El "boom" de las mascarillas tiene efectos secundarios

El "boom" de las mascarillas tiene efectos secundarios
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Fecha de publicación: 
5 Octubre 2020
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El brote de Covid-19 es lo mejor que le ha pasado a la industria de las mascarillas, pero va a ser necesario hacer una limpieza. Entre los efectos secundarios del “boom” se encuentran las peleas diplomáticas, los escándalos sobre la calidad, la estafa y el fraude. Lidiar con el exceso de capacidad y una montaña creciente de residuos de polipropileno será un auténtico quebradero de cabeza.

El miedo a la enfermedad es un motor fiable para el consumo. Dada la desesperación de las autoridades por abastecer a los asustados electores, las empresas con la maquinaria adecuada convirtieron rápidamente las líneas de fabricación para producir equipo de protección individual, conocido como EPI. La empresa 3M, con sede en Minnesota, dijo que la demanda de mascarillas N95 en el sector de la salud de Estados Unidos aumentó hasta 40 veces respecto a los niveles prepandémicos.

Al mismo tiempo, un ejército de intermediarios, especuladores y defraudadores entraron en acción para satisfacer la demanda.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo proyecta que las ventas anuales de mascarillas aumentarán más de 200 veces hasta alcanzar los 166.000 millones de dólares en 2020.

Este incremento podría no ser suficiente para saciar el mercado actual. A nivel mundial, 3M ha duplicado la producción de sus respiradores N95 desde enero, y está en camino de producir 2.000 millones de respiradores para finales de 2020. Sin embargo, la compañía cree que la demanda de los N95 y otros respiradores todavía excede la capacidad de toda la industria.

China ya representaba aproximadamente la mitad de la producción mundial de mascarillas al comienzo de la crisis, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Es posible que ahora cuente con más, dada la rapidez con la que sus ágiles responsables de fábricas se volcaron a la fabricación de EPI.

El fabricante de coches eléctricos chino BYD, por ejemplo, se puso en acción y firmó acuerdos de suministro con el japonés SoftBank y el estado de California, entre otros; ahora sostiene que es el mayor fabricante de mascarillas del mundo. El grupo de comercio minorista estadounidense Gap vendió 130 millones de dólares en mascarillas en el segundo trimestre.

La pandemia también impulsó la creación de productos de mejor imagen, aunque menos eficaces desde el punto de vista médico, entre los que se incluyen mascarillas deportivas transpirables y artículos de moda como el protector facial de Louis Vuitton, con incrustaciones de oro.

AUGE Y CAÍDA

La competencia por el abastecimiento hizo que muchos países impusieran restricciones a la exportación, lo que generó grandes beneficios para los contrabandistas. La escasez animó a los aficionados y a los estafadores a lanzarse a la industria con resultados previsibles. Un conocedor de la industria dijo a Breakingviews que en las primeras fases del brote, una pequeña empresa podía establecer una simple línea de producción por alrededor de 200.000 dólares en tan solo dos semanas; el producto de esas actividades a menudo terminaba suspendiendo las pruebas de control de calidad.

También hay muchos intermediarios, no todos ellos cualificados u honestos, que conectaban a los clientes con los proveedores por una tarifa. En marzo, el Gobierno de Hong Kong adquirió más de 6 millones de mascarillas quirúrgicas con una marca comercial falsificada, de las cuales se distribuyeron alrededor de la mitad, según el South China Morning Post.

También habrá un coste medioambiental. Alrededor del 75% del plástico relacionado con el coronavirus - incluyendo las mascarillas diseñadas para un solo uso - irá a parar a vertederos, ríos y océanos. Se trata de una enorme cantidad de material derivado del petróleo; en abril, China produjo casi mil millones de máscaras al día, según los datos de un informe del diario estatal People’s Daily. Muchos de los millones de máscaras desechadas han empezado a inundar las playas y los senderos naturales de Hong Kong.

Y aunque parece que el consumo básico seguirá siendo más alto que antes de la pandemia, especialmente si el uso de mascarillas en público se vuelve más común, es poco probable que se mantenga cerca de los niveles actuales, histéricamente elevados.

Los Gobiernos con un número de casos en retroceso ya están empezando a reorientar su atención hacia la obtención de vacunas en lugar de defender sus reservas de PPE.

A medida que la actividad económica se normalice, casi todos los demás sectores se beneficiarán, salvo el de las mascarillas, que puede acabar con un excedente. Será una situación difícil para los fabricantes más pequeños que se volcaron en las mascarillas porque a sus otras líneas de negocio no les iba bien, y también podría ser una transición difícil para las empresas y fabricantes de automóviles como BYD, teniendo en cuenta el colchón que ofrecieron las mascarillas contra la caída de su negocio principal.

La lucha mundial para satisfacer la escasez de la demanda ha sido impresionante. Pero, en un momento en que los Gobiernos aspiran a encontrar una cura, es conveniente que también aborden algunos de los efectos secundarios que persisten en la lucha contra el virus.

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