Cubanos habladores y sentipensantes (I)

Cubanos habladores y sentipensantes (I)
Fecha de publicación: 
23 Abril 2019
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                                        «El lenguaje que dice la verdad es el lenguaje “sentipensante”.
                                                  El que es capaz de pensar sintiendo y sentir pensando».

                                                                                                       Eduardo Galeano

Ambos coincidieron a la entrada del pasillo y el joven le hizo un gesto a la mujer de cincuenta años para que pasara ella primero.

—Gracias —exclamó ella asombrada—; de todos modos, cabíamos los dos a la vez, porque aquí la gorda soy yo.

—No, señora, para nada, no se me cuelgue cartelitos. Usted lo que está es bien alimentada.

Con el humor a flor de labios, de asociaciones rapidísimas y sin demasiados adornos, así es el habla del cubano porque lo retrata.

Claro que tal afirmación resulta demasiado categórica, porque si heterogénea es hoy la población cubana, así también lo es su lenguaje oral. Pero, como tendencia, podría servirle tal traje al diálogo y a las más variadas expresiones orales que alientan en la cotidianidad del cubano.

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Y con esos distintivos en el español hablado por los habitantes de esta Isla, ¿conversamos los cubanos más que otros hispanohablantes?

Ni una sola investigación que tan siquiera tangencialmente responda a esta interrogante puede encontrarse en la red de redes. Y es una pena que así sea porque, de existir, resultaría muy bueno que sus resultados se socializaran, pues sería una forma de conocernos mejor.

No obstante, la observación participante, como cubana de a pie, como cualquier hija de vecina, me permite, junto a las consideraciones recogidas aquí y allá, en los más variados escenarios, aventurar algunas hipótesis en cuanto a la conversación de los cubanos.

Con respecto a la comunidad de hispanohablantes, pareciera que los de esta geografía conversamos y, en general, hablamos bastante, más que la media. Para ello existen condicionantes ambientales ideales que se suman al carácter extrovertido del cubano para generar la mezcla perfecta.

Cubanos habladores y sentipensantes (I)

Y por condiciones ambientales podrían entenderse las colas y las esperas varias a que nos vemos sujetos día tras día. Lo mismo esperando para comprar el pollo que para obtener un certificado de matrimonio en el Registro Civil, igual aguardando por la 179 que porque los dependientes terminen de «cuadrar la caja» en la tiendecita del barrio, o porque llamen tu turno en el dentista, los cubanos disponemos de horas en las que solo esperamos.

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Como esas esperas, a veces largas, las protagonizamos unos junto a otros: sentados, parados, recostados, balanceándonos... pues la charla llega sola, como mandada a buscar. Y a veces deviene en debate y hasta confrontación.

Otra cosa son las reuniones en centros de trabajo, organizaciones e instituciones. En ellas no es común el diálogo, pero, a veces, sí el monólogo. Y tan profuso es a veces ese monólogo, que deja como chiquillo de biberón al de Molly en el Ulises de Joyce.

Claro que hay reuniones útiles, imprescindibles, donde se va a lo concreto. Pero en otras... aquellos que se sienten oradores —frustrados—, cuando toman la palabra, se la beben completica y no le dejan nada a nadie, la secuestran, la apabullan, porque su única finalidad es escucharse a sí mismos y a los aplausos que cierran su intervención.

Al alcance de un abrazo

Algo bien distinto ocurre puertas adentro del hogar. La familia sigue siendo una de las cosas más importantes para el cubano. Resulta tan necesaria y decisiva, que la nueva Constitución de la República le confiere un nuevo enfoque al tema: le subraya aristas como el valor de los afectos.

Sin embargo, la actual cotidianidad le imprime a la familia cubana ciertos signos negativos, algunos de ellos en el ámbito de la comunicación.

La Doctora en Ciencias Psicológicas Patricia Arés Muzio, connotada especialista en el tema familia, los resumió así en entrevista con la Agencia Cubana de Noticias: «La comunicación afectiva entre los miembros de este grupo es esencial. Hoy en día se ha instaurado una dinámica cotidiana maltratadora, debido a la celeridad de la vida, lo cual va dejando secuelas que luego son difíciles de olvidar.

«Se debe rescatar el trato ameno, el decir: ¡Buenos días!, ¿Cómo estás?, ¿Qué tal ha ido tu día?»

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Además de la rapidez de la vida mencionada por la psicóloga, están las TICS. Sí, el celular, la laptop, el tablet, la wifi... y todo ello igual conspira contra ese diálogo necesario en el hogar.

Alternativas de elección les llamaba alguien. Pero es que no debería elegirse mandar o leer SMS mientras está todo el mundo comiendo en la mesa del comedor familiar. Paradójicamente, a veces se prioriza la comunicación con quienes están lejos, en vez de con quienes tenemos en casa al alcance de un abrazo.

Si se añade que en el 64 por ciento de las familias cubanas alienta un miembro de la tercera edad, entonces el tema del diálogo y la conversación cobra aún más valor. Puede erigirse en el más importante mediador intergeneracional y, a la vez, permitir ese aprendizaje recíproco a veces subestimado y hasta rechazado creyéndolo inservible.

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