento, uno de los vicepresidentes era el nazi ucraniano Dimitro Yarosh y al emir checheno Doku Umarov. Después de esto, ambos grupos intentaron establecer un Emirato Islámico en Chechenia, lo cual hizo que los rusos pusieran su mira en el fenómeno del fundamentalismo musulmán como una amenaza existencial para su país. En 2013, aprovechando ya el marco creado con el congreso, la OTAN le ofreció entrenamiento en Polonia a los nazis de Yarosh, los que luego utilizó en la operación de cambio político de 2014, que derribó a Yanukovich y que tuvo como escenario una revolución de colores al más fiel estilo de la Open Society Foundations de George Soros. De hecho, los nazis con sus banderas estaban presentes en la Plaza Maidan, pero la prensa occidental recibió órdenes de no abordar ese tema, ni siquiera visibilizarlo. 

La operación con los nazis de la OTAN estuvo vinculada al protagonismo de Victoria Nuland en la caída del régimen prorruso y la instauración de un títere de la Casa Blanca. Para el discurso de la funcionaria norteamericana, los batallones nacionalistas eran “patriotas” que luchaban contra el imperialismo de Moscú. Lo cierto es que el nombramiento de 5 ministros nazis en el nuevo gabinete trajo consigo que las provincias de Lugansk y Donetsk decidieran irse de Ucrania mediante referendo. Una vez más estaba pesando el pasado oprobioso y de exterminio, además del peligro real de que la ideología racial nazi comenzara a vulnerar los derechos humanos de la población ruso hablante. El flamante presidente Petro Porochenko organizó los batallones de nazis y los envió a pelear contra las provincias rebeldes, un enfrentamiento que tomó entonces tintes raciales, culturales, étnicos y que fue creciendo en el tono y en el número de muertos (20 mil según Rusia, 13 según Ucrania). 
 

-¿Qué es lo que EE.UU. debería saber sobre el batallón nazi de Azov, que opera como milicia en Ucrania?
-Son lo que son y forman parte del Ejército ucraniano

Por algún motivo, Fox News decidió eliminar este incómodo fragmento de la entrevista https://t.co/vPZtFkjM22 pic.twitter.com/aabcRfGyDE

— RT en Español (@ActualidadRT) April 6, 2022

El líder de los batallones nazis era un mafioso ucraniano y oligarca de nombre Igor Kolomoiski, quien puso su dinero y su poder en función de una limpieza étnica en el este. Los matones de los batallones llegaron a ser su ejército particular y solo obedecer órdenes suyas, por encima de la autoridad de Kiev, lo cual hizo que el conflicto del Donbass se saliese de control. No había jurisdicción posible sobre los miembros de los grupos extremistas de la ultra derecha. Kolomoiski además era productor de una serie de televisión llamada “Servidor del pueblo”, en la cual creó la figura mediática de Zelensky, a quien luego invistió de presidente y de un halo de supuesto jefe de Estado democrático y plural frente a Occidente. Sin embargo, el mandatario aprobó de inmediato erigir estatuas a Stefan Bandera, el líder colaboracionista nazi, así como exaltar aquel legado como parte de un supuesto patrimonio patriótico. Además, Zelensky promulgó una Ley sobre los Pueblos Autóctonos, en la cual, basándose en la ideología racial de la Segunda Guerra Mundial, no reconoce a los rusos hablantes como habitantes con derechos dentro de Ucrania, quitándoles su condición de humanos. Esta  medida aún está en moratoria, o sea no se ha aplicado, pero es uno de los detonantes del conflicto actual. 

Además, Zelensky, siguiendo los mandatos de los nazis nacionalistas y de la Casa Blanca, se negó a acatar los Acuerdos de Minsk, que eran vistos con buenos ojos por la Unión Europea, pues evitaban una guerra en el continente y por ende una crisis que afectara o que barriera con la existencia del bloque. Sin embargo, para Estados Unidos, el conflicto ofrece varias aristas que lo favorecen. Una de esas es destruir o debilitar a Bruselas como competidor económico y reeditar así el dominio de los norteamericanos y los aliados ingleses sobre Europa, como fue concebido tras la Segunda Guerra Mundial. A pedido de los nazis Zelensky además prohibió y criminalizó la cultura y el idioma rusos. Ello cuando más de la mitad de la población usa esa lengua. Eso desató una persecución xenófoba dentro de Ucrania que no se veía desde la época anterior a 1945. El fundamentalista nazi Yarosh fue nombrado consejero especial de las fuerzas armadas de Kiev, lo cual dio paso a la entrada masiva de los grupos de choque de la extrema derecha en el conflicto del Donbass. En estas operaciones estaban los nazis el 17 de febrero, unos días antes de la operación especial rusa, cuando Zelensky en una comparecencia ante los occidentales dijo que su país volvería a poseer armas nucleares para hacer frente a Rusia. Literalmente, dicha declaración dio el pistoletazo final a la guerra. 

La ideología nazi ucraniana ultranacionalista no solo coloca su origen en el poblamiento nórdico de la zona hace miles de años, sino en la colaboración con Alemania. Se trata de una manera dura y radical de ver la historia y de llevarla al presente, con consecuencias humanitarias y políticas impredecibles. La Casa Blanca y los globalistas de Occidente se embarcaron en este proyecto pues en el Nuevo Orden que plantean no están como potencias ni Rusia ni China. Si no pueden destruir a estas dos competidoras, al menos crearán un cordón sanitario de naciones tapón, con el fin de que el mundo quede dividido en una guerra fría peor que la del siglo XX. Para que la idea de aislar a Moscú tuviera éxito, debían lograr una ventaja estratégica: la de colocar fuentes de abasto y arsenales cerca del Kremlin, de manera que los rusos no pudieran usar la inmensidad de sus territorios para responder a una invasión occidental. 

Los medios han dicho que la guerra se debe a que Rusia quiere reconquistar los territorios del pasado, pero lo cierto es que han rodeado a la Federación de bases militares y que se alienta un discurso de odio a todo lo que sea eslavo. Unido a eso, las más recientes sanciones evidencian la voluntad expresa de iniciar en última instancia una guerra armada contra Moscú, aunque las consecuencias para toda la humanidad sean nefastas. El globalismo en su fase más salvaje es capaz de asumir una lógica posmoderna e inhumana que se guía solo por intereses mezquinos y corporativos. En este capítulo, la especie atraviesa por uno de los momentos más oscuros y peligrosos. La élite neoliberal, que ha construido su búnker bajo tierra con comodidades para sobrevivir y que piensa poblar Marte, puede mirar al resto de los mortales como sacrificables. Los periódicos occidentales podrán mentir de manera desproporcionada, pero la agresión y la violencia ya existían antes del 24 de febrero del 2022 y fueron desatadas por batallones extremistas nazis, que planteaban una pureza racial y un genocidio en las provincias rebeldes a Kiev. A pesar de las pruebas de todo esto presentadas por Moscú ante la comunidad internacional, la ONU y los globalistas prefieren seguir con su proyecto del Nuevo Orden Mundial y aislar a los rusos, pidiendo ahora que se les expulse de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad. 

El presidente Biden, quien es un globalista a carta cabal con vínculos probados con Soros, llegó a decir directamente que “es hora ya de un nuevo orden mundial” y que Putin “no debería seguir más en el poder”. ¿Quiere esto decir que la Casa Blanca piensa invadir Rusia, o que se prepara una revolución de colores en Moscú, quizás que hay en marcha un golpe de Estado contra el mandatario eslavo?  Queda mucho por dilucidar en esta guerra, sobre todo por los vínculos de Hunter Biden (hijo del presidente) con empresarios y mafiosos oligarcas ucranianos de ideología nazi, así como la apropiación de ganancias derivadas del gas, luego de la transición política del 2014. Tan delicado es el tema ucraniano que cuando Trump lo denunció en su momento, toda la prensa globalista, el establishment y la cámara iniciaron el proceso de destitución. 

La trama involucra desde visiones geopolíticas globalistas hasta intereses mezquinos individuales y familiares, pasando por odios ancestrales y racistas. El peligro del manejo de Ucrania por parte de la Casa Blanca y sus agencias no solo es una amenaza para Rusia, sino que recientemente se descubrieron cerca de Kiev laboratorios de guerra biológica con virus que pudieran generar otra pandemia. Dichos centros estaban bajo control directo de la OTAN y recibían financiamiento de parte de George Soros. Más allá del caos visible, el todo de esta historia apunta al uso de Ucrania como punta de lanza, como pretexto y oportunidad para llevar adelante el proyecto globalista occidental contra las potencias competidoras Rusia y China, así como para acelerar un nuevo dominio sobre los recursos, las poblaciones, las posiciones estratégicas y los arsenales. 

Hay mucho aún por saber. 

 

Comentarios

Hay mucho que saber efectivamente,pero la praxis historica y sus lecciones,nos evita,hacer circulos,en la comprension de esta pugna civilizatoria,entre el que no quiere dejar el trono y los que por evolucion social y exigencia de los tiempos modernos,deben ocuparlo,adicionando un elemento de contrapeso ,saludable para disuadir la natural inclinacion del ser humano,a convertirse en dictador auto-destructivo.

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