Barranquilla 2018: ¿Cuba vs. Cuba?
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Daima Beltrán, Juan Luis Marén, Elio Garraway, Arturo Yánez, el entrenador de velocidad de República Dominicana, Ubaldo Duany moviendo los hilos de Catherine Ibargüen, el de voleibol de sala masculino colombiano, los de boxeo y lucha de Guatemala y El Salvador…
Todos esos saberes llevaron la marca de Cuba; en el orden de más de medio centenar de técnicos cubanos estuvieron directamente involucrados en los resultados o preseas alcanzados por disímiles países de la región.
Melissa Hurtado (blanco), plata en la división de 48 kg del judo femenino, pierde ante la mexicana Edna Carrillo (oro), discípula de la cubana Daima Beltrán, en los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe. Foto: Marcelino Vázquez/ACN
No hay el más mínimo afán de justificar el segundo lugar de nuestra delegación, compuesta por 538 atletas, el 66% de ellos debutantes, y sin participación de inicio en 91 pruebas.
En lo personal, como de seguro les sucedió a millones de cubanos, me dolió el hecho de ceder la hegemonía de Centroamérica y el Caribe que atesorábamos desde Panamá 1970 a nuestro sempiterno rival en el área, México, pero reitero que, en sentido general, la actuación de nuestros deportistas la considero positiva.
Precisamente de eso van estas líneas, de intentar dilucidar las variables de incidencia en el performance de los antillanos.
Hablamos de que, en buena medida, el crecimiento del deporte en la región se debe a la colaboración y la socialización de los conocimientos de nuestros entrenadores, como también a la presencia de muchos de nuestros deportistas en escenarios competitivos de ligas en el área.
Tal nivel de coexistencia, además de posibilitar un mayor scouteo y conocimiento de las potencialidades y debilidades de nuestros efectivos, permite el roce, crecimiento y aprendizaje de las restantes naciones.
Por eso el cuestionamiento acerca de si en más de una ocasión, los representantes o competidores insulares, en una cantidad X no despreciable de situaciones, estuvieron enfrentando a contrarios con un chip cubano en su accionar.
El ejemplo más ilustrativo quizás, pese a haber logrado 22 títulos menos que en Veracruz 2014, lo constituye Venezuela. Desde los inicios de la misión Barrio Adentro Deportivo, los venezolanos han contado con la ayuda y asesoría de técnicos cubanos a todos los niveles, incluso directamente vinculados con su Ministerio de Deportes y la esfera del alto rendimiento.
En República Dominicana ha sucedido algo similar. Y no solo en los llamados países de mayor aval o desarrollo. Otras naciones de menor pedigrí, como las propias Guatemala y El Salvador, Trinidad y Tobago, además de otras islas del Caribe, solicitan con ahínco los servicios de preparadores de la Mayor de las Antillas, ya sea bajo el amparo de Cubadeportes S.A. o por otra vía de contratación.
Tal panorama obliga a nuestros efectivos a estar mucho mejor preparados para encarar cualquier tipo de confrontación, pues puede que, incluso, el timonel de la esquina opuesta haya contribuido directamente a su formación o los haya hecho crecer.
Desde adentro
El fenómeno anteriormente esbozado no es el único que compete o se halla detrás del rendimiento evidenciado en Barranquilla y en cualquier otro certamen multideportivo desde hace más de una década. Si bien es real y está latente, otras variables inciden considerablemente.
La primera de ellas, relacionada con los procesos de captación de talentos y el desarrollo del deporte en la base, que constituyen, en definitiva, la columna vertebral de nuestra pirámide.
Desde los otrora colosales Juegos de Montaña o Murales, pasando por la eliminación de las Pre-EIDE y las ESPA provinciales, la estructura deportiva de nuestro país sufrió un resquebrajamiento en sus procesos de captación, construcción y tránsito de atletas hacia el alto rendimiento.
Ello trajo consigo cierto desinterés de los niños hacia la práctica de aquellos deportes que históricamente nos han brindado mayores alegrías, incluso hasta el béisbol. El fútbol y su poderoso entramado han ido hipnotizando el interés de los más pequeños, y, por consiguiente, se establece una relación elemental: si usted posee una cantera de 100 potenciales atletas y necesita desarrollar una decena de talentos, estará en desventaja con un país que tenga «trigo» para trabajar en el orden de los 1 000 o más efectivos y una población de casi 124 millones de habitantes.
Si a eso le adicionamos situaciones de estrechez económica, limitaciones en materia de infraestructura e implementos deportivos, además de tránsito a veces acelerado de la categoría cadete a la preselección nacional de adultos con excepción del boxeo, se establece otra posible brecha.
El tercer punto, y no menos considerable, pasa por las dinámicas que rigen el deporte mundial en la actualidad: un mercado en extremo lucrativo, cuyo eje pasa por los clubes o ligas y desde los cuales se establece el punto de partida hacia las selecciones nacionales en muchos de los casos, tanto en deportes colectivos como individuales.
Cuba, si bien ha ido insertándose de a poco en este mecanismo, con el INDER como ente rector y una serie de particularidades de diversa índole, aún no logra atemperarse por completo en una espiral que, a la larga, se antoja «excluyente» con los preceptos sobre los cuales se construyó el deporte revolucionario.
Ligados a esta última variable se hallan los llamados patrocinadores o sponsors, que financian, dan seguimiento, y hasta gestionan competencias a las gemas que bajo su velo se desenvuelven.
Cierro con otro elemento: la ciencia y la tecnología aplicadas al deporte. Si bien existe la intención de que Cuba se equilibre con otros países en este sentido, la realidad arroja que aún estamos distanciados, principalmente de las principales potencias del orbe y la región. A este lado del Atlántico convivimos con «monstruos» de la talla de Estados Unidos, Canadá, Brasil…; Colombia y México han manifestado un crecimiento notable y le han imprimido una inyección sólida de capital al desarrollo del deporte como esfera social.
En Cuba hacemos todo lo posible por no descuidar ese flanco, pero no emulamos a esos otros países antes mencionados.
Amigos míos, hasta aquí este intento de esclarecer cuántos elementos inciden o se esconden detrás de un título, una presea, o sencillamente un resultado, descollante o no.
Barranquilla fue otro certamen en el que el barómetro de los pronósticos falló en sus mediciones. Pero las predicciones, con objetividad mediante, se hacen sencillamente para eso: tener un margen mayor o menor de acierto.
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