Leonardo Padura, satisfacción por Premio Carbet 2011

Leonardo Padura, satisfacción por Premio Carbet 2011
Fecha de publicación: 
23 Diciembre 2011
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Cubasí reproduce el texto que el escritor cubano enviara vía correo electrónico a los directivos del Institut du Tout Monde y a los integrantes del jurado de la edición 22 del Premio Carbet.
 
El escritor cubano Leonardo Padura recibió este fin de semana el Premio Carbet del Caribe y del Mundo, anunciado en Guyana. El Premio Carbet del Caribe fue fundado por el intelectual martiniqués Édouard Glissant en el año 1990, y desde el 2007 es organizado por la asociación itinerante Institut du Tout Monde. En el año 2009, se le nombró Premio Carbet del Caribe y del Mundo.

 

Padura fue nominado en esta 22 edición por su novela El hombre que amaba los perros (2009), obra que relata el asesinato del líder revolucionario y teórico comunista León Trotski a manos del comunista catalán Ramón Mercader, y la estancia de este último en Cuba a partir de 1960.

 

El creador del conocido personaje Mario Conde ―protagonista de las novelas policíacas que han hecho de Padura uno de los escritores cubanos más leídos en su país― engrosa ahora la lista de importantes autores que han sido reconocidos con el Premio Carbet: Patrick Chamoiseau, Simone Schwarz-Bart, Edwidge Danticat, Franketienne y René Depestre, entre otros. En esta edición, el cubano fue elegido por el jurado entre un total de dieciocho autores.

La Ventana reproduce, en exclusiva, el texto que Leonardo Padura enviara, vía correo electrónico, a los directivos del Institut du Tout Monde y a los integrantes del jurado de la edición 22 del Premio Carbet:

 

ALEGRÍA, SATISFACCIÓN Y GRATITUD

 

por Leonardo Padura

 

Estimados directivos del Institut du Tout Monde, jurados de la edición 22 del Prix Carbet de la Caraïbe, colegas, amigos:

 

Ya se sabe que hay premios y premios. Y que, entre los literarios, hay algunos que son más literarios que otros. Cuando un escritor ―ese hombre común pero que desarrolla su trabajo en la soledad de su escritorio, luchando con sus dudas, sus miedos (todos sus miedos), con las ideas y con su idioma― resulta congratulado con un premio verdaderamente literario, la felicidad de ese escritor puede ser infinita, pues significa el reconocimiento a un trabajo cuyo fin es, luego de convencer al propio escritor, intentar el convencimiento de los lectores.

 

Y, entonces, al ser reconocido ese trabajo, la felicidad se mezcla con la gratitud hacia ciertos colegas, hacia ciertas instituciones que entre los miles de miles de libros que se publican cada año en el mundo, han puesto su fe y su confianza en el trabajo de ese escritor y le proporcionan la enorme satisfacción de sentir que el esfuerzo de muchos meses ha valido la pena. Este es hoy mi caso y por eso estas palabras estarán desbordadas de alegría, satisfacción y gratitud.

 

El hecho de que sea una novela como El hombre que amaba a los perros la que se alce con un reconocimiento como el muy selectivo y prestigioso Prix Carbet adquiere para mí connotaciones especiales por razones que casi no resultaría necesario enumerar, pero que insisto en hacerlo: porque este es un premio que brota desde lo más profundo del esfuerzo por valorar y reconocer la cultura del Caribe, a la cual pertenezco en cuerpo y alma desde mi condición de cubano por todos los costados; porque este es un reconocimiento que está ligado a figuras míticas de la cultura de la región, desde el maestro Édouard Glissant hasta la gran dama Maryse Condé, René Depestre (entre muchos otros), que lucharon y luchan por la dignificación de la cultura de nuestro mediterráneo americano en todos los niveles, desde los más populares hasta los más elaborados; porque soy un carpenteriano militante, y en la obra de ese cubano caribeño y universal aprendí a ver esta parte del mundo como espejo del universo, como territorio propio donde, con todas las sangres y todas las culturas, todas las historias y todas las batallas (e incluso las derrotas), se ha logrado crear un universo real maravilloso desde el que irradia nuestra singularidad de mestizos esenciales, de piel, espíritu, lengua, creencias religiosas y filosofías.

 

Pero en el caso específico de esta novela, que es el resultado de una larga obsesión, de una experiencia de vida y de cinco años de investigaciones y escrituras, cada reconocimiento que recibo me confirma en una certeza: El hombre que amaba a los perros era, es, una novela que yo no podía dejar de escribir.

 

No tengo que repetir que vivo y escribo en Cuba, pues todos ustedes lo saben. Y quizás no tendría que decir lo que significa haber escrito esta novela viviendo en Cuba y aspirando a que fuese leída, sobre todo, en Cuba. La experiencia de la gran frustración utópica del siglo XX, en la cual mi país participó con todos sus sueños y obtuvo muchos de sus beneficios pero a la vez pagó muchas de sus consecuencias indeseables, era y todavía es un conflicto histórico que tocó hasta las últimas fibras de las vidas individuales de muchos cubanos, pero con especial énfasis y encono en los hombres y mujeres de mi generación. Un grupo de personas que creció, se educó, trabajó convencida de la viabilidad de esa utopía, sin tener muchas veces una idea real de los desmanes que se habían cometido en nombre de la construcción de un mundo mejor.

 

El ocultamiento de esos desmanes ―que si acaso se calificaban de “errores”, cuando muchas veces fueron en realidad “horrores”― constituyó justamente una de las causas que provocaron su frustración como proyecto, y la frustración de los sueños y las vidas de muchos hombres y mujeres de mi generación, en esta Cuba en la que nací, donde vivo y escribo por sobrenada decisión personal.

 

Entrar en ese mundo lleno de complejidades históricas, de susceptibilidades políticas, de esquematismos ideológicos, fue una decisión difícil. Y puedo confesar, como ya he hecho otras veces, que sentí miedo al hacerlo. Pero creo firmemente que la esencia del hombre está en su capacidad no de ser valiente, sino de saber imponerse a sus miedos, aun cuando estos no lo abandonen. Con esa mezcla de sensaciones y dudas me lancé al proyecto de escribir esta novela y creo que el mayor aliento que me sostuvo fue el sueño artístico de que resultara la mejor novela que mi capacidad me permitiera escribir, y la aspiración social de que esa novela circulara en Cuba y la leyeran los cubanos.

 

El primero de esos propósitos aun no sé si lo logré; el segundo se ha producido con tropiezos, pero se ha producido, y ―debo decirlo con toda sinceridad―, el más importante de todos los premios que ha recibido y puede recibir esta novela ha sido el de esos lectores cubanos que, desde hace dos años, se me acercan por una u otra vía, para agradecerme, simplemente agradecerme, que haya escrito esa novela, que es también la novela de mi vida y de sus vidas.

 

El hecho de que además diversas instituciones hayan tenido la gentileza de premiar mi trabajo, por supuesto que completa la satisfacción y el orgullo con el que hoy escribo estas apresuradas, seguramente torpes palabras, con las que quiero dejar constancia de mi alegría de escritor y mi gratitud a un jurado y una institución que, desde el Caribe y hacia todo el mundo, señala mi novela, la premia, la congratula, y la coloca al lado de tanta obra trascendente escrita en esta parte del planeta que habitamos.

 

Por último, quisiera expresar algo que tal vez resulte una obviedad: El hombre que amaba a los perros es una novela triste, desencantada, una historia de horrores y errores. Pero es también, y así espero sea siempre recibida, la historia de una esperanza, que se frustró, como tantas otras a lo largo de la historia, pero esperanza al fin y al cabo. Fue el sueño de construir un mundo más justo, donde los hombres pudieran vivir con libertad, igualdad, fraternidad, en una sociedad donde imperara el máximo de libertad en el máximo de democracia. Y si otra vez perdimos ese sueño, todavía nos queda la obligación de volver a soñarlo, pero desde la experiencia del fracaso.

 

Y si algún día dejamos de soñarlo, a pesar de todos los pesares y derrotas, entonces sí habremos perdido lo mejor de nuestra condición humana, o sea, aquello que en su última miseria y descalabro pudo entender Ti Noel al ver la perversión de los sueños de otra revolución, la primera de las ocurridas en esta parte del mundo. En ese instante, escribió Alejo Carpentier en 1948, su pequeño personaje comprendió que “la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas”.

 

Todos nosotros sabemos cuáles son nuestras Tareas, todos nosotros sabemos que estamos obligados a querer mejorar lo que somos, el mundo en que vivimos. No importa con qué nombre bauticemos esa utopía. Solo que sepamos que, sin ella, no seríamos mejores.

 

Gracias otra vez a todas las instituciones y a todas las personas, presentes y ausentes, que me han permitido este cúmulo de satisfacción y felicidad. Y gracias, como siempre, a mis libros, los máximos responsables de mi satisfacción humana. Escribirlos es mi Tarea.

 

Más gracias,
Leonardo Padura
Mantilla, La Habana
16 de diciembre de 2011.

Comentarios

Nos satisface saber a los que optamos por seguir leyendo a nuestros escritores, que alguien como Leonardo Padura haya sido reconocido con este prestigioso premio. Casualmente un amigo a quien aprecio mucho, portaba un ejemplar editado en España, escritor al fin y sabiendo lo que tenía en sus manos, se refirió a este diciendo que estaba genial, casi otra amiga se lo arrebata de las manos. Sucede que en la Feria del Libro pasada, si no recuerdo mal, los ejemplares de esta trascendental novela no superaron los veinte. Ojalá pudiéramos tener el placer de encontrarla para la próxima en mayores cantidades. Muchas felicidades a Padura. Resulta interesante que este apellido en italiano (paura) significa miedo, sin embargo, como decía en su carta de agradecimiento, él se impuso a los suyos cuando decidió escribir esta novela y estoy segura que eso, como él también sugiere, lo hará mejor persona. Gracias.
Felicidades para Padura. Él es de las personas que guardo en mi memoria pues fue una de las primeras personalidades de las letras cubanas que entrevisté en Cárdenas en una visita suya cuando recién me iniciaba en el periodismo. No he leído ese libro aunque soy una fiel seguidora de su obra pero una de mis mejores amigas lo leyó y medio muy buenas referencias.
Seguro un premio muy merecido, mis felicitaciones. Ahora falta que los lectores cubanos podamos leer tan premiada novela.
Muchas felicidades por el premio, él se lo merece, pues es muy buen escritor. A mí personalmente todos los libros que he leído de él me han encantado. Lo único que siento es que no se puedan encontrar. Espero que en esta feria los podamos ver.

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