Con nombre propio (segunda parte)

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Con nombre propio (segunda parte)
Fecha de publicación: 
23 Febrero 2023
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Adecuar el refrán de “Dime con quién andas y te diré quién eres” a “Dime cómo te llamas  y te diré quién eres” podría dar pie a varias e interesantes reflexiones.

Porque, aun cuando no es serio eso de establecer una correspondencia directa entre el nombre de alguien y sus características, los nombres que llevamos sí hablan en alguna medida de quiénes somos, sobre todo porque aluden a determinados rasgos de nuestros padres –como la creatividad, por ejemplo-, también a su nacionalidad, creencias y al tiempo y la sociedad que nos ha tocado vivir.

LEER: Con nombre propio (primera parte)

Aunque no elegimos el nombre que llevamos,  este sí puede, en cierta medida, indicarnos un derrotero, sobre todo cuando se trata de nombres asociados a modelos a seguir, como el de un pariente, cuya vida, a manera de legado familiar,  se espera honremos.

Algunos estudios aseguran que el nombre que nos distingue forma parte de la percepción que tenemos de nosotros mismos y de nuestra identidad personal.

Según la filóloga y profesora Gabriele Rodríguez, del Centro de asesoramiento de nombres de la Universidad de Leipzig, “además de la función de identificación de su portador, los nombres de pila están asociados a mucha información sobre la persona y su entorno social porque la elección del nombre está guiada por las experiencias de vida de los padres, inmersos en un contexto social. La elección  es  influida  por  circunstancias  regionales  y  temporales,  tradiciones  familiares, modelos de conducta, religión, pertenencia a  grupos sociales y, hoy más que  nunca,  por aspectos estéticos. Por lo  tanto, un  nombre de  pila  siempre lleva informaciones sociales sobre el género, la edad o la afiliación a un grupo social. Dentro de una cultura y dentro de una  época,  esta información  se percibe  de manera  similar”. 

No obstante,  vale aclarar que todos los nombres de pila no generan dichas asociaciones, y, en muchas oportunidades, se distancian radicalmente de las reales características de quien los porta.

¿Así te llamas, así te imaginan?

Pero, además de las posibles connotaciones mencionadas, de identificarnos como individuos y a la vez diferenciarnos del resto, el nombre que llevamos tiene “la capacidad de provocar, en el receptor, determinadas asociaciones de carácter social, biológico, cultural, geográfico, etc., sobre el portador”.

Es una afirmación del profesor de Lingüística Luis Ramón Campo Yumar, de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, contenida en su investigación Valor socioindexical del nombre de pila en Cuba, publicada este año por el Centro de Lingüística Aplicada, en Santiago de Cuba. 

Para conocer la forma en que se construyen los estereotipos sociales a través del nombre de pila, aplicó una encuesta en la que los participantes -estudiantes de cinco universidades cubanas nacidos en esta Isla entre 1997 y 2003- debían evaluar cada uno de los siguientes diez nombres : Alejandra, Brian, Ignacio, Matilde, Kevin, Alejandro, Michael, Melany, Antonia y Fabiola.


Foto: tomada de mundiario.com

Con ese fin, debían remitirse a los pares de categorías: extraño-normal, exótico-familiar, moderno-anticuado. Y en cuanto a las posibles cualidades de la persona que lleve ese nombre, seleccionar entre: masculino-femenino, atractiva-poco atractiva, joven-vieja, religiosa-atea, inteligente-poco inteligente, alta-baja y seria-temperamental.

Los muchachos coincidieron al clasificar los mismos nombres de pila como extraños y exóticos (Fabiola o Antonia) o normales y familiares los ocho restantes. Entre los nombres calificados como modernos incluyeron Brian, Alejandra, Melany y Kevin.

Los nombres Brian, Ignacio, Kevin, Alejandro y Michael fueron  considerados por la gran mayoría de los encuestados como muy masculinos, mientras que los restantes (Alejandra, Melany, Antonia, Matilde y Fabiola) como eminentemente femeninos. Lo cual evidencia un alto consenso sobre género y nombre de pila en Cuba, apunta el autor. 

En cuanto a las percepciones sobre la edad del portador del nombre, también se advierten grandes niveles de consenso. Asociaron los nombres de Alejandra, Brian, Kevin y Melany con portadores más jóvenes que los referidos a Matilde, Antonia y en menor grado a Ignacio, nombres estos últimos caídos en desuso, según acota Campo Yumar.

En particular, los denominados Michael y Alejandro, aunque predominantemente jóvenes, son percibidos por un número no despreciable de encuestados como neutrales en cuanto a la edad. Estos nombres, que fueron tendencia en décadas anteriores –precisa el profesor- , aún son utilizados por los padres cubanos, lo que motiva el desplazamiento de “muy joven” a la neutralidad.

De manera general, hay coincidencia en las percepciones representadas a través del género y edad de los supuestos portadores de los nombres.

En cuanto a las cualidades físicas e intelectuales que pueden sugerir los nombres, el autor de la investigación señala que es una correlación no estudiada hasta ahora en Cuba. Es así que, al estudiar los resultados de su indagación, refiere que “el nivel de inteligencia, atractivo y estatura está menos codificado en el nombre de pila en Cuba”. 

En cuanto a los niveles de inteligencia los encuestados se decantaron mayoritariamente por seleccionar una categoría neutral, no tomaron partido. No obstante –precisa-, portadores con nombres como Alejandro, Ignacio, Alejandra y Fabiola fueron percibidos como más inteligentes que los denominados Brian, Kevin, Matilde o Antonia.

Según los datos recogidos, las características físicas suelen ser percibidas con mayor claridad que las intelectuales. Al analizar el comportamiento de las evaluaciones en cuanto a la estatura (alto y bajo), según los posibles portadores, se advierte una tendencia a imaginar a las personas llamadas Alejandro, Alejandra e Ignacio como muy altos. 

Clasifican como personas pequeñas a las que llevan por nombre Melany, Matilde y Antonia. En un punto neutro (estatura media o sin posibilidad de deducir) ubicaron a los nombrados como Fabiola, Brian y Michael. 

De los diez nombres mostrados,  los individuos llamados Alejandro y Alejandra fueron imaginados como atractivos, y estos mismos nombres los seleccionaron asociados a personas posiblemente inteligentes y altos. 

De igual manera, aunque con menor popularidad, fueron considerados atractivos los individuos nombrados  Brian, Kevin y Melany. Existió consenso al percibir a las personas que se nombran Matilde y Antonia como muy poco atractivas. En tal sentido existe una correlación entre la edad y el atractivo ya que las personas mayores parecen menos atractivas físicamente. 

Claro está que no todas las cubanas llamadas Matilde son unas ancianas poco atractivas, ni todos los cubanos nombrados Brian son unos jóvenes inteligentes y hermosos. Es imposible y muy poco riguroso hacer generalizaciones en este orden.

Sin embargo, esta investigación del profesor Campo Yumar le permitió concluir que “los nombres de pila en Cuba generan asociaciones de tipo social, físico y psicológico relativas a sus usuarios”, que dependen del contexto en que se desarrolla el informante.

Algunas percepciones sobre el nombre en sí (extraño – normal, exótico – familiar, moderno – anticuado), así como el género (femenino – masculino) y la edad (joven – viejo) del posible portador muestran un alto nivel de consenso, en tanto otras asociaciones  referidas a la inteligencia, la estatura y el atractivo aparecen menos codificadas en el contexto cubano. 

Nombrando problemas

También el profesor Luis Ramón Campo Yumar se ha aproximado a otra arista asociada a los nombres en Cuba, y es la Necesidad de una política lingüística para la normalización de la construcción y escritura de los nombres de pila.

Ocurre que parece no son pocos los cubanos que tienen dificultades asociadas a la identificación, pronunciación y escritura de su nombre. Todas las personas tienen el derecho a contar con un nombre digno, según refrenda la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada en 1990.


Foto: tomada de businessinsider.es

Aun cuando el Nuevo Código de las Familias no establece un orden patrilineal en la organización de los apellidos  -indicando en el artículo 51 del Título IV relativo a la filiación que el orden de los apellidos es el establecido en la legislación registral correspondiente, sin perjuicio del acuerdo al que arriben madres y padres en el sentido de fijar un orden distinto de estos en el momento de la inscripción del nacimiento o de la adopción-, la capacidad de elección y sobre todo de creación, recae en los progenitores al momento de elegir el nombre del nuevo hijo. 

Al respecto, el especialista señala que “Al realizar una búsqueda referida a los nombres propios en Cuba, específicamente los nombres de pila, casi la totalidad de los sitios que se consultan resaltan la creatividad de los padres cubanos en estos asuntos. Este fenómeno creativo se convierte, no pocas veces, en la causa principal de problemas en la identificación del individuo, en la escritura de su nombre o su correcta pronunciación".

De un total de 750 estudiantes cubanos nacidos entre 1996 y 2000 entrevistados por el estudioso , el 64% declaró tener o haber tenido alguna problemática vinculada a su nombre de pila. El 30% refiere que las personas presentan dificultades al escribir correctamente su nombre y otro 15% alega que los conflictos están en la pronunciación del mismo.


Foto: Internet

Es así que “Más allá de una cuestión de gusto por formas tradicionales o foráneas, de la utilización de nombres populares o extremadamente únicos e irrepetibles, la selección de un nombre de pila constituye un asunto a tratar por la sociolingüística nacional”, asegura el especialista, quien también menciona instancias jurídicas asociadas al asunto.

Tantas han sido las dificultades con la lectura y pronunciación de ciertos nombres, que hasta han podido constatarse por los medios de comunicación. Los narradores deportivos, y muy en particular los de la pelota, se las han visto en aprietos más de una vez al referirse a un pelotero, sobre todo durante las pasadas décadas cuando proliferaron los nombres con la letra Y, floreciendo como la verdolaga los Yunieski , los Yohandry… 

Probablemente, quien lee estas líneas tiene alguna anécdota referida a su propio nombre o al de otra persona, porque el tema, aun cuando encierra muy serias connotaciones, ha sido también fuente para  bromas y chistes, así como para canciones, poemas y la narrativa en general.

Sucede que no escogemos nacer y tampoco el nombre que llevamos. Pero este nos acompaña y distingue proporcionándonos los más disímiles sentimientos: desde esa felicidad que nos embarga cuando el ser querido pronuncia con ternura y casi en susurros nuestro nombre, hasta cuando escuchamos que una voz impersonal nos llama en voz alta porque ya nos toca el turno en el dentista. 

 

LEER: Con nombre propio (primera parte)

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