Ariel Pestano, un amante empedernido de la pelota

Ariel Pestano, un amante empedernido de la pelota
Fecha de publicación: 
17 Septiembre 2016
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Años de distancia me privaron a mí de medir las hazañas de Víctor Mesa robándose el home o arrebatándole extrabases a cualquier consagrado en el cajón de bateo. Pude verlas luego grabadas pero aprendí a amar el béisbol con Eduardo Paret en el campo corto, Ariel Borrero en la primera almohadilla, Eddy Rojas en el jardín derecho, Rolando Acebey en la tercera base y Ariel Pestano, enmascarado, detrás del home impartiendo señas al pitcher de turno.

 

Antes de ser periodista, el día de mis 16 años, le solicité una entrevista a Pestano. Vestida con mi uniforme de preuniversitario aquella proposición debió parecerle fuera de lo común, advertí su incredulidad y argumenté que se la estaba pidiendo con 2 años de antelación. Por toda respuesta sonrió, acaso sin creer que en mi primera encomienda de ese género yo lo tendría a él grabadora por medio y con una cantidad tan inconmensurable de preguntas que, ahora comprendo, fueron demasiadas.

 

Lamentablemente no la conservo. Recuerdo intacto en mi memoria que fue un 24 de diciembre en la acogedora sala de su casa. Sus hijos, entonces pequeños, hacían las delicias de la entrevista. Me confesó su amor por los gallos finos, por el béisbol y su pacto secreto con el cielo cuando salía una gran conexión. En el deporte se inició en el tenis, en su natal Caibarién, pero en la pelota siempre supo que lo suyo era la receptoría y se fue convirtiendo en una realidad desde sus nueve años de edad.

 

Lo dejaron probarse y se robó la posición que en Villa Clara tenía nombres, ejemplos a imitar de la talla de Albertico Martínez o Lázaro Pérez. Quizás el mejor momento de su carrera fue el 18 de junio de 2013, en nuestro estadio Sandino de Santa Clara, colmado el graderío que solicitaba un jonrón que nos regalara el Campeonato. Pestano, lo vimos todos, miró al banco de los visitadores donde uno que había sido su manager ahora era manager contrario... sacó los brazos y la pelota se fue elevando hasta irse del parque.

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Liz entrevista a Pestano. Foto cortesía de la autora

 

Tampoco se puede hablar de Pestano sin mencionar su inmerecida exclusión en la nómina que nos representara en el Tercer Clásico Mundial de Béisbol. Fuera del equipo él, justamente el único pelotero que (entonces en activo) atesorara el mérito de transitar por equipos nacionales de todas las categorías. Subcampeón olímpico en Sydney 2000 y medallista de oro en Atenas 2004 también integró la selección en los Juegos Panamericanos de Winnipeg y luego en República Dominicana. En Campeonatos Mundiales, en Centroamericanos, en torneos domésticos, siempre escuchamos hablar de Pestano.

 

Pero integrar una selección así fríamente, puede implicar que usted se quede sentado en el banco. Para que nadie se ofenda, es un mérito participar en unos Juegos Olímpicos aún sin salir del dogout, mas en el caso de Pestano su intervención adopta otros matices. Como guía de los lanzadores, oportunísimo al bate, casi siempre le vimos con el mascotín en la mano detrás del home.

 

Hace unos meses muchos de sus seguidores pensamos en la posibilidad de verlo dirigiendo el maltrecho equipo anaranjado. No sucedió, y hasta hoy no se publica ninguna nota que pueda alentar ese anhelo.

 

Este 17 de septiembre se retira, oficialmente, del deporte activo y para quienes también soñamos con su regreso a la nave villaclareña quedará el recuerdo de un hombre que amó a la pelota más que a nada en el mundo, renunció a cifras millonarias para jugar en la Gran Carpa y viceversa: el béisbol también lo amó y por supuesto, la Gran Carpa tuvo que conformarse a seguir sin sus maravillas.

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