Archivos Parlanchines: La Manisera, un pregón para la historia

Archivos Parlanchines: La Manisera, un pregón para la historia
Fecha de publicación: 
17 Diciembre 2023
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Lyssett Pérez Acosta, la pintoresca Manicera

Lyssett Pérez Acosta, la pintoresca Manisera, es, sin dudas, una de las reinas de la Habana Vieja, donde es reconocida como una de las mujeres que ha sabido imponer su toque de magia, mitología y tradición popular más allá de sus no siempre fructíferas ventas.

Entrevistarla no fue fácil, porque ella cambió su domicilio no hace mucho y varias de sus “colegas” me aseguraron que “había comprado un apartamento en Playa”. Pero, no desistí, le dejé varios mensajes en lugares públicos que funcionaron. 

Al final, me dio una cita con la promesa de que me iba a tomar el mejor café de mi vida. 

“Siempre fui una niña muy feliz, de hecho, no nací en este solar de la calle Habana, casi esquina Jesús María, sino en la cima del Castillo Farnés, en Monserrate, en la esquina del Floridita, lugar icónico de nuestra Habana”, me comentó en el inicio de nuestra conversación luego de callar a varios de sus perritos. 

¿Fue mucho a la escuela?

Soy hija única por parte de madre y comencé mis estudios en la escuela primaria Jinete Chullima, de la calle Aguiar. Después pasé fugazmente por la Escuela de Música de La Habana “Benito Juárez” y terminé la secundaria en la José Martí de la Manzana de Gómez, luego de una estadía en Quivicán. 

¿No obstante, no se detuvo ahí?

Bueno, me llegó la carrera de Magisterio y matriculé muy embullada en la escuela José Martí, en Cojímar, sin embargo, a los 2 años la directora se dio cuenta que era mala en el idioma y me pasó a educadora de círculos infantiles. 

Según los retratos que he visto fue una joven de muy buen porte.

Síiiii, pesaba solo 126 libras y era un negra hermosa, equivocada, zoqueta y presumida que siempre estaba llena de pretendientes en la zona del Floridita (RÍE).

Le cantaste mucho a los niños…

Claro, soy también musicóloga de círculos infantiles, y sí, me gustaba estar con los muchachitos, les enseñaba las canciones de cunas y algunas guarachitas sabrosas, sin olvidar el uso de instrumentos como las claves, el tambor, el cencerro y otros, aunque, con el tiempo, me di cuenta que no tenía mucha paciencia, la verdad.

LA ACTRIZ Y SU ESPECTÁCULO

Lyssett dejó su trabajo de educadora en 1993 con el propósito de dedicarse a la venta de maní en la calle de manera semiclandestina (“…y corre que llega el policía”), pues en esa época no daban permisos para el ejercicio de esta profesión. 

Por fortuna, en 2011 obtuvo en la Oficina del Historiador una licencia la elaboración y venta de 11 productos entre los que figura el maní, su apuesta más segura, porque viene acompañado de un pregón. 

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“Entonces, un día iba caminando por Obispo me encuentro con Leticia, una antigua compañero de estudios que vive en Colombia. Ella comenzó a cantar al lado mío y le comenté: ‘Estate tranquila que nos van a entrar a palos aquí’, qué susto”. 

“Al rato, se fue, y me dejó ‘quemá’, pero las personas empezaron a comprarme y yo me armé de valor y empecé a interpretar partes de “El Manisero” y gustó, por suerte, porque por aquellos días tenía una cantidad enorme de maní ya listo sin vender que casi tengo que comerme yo”. (RIE)

¿Cuándo la Manisera se convierte en un personaje popular del casco histórico?

Bueno, unos días después estaba parada en Lamparilla y Oficio y se me acercó un compañero que trabajaba con Eusebio Leal y me pidió que cantara un poco delante de un celular que estaba enlazado con el historiador, quien, enseguida dijo: “Aprobado”. 

Luego, me citaron en su oficina donde me dieron la aprobación especial para hacer este personaje popular. Eusebio me pidió que me vistiera de blanco, con saya, blusa, un turbante y una canasta. Yo, poco a poco, lo fui complaciendo. Actualmente, los ingresos fluyen un poco más y tengo 37 trajes, muchos en manos de la costurera.

El cucurucho de maní grande que vende esta negra, hermosa, llena de vida, sonriente y con cara de luna no es barato, aunque su negocio funciona muy bien, sobre todo, entre los turistas que pululan por la Habana colonial, quienes exigen, a cambio de la compra, la siempre romántica y bohemia foto del recuerdo.

Ella les ofrece, además, a los paseantes un pregón interpretado con su voz de contralto y su presencia de hada.

Maní, 
manisero… maní… maní
si te quieres por el pico divertir 
cómprame un cucuruchito de maní.

“El comercio tiene un juego que no todo el mundo conoce, hay que enamorar al cliente a la buena con el propósito de que no se olvide de ti, te compre y te deje propina. No soy una actriz, es mi trabajo, y lo disfruto al cien por ciento”, asegura.  

¿Cuáles son tus zonas favoritas para vender?

Todas son favoritas, porque a mí no me gusta estar estática en ninguna parte. Diario me paseo por la calle San Ignacio y la de Madera, sin olvidar Oficio. Igualmente, se me puede ver en las plazas de San Francisco y la Vieja… en fin… no paro. A la Plaza de la Catedral, casi no voy, es muy pequeña para tantos personajes populares. Respeto a mis compañeros. 

¿A veces te piden que cantes?

Sí, por supuesto, y yo encantada, me gusta el bolero, la música brasileña, la salsa, la guaracha… ¡me gusta retarme!

Lyssett, de 51 años, está casada y considera sus hijos a los muchachitos que la rodean a su paso por los callejones habaneros.

He leído en algunas entrevistas que has tratado de vincularte a algunos grupos musicales como cantante…

No, es falso, sin buenas palancas esto es imposible; no obstante, he cantado en varias actividades familiares y de amigos cercanos. Además, la tarima es fría, a mí me gusta más la relación directa con las personas, por eso dejé ese pedazo. Es un pendiente.

Con la única persona que yo me subiera a un escenario se llama Celia Cruz.

Como manisera has colaborado con algunos artistas de renombre…

Pues, sí, aparezco en el video-clip de la canción “Yo no le temo a la vida”, de Juan Formell, una de las últimas que grabó antes de fallecer. En el video se ve a este músico mirando con un catalejo y, de repente, aparezco yo cantando “El Manisero” de Moisés Simons.

Y cómo se las arregló para trabajar junto a Kelvis Ochoa…

Él estaba grabando un material en la calle Mercaderes y cuando paso yo cantando “El Manisero” se me acercó e hicimos un dúo. Entonces, los técnicos agarraron este momento y lo sumaron a su video-clip.

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Sin embargo, con la cantante Haila las cosas no fueron tan felices…

Así mismito es, ella llegó un día a la plaza y, como yo andaba con catarro, me dijo que yo no tenía voz y se la guardé en el buzón. Al poco tiempo, me la encontré en Teniente Rey y cantamos un poquito juntas. Fue muy lindo. 

En 2016 la vida te hizo un regalo… le pudiste cantar al Papa Juan Pablo II.

Bueno, esto me tocaba. Yo iba caminando por la calle de Madera y el Papa venía llegando a O’Reilly y coincidimos. Él me preguntó: “¿Te sabes el “Ave María” de Schubert? Sí la cantamos entre todos, si, le respondí. Más tarde, me dio un rosario que me enrollé en la mano. Nunca he podido olvidar ese momento.

¿Tienes alguna ilusión que no has cumplido?

Estoy abierta a todas las propuestas que vengan respecto al trabajo. De momento, yo seguiré luchando en la Habana, porque tengo unas tremendas ganas de vivir y de gozar.

   

 
 

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