Cosas bonitas

Sé de un internauta que se dedica coleccionar noticias agradables en su perfil de facebook. No se trata siempre de grandes cosas, pero sí son como agua fresca para el alma: lo mismo sobre el rescate de una ballena, el florecimiento de un jardincito al otro lado del mundo, que el niño que dijo su primera palabra…

Y se agradece. No es que uno quiera volver la cara al otro lado para no enterarse de cómo está el mundo, o de cómo anda la cotidianidad más inmediata, pero a veces sí que hace falta tropezarse con algo que no huela a tragedia, llegada o por llegar.

Por eso, hoy me sumo a esa orilla de las cosas bonitas y simples. Más bien, el andar lo puso en mi camino y decidí no perder la oportunidad de compartirlo:

El señor iba caminando solo a unos metros delante y donde quiera que veía una flor linda y silvestre, se detenía para sumarla al ramo que había ido armando. 

Y no fue una idea que se le ocurrió de repente, porque se auxiliaba de una pequeña tijera ¿de jardín?, y así, de paso, no dañaba la planta. Amarillos, blancos, malvas se iban agregando a su ramo, y lo hacía con tan amoroso cuidado como si besara la frente de un niño.

Nunca sabremos si sus flores eran para alguien que cumplía años, para quien le esperaba junto al abrazo de aniversario, para un alguien ya ido, o quizás eran para iluminar su sala sola.

Cualquiera haya sido el motivo, es bonito, y dolorosamente ya extraño por estos días de prisas y de quién es el último, tropezarse con un señor que anda recogiendo flores por la calle.