ARCHIVOS PARLANCHINES: Mamá, son de la loma

ARCHIVOS PARLANCHINES: Mamá, son de la loma
Fecha de publicación: 
26 Abril 2019
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Muy pocos conocen que el surgimiento del Trío Matamoros obedece a una guerra entre las principales impresoras norteamericanas de discos. En 1924, la poco después llamada RCA Víctor le graba al Septeto Habanero los primeros sones con un gran éxito de público, pero tres años más tarde la rival Columbia Records arrasa en el mercado gracias al Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro.

Ante este descalabro, los magnates de la primera empresa envían en 1928 hacia Santiago de Cuba a míster Terry, cazador de talentos y director artístico de la RCA Víctor, quien, acompañado por los representantes de Humara y Lastra, asiste a una audición en el Teatro Aguilera, repleta de cantadores y guitarreros y, al final, le da el visto bueno a una agrupación que canta a pelo, sin micrófonos, y pronto abandona el nombre de Trío Oriental para adoptar el de Trío Matamoros.
 

Por cierto, muchos de los temas de estos serenateros empedernidos, recurrentes en los fonógrafos de esos tiempos, tienen un barniz parrandero que hunde sus raíces en nuestras más profundas tradiciones populares, como es el caso de El que siembra su maíz, de la autoría de Miguel Matamoros, el director, voz y guitarra prima del trío, el primer son grabado en 1928 por la RCA Víctor, del cual se logran vender 60 000 discos en un solo año, cifra fabulosa para la época.
 

El que siembra su maíz
¡Huye!... ¡Huye!
¿Dónde está Mayor?
¿Dónde está?
 

Ya no vende por las calles,
ya no pregona en la esquina,
ya no quiere trabajar.
El que siembra su maíz
(que se coma su pinol).
 

Mayol era un popular personaje santiaguero, vendedor ambulante de tamales y otras mercancías que, un mal día, desaparece sin dejar rastros y suscita la curiosidad de todos. De ahí la pregunta que se repite en la canción: ¿Dónde está Mayor? En realidad, Mayol había caído preso por cometer un delito y es crucificado por este refrán incluido en el montuno:
 

El que siembra su maíz
(que se coma su pinol).
 

En la antigua provincia de Oriente, el término pinol se refiere al maíz molido, tostado y azucarado. Sin embargo, el asunto va mucho más allá y adquiere carácter de epitafio: el que hace una acción debe asumir sus consecuencias beneficiosas o dañinas... y esto último es lo sucedido al simpático Mayol.
 

Inspirado en el ciclón San Zenón que arrasa con la República Dominicana en septiembre de 1930, la popular obra El trío y el ciclón, también de Matamoros, un creador de permanentes ideas frescas, tiene sobre sus espaldas una historia llena de desventuras que ha estremecido a varias generaciones.

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En 1971, el líder del trío le cuenta al dominicano Dagoberto Tejeda Ortiz las peripecias vividas por el trío durante el paso de la tormenta, las cuales, luego, son reproducidas en el artículo «El ciclón y los Matamoros», dado a conocer por Última Hora el 3 de octubre de 1998:
 

«En el año 1930 nosotros fuimos a Santo Domingo por primera vez, era la época de Rafael Leónidas Trujillo, alias Chapita. Allí nos cogió el ciclón San Zenón. Ese día amaneció lloviendo muchísimo y había mucho viento y nadie se atrevía a salir a la calle. Vivíamos en la casa de una amiga llamada Luz Saldaña, en el barrio de San Carlos. Entonces yo le digo a Siro Rodríguez y a Rafael Cueto, mis colegas en el trío:
 

—Oigan, voy a salir.
 

«Y por mucho que traté, no pude hacerlo. El viento era tan fuerte, que se llevaba las tejas de la casa donde estábamos parando. Entonces, Siro, Cueto y yo nos metimos en un fogón de mampostería de la cocina, de esos de tres o cuatro hornillas, de origen colonial, y colocamos un zinc a manera de puerta de adentro hacia afuera. Allí pasamos la noche. Algunos pensaron que no haríamos el cuento.
 

«A la mañana siguiente, salimos del improvisado refugio y vimos que alrededor no había ni casa ni nada, todo estaba en ruinas. El ciclón hizo mucho daño, vi mucha gente muerta… Luego que salimos de Santo Domingo compuse el son El trío y el ciclón».
 

En una tarde de inquietud, Quisqueya
viose de pronto de pavor sumida,
reinaba allí la lluvia, la centella
y la mar por doquiera embravecida.
 

Horas después quiso la aciaga suerte
solo dejar desolación, gemidos.
El imperio macabro de la muerte
sobre el pueblo entero destruido.
 

Cada vez que me acuerdo del ciclón…
se me enferma el corazón (estribillo)
 

Y a propósito, se ha podido confirmar que el bolero-son Lágrimas negras, imprescindible en el catálogo musical del trío, nace en la misma casa de Luz Saldaña, donde los músicos se refugian del ciclón San Zenón. Al parecer, los versos le brotan a Matamoros tras escuchar los llorosos lamentos de una pobre mujer que había sido abandonada por su esposo.
 

La pieza Son de la loma, tal vez la más emblemática de estos músicos, tiene igualmente sus mitologías ocultas. Alberto Muguercia expresa en la Bohemia del 23 de mayo de 1975:

«El toque providencial le vino a Miguel cierta noche en que se encontraba junto a su primo Alfonso del Río en una serenata allá en Santiago, en la calle Trocha, casi esquina San Pedro. Los dos cantaban una madrugada, y a viva voz, una vieja canción. No obstante, la hermosa todo el tiempo permaneció sorda e insensible al ruego y no abrió la ventana.

«Cuando el galán y los cantadores se dieron por vencidos, listos para retirarse, en una casa vecina preguntó una niña: “Mamá, ¿esos cantantes son de La Habana?”. A lo que la madre respondió: “No, hijita, son de aquí, de Santiago… de la loma”. Entonces, la niña empezó a repetir alegre: “son de la loma”… “son de la loma”.
 

«Esa misma noche escribió Matamoros ese son inmortal. Como las personas, al referirse al tema, lo llaman simplemente Son de la loma, procede aclarar su verdadero nombre: Mamá, son de la loma. Es decir, que en el título la voz son no alude a este género musical, sino que señala a la tercera persona del plural del indicativo presente del verbo ser».
 

Hasta 1960, el trío desarrolla una carrera discográfica impresionante y nos regala incontables sones y boleros como ¿Quiénes son las mujeres?, Dulce embeleso, La mujer de Antonio, Noche triunfal y Pobre bohemia, entre otros muchos.

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En los años 30, en pleno machadato, los Matamoros lo tenían todo para perder y supieron ponerse cascabeles en sus piernas de mestizos pobres y luchadores. De hecho, surgieron en 1925 de la nada, con tesón, perseverancia y un talento que hería. Siro era herrero y trabajaba como operario en el taller de don Melesio Rizo; Cueto, empleado de Sanidad y jugador de pelota; y Matamoros, además de chofer particular, era uno de los tres trovadores profesionales que tenía Santiago. El encumbramiento parecía lejano…

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