ARCHIVOS PARLANCHINES. Estampas de Cuba: Bailes mambises

ARCHIVOS PARLANCHINES. Estampas de Cuba: Bailes mambises
Fecha de publicación: 
4 Enero 2021
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Recreación de una de las danzas bailadas por nuestros insurrectos

 

Antonio Núñez Jiménez en su obra Cuba: La naturaleza y el hombre asegura, para sorpresa de muchos, que durante la Guerra de los Diez Años, nuestra primera gesta emancipadora, los mambises,  temidos en las épicas y heroicas «cargas al machete», apuestan también a favor de la alegría en frecuentes y bulliciosas parrandas que se olvidan de los continuos peligros, le llenan el estómago con ilusiones a muchos, y le aflojan el zapato a los jóvenes y viejos más bizarros.

En una carta suscrita por Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, el 29 de marzo de 1872, se dice: «En nuestros campamentos, que son verdaderas poblaciones, a las horas del recreo no se oyen más que cantos y bailes».

Por su parte, el periodista irlandés James O′Kelly, quien asiste en 1873 a un baile popular en un poblado rebelde de la oriental Sierra Maestra, escribe en el libro La tierra del mambí:

«…no había ni músicos ni instrumentos; así, se improvisó una orquesta del carácter más bárbaro, comenzando el baile por los niños. Luego, los imitaron las personas adultas. El baile parece ser la pasión absorbente de los cubanos. Por él todo se olvida: los sufrimientos, las fatigas y los peligros. Despiértase, entonces, la adormecida energía del criollo y parece que ambos sexos se unen en una verdadera locura».

Ramón Roa, coronel insurrecto y reconocido cronista bélico, nos habla también con entusiasmos sobre una fiesta celebrada en la camagüeyana Sierra de Najasa:

«En cuanto a diversión, no nos faltaron bailes y pipiripaos amenizados con alguna bandurria o guitarra aventurera, y hasta con algún acordeón, al cual no le faltaba más que tocarse él solo. Recuerdo allí al muy festivo Paco Recio, quien era inimitable bailando el gavilán, baile de cadencias que en aquella época provocaba escrúpulos en las familias, y tan fue así que llegó a prohibirse para evitar los desmanes contra las doncellas cometidos por ciertos bailadores eufóricos».

En la Guerra de Independencia, iniciada en 1895, la tradición danzaria no decae. ¡Todo lo contrario! El comandante Luis Rodolfo Miranda narra en su diario que el 30 de junio de 1896 tiene lugar cerca de la localidad oriental de Santa Rita un sonado bailable, donde el ya general Enrique Collazo se lanza al terraplén para arrebatar a todos con una caringa, danza afrocubana que hace enrojecer a algunos y le pone cascabeles en los tobillos a casi todos.

Toma, toma y toma caringa

Pa’la vieja palo y jeringa

De igual forma, los revolucionarios obligados a abandonar Cuba durante las épocas de mayor beligerancia organizan con frecuencia en el exilio actos propagandísticos y recaudatorios que ponen énfasis en la mejor música cubana. En esta labor proselitista sobresale el patriota oriental Ernesto Bavastro, quien después de pelear en la Guerra de los Diez Años se radica en Kingston, la capital de Jamaica, donde protagoniza múltiples recitales con su flauta de plata, actualmente en exhibición en el Museo Bacardí de Santiago de Cuba.

Como hemos visto, el baile tradicional cubano, la broma de los pies como lo llama un impertinente humorista, marcha con muy buen paso durante las primeras etapas de nuestro proceso liberador para llenar de optimismo y levantar el ánimo de nuestros soldados libertadores, quienes lo mismo pelean con fiereza que caen rendidos ante el hechizo de los sones, guarachas e inigualables boleros. Un viejo patriarca de la historia comenta hace años que los mambises, a ratos, danzan debajo de las palmas y después devoran su palmiche. ¡Y puede que sea cierto!

 

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