Consumidores y consumidos

Consumidores y consumidos
Fecha de publicación: 
10 Noviembre 2019
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Ahora, cuando está más cerca el fin de año con sus Navidades, y arbolitos con luces junto a Papá Noel, algunos titulares en el mundo han empezado a difundir peculiares situaciones con el estrés.

Resulta que, por ejemplo, la mitad de los alemanes ya se declaran muy estresados a causa de las compras por fin de año y Navidad.

Son datos de una conocida encuestadora que precisa cómo estos consumidores europeos se sienten así a causa de que les faltan ideas para comprar los regalos.

Como esos "agobiados", el 42 por ciento de dos mil 500 consumidores consultados por la encuestadora, repartidos entre Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y la propia Alemania, igual se quejan por no saber muy bien qué comprar.

Les estresa, declaran, chocar con dificultades para encontrar determinados regalos, y también las multitudes que empiezan a atiborrar las tiendas en esta época.

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Leo y pienso en Eduardo Galeano, en qué hubiera pensado, dicho o escrito, con ese verbo mágico que tenía, sobre tanto estrés por las compras de Navidad, mientras, en este planeta nuestro, 200 millones de niños menores de cinco años andan malnutridos.

Quizás, ahora mismo, uno de esos niños anda pegando la cara al cristal de una vidriera imaginando cómo sabe una de esas golosinas que ya venden por fin de año, embaladas en sus papeles plateados, perfectamente hermetizados cual breves y dulces sarcófagos.

“Pese a todos los progresos tecnológicos, culturales y sociales de las últimas décadas, hemos perdido de vista el hecho más básico: si los niños tienen una dieta pobre es porque su vida es pobre. Millones subsisten con dietas malsanas, simplemente porque no tienen una mejor opción”, decía este octubre la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore.

Pero el Banco Mundial sonríe de oreja a oreja asegurando satisfecho en sus informes de este octubre que, en menos de una generación, más de mil 100 millones de personas fueron "sacadas de la pobreza” y “es una de las historias más exitosas de prosperidad en el mundo en este siglo”.

El querido Galeano, de seguro, también se hubiera reído al leer tal triunfante enfoque, pero su risa habría sido bien diferente a la que dibujaron, unas pulgadas más arriba de sus cuellos encorbatados, esos directivos del Banco Mundial.

No habría por qué dudar demasiado de las estadísticas de esa y otras entidades cuando indican que, entre 1990 y 2015, el número de personas en el mundo que vivieron bajo la línea internacional de pobreza (con menos de 1,90 dólares por día) disminuyó de mil 900 millones a 735 millones.

Pero... ponga usted en fila india a esos 735 millones de seres humanos, uno detrás del otro, y comprobará que le darían unas 5,6 veces la vuelta a la línea del Ecuador.

Es más, ponga a uno solo, a uno solito de esos humanos, a contar sus miserias, y probablemente habrá un minúsculo correr de lágrimas en algunos rostros. No alcanzarán para abrazar al planeta, pero debería bastar con que un solo ser humano llore, con que uno solo sufra, para movilizar fuerzas salvadoras.

Pero pareciera que algunas de estas fuerzas concentran su atención en ayudar o, al menos, reflexionar sobre aquellos que no saben qué comprar para Navidad y hay que «tirarles un cabo» para sobrellevar el angustioso estrés que les causa.

Eso, en tanto una de cada diez personas en las regiones en desarrollo continúa subsistiendo con menos de 1,90 dólares al día, y millones viven con solo algo más que esa cantidad diaria.

Tan solo en África Subsahariana, casi el 42 por ciento de sus pobladores vive por debajo del umbral de la pobreza; pero sí, las tasas de pobreza en el mundo se han reducido en más de la mitad desde el año 2000.

Cuando uno teclea en Google el nombre de Leonardo, el buscador autocompleta no con Da Vinci, sino con Di Caprio; si escribe Julio, no es Verne, sino Iglesias; y si anota “pobre”, sugiere armar “pobre corazón”. Definitivamente, con tanto estresado por Navidad, algo anda mal en este mundo. ¿Será que es de “pobre corazón”?

Pobrezas

Eduardo Galeano

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no tienen silencio ni pueden comprarlo.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar,
como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que tienen el derecho de respirar mierda,
como si fuera aire, sin pagar nada por ella.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no tienen más libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que viven dramas pasionales con las máquinas.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que son siempre muchos y están siempre solos.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no saben que son pobres.

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