De música y músculos

De música y músculos
Fecha de publicación: 
11 Septiembre 2022
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El periodista se gusta más como aquel imberbe que levantaba pesas en el patio de la casa convertido en gimnasio, mientras la vecina de los altos, la profesora Fe Castillo, en el conservatorio que llevaba su apellido, enseñaba a jóvenes tan bellas como la música que buscaban extraer de los pianos.
      
Muchas veces, en aquella edificación cayohuesera de Neptuno 811, entre Marqués González y Oquendo, se confundía el mágico sonido de los instrumentos para atrapar a Beethoven o a Mozart con el ruido de «los hierros» al ser lanzados en las plataformas, después de usarlos para ejercitar los brazos, los pectorales, los hombros, las piernas...
   
En medio de esto, escapaban miradas desde los atletas hacia el piso más alto en busca de las muchachas, y desde ellas las había también, aunque más discretas, hacia esos deportistas con trusas pequeñas como único vestuario.

Vibraba una felicidad con bastante de inocencia, sin negar la lógica atracción. Algo muy interesante: jamás ninguno de los «mirones» intercambiaron palabras con las «mironas», no existió enamoramiento y mucho menos noviazgo. Todo quedó en una atmósfera inolvidable para aquellos adolescentes que soñaban con mayor devoción con lo deportivo o lo artístico.

Abajo no conocían ni les interesaba Neruda o Lecuona, ni siquiera se salvaba José Ángel Buesa. A las de arriba no les importaban Mickey Mantle, Ted Williams, Clarence Ross o Steve Reese, aunque estos dos últimos fisiculturistas les habían impresionado por el cuerpo exhibido en revistas o filmes.

Ni los campeones olímpicos escapaban del todo del desconocimiento hasta entre los «bodibuildes» de la segunda plaza: preferían especialmente el crecer de los «molleros», medidos cotidianamente con una cinta, para ver las pulgadas ganadas, logro alzado por encima de los ases verdaderos.
   
La vida siguió su marcha. Ninguna de aquellas estudiantes se convirtió en concertista ni su piano fue «olímpico». Tampoco alguno de esos musculosos, a pesar de su esbeltez y la buena salud, pudo ser Míster Universo ni consiguió una medalla en un torneo, cuando pasaron a levantadores al ritmo del deporte para bien de todos en el país, especialmente después de 1961. Eso sí: en la inmensa mayoría, la cultura creció y los hizo más potentes en la mente y el alma.
    
Sin embargo, aquellos sueños vuelan alrededor de la casa mencionada, se han juntado a otros parecidos y recorren la nación. No pocos de esos anhelos han conquistado la realidad, aunque los instrumentos, los discos y las palanquetas ya no suenen en Neptuno 811.

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