En peligro la culata del congresista David Rivera
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Dos horas después de que el congresista republicano David Rivera realizara su anuncio de limitar los viajes de los cubanos a la Isla, un grupo de ellos, procedentes de Miami, llegaba al aeropuerto internacional José Martí, en La Habana.
Decenas de familiares esperaban el arribo del vuelo que, sin retraso, aterrizó en la pista, y unos 30 minutos después, se producía el reencuentro.
"No nos interesa lo que opina Rivera, la política es una cosa, la realidad es otra, y lo cierto es que políticos como él viven de Cuba, han vivido de Cuba por todos estos años", dijo Yanet Hernández, residente en Miami y que llevaba tres años sin encontrarse con los suyos.
"No somos mulas, somos cubanos que decidimos visitar nuestra familia después de todo lo sufrido con las regulaciones impuestas por Bush, por eso votaremos nuevamente por Obama" concluyó Yanet antes de marcharse a compartir con sus allegados y a recorrer las mismas calles que su nostalgia no la deja olvidar.
Leonardo Barrio, un profesor de español con 10 años en la Florida, asegura que "son otros tiempos, ya la comunidad cubana allá no la integran mayoritariamente aquellos salidos de la Isla en los años 60, una buena parte batistianos que se refugiaron en Estados Unidos. Esta es una emigración esencialmente económica, joven, que desea ayudar a su familia, y la propuesta de Rivera lo que se propone precisamente es atacarnos, porque nuestra mentalidad es otra".
"Nosotros mantenemos lazos fuertes con los amigos, el barrio, la familia, y ese núcleo ultra reaccionario no está en capacidad de analizar, de entender que los que como yo salimos de Cuba no somos exiliados políticos, un cuño que ya no funciona, o funciona muy poco en realidad", sentenció Barrio, quien pasará 15 días aquí y visitará a una hija en Santiago de Cuba.
La propuesta de David Rivera pretende cambiar aspectos medulares de la Ley de Ajuste Cubano que permite a los cubanos legalizar el status de residencia luego de un año y un día de llegar a Estados Unidos, y a partir de ese momento viajar sin trabas a su país de origen. Ahora, este congresista propone demorar en cinco años la visita a Cuba de tales emigrantes, con el consiguiente rechazo de la comunidad cubana allí enclavada.
También no pocas familias de este lado del estrecho de la Florida se irritan con la "novedad" que Rivera ha sacado bajo la manga como mal prestidigitador. Así también lo ratificaron quienes, sin querer revelar sus nombres, dialogaron con Cubasí mientras aguardaban la llegada del vuelo. "Ese tipo está loco, chico, está tosta’o", apuntó en alarde de síntesis un padre, camillero de un importante hospital capitalino, que aguardaba entusiasmado por la llegada de su hermano.
Uno de los fines de tal propuesta -descabellada e incoherente incluso en la defensa hecha de ella por el propio Rivera-, es reforzar el bloqueo a Cuba, bajo el supuesto de la inyección de moneda dura que tales viajes representan.
Pero más que este argumento, el boceto de ley se propone arremeter contra la emigración llegada a tierra norteamericana en las últimas décadas y que ya no son aquellos burgueses, terratenientes o batistianos, sino un conglomerado impulsado a emigrar por motivos esencialmente económicos, según indicó el presidente cubano Raúl Castro, en su discurso ante la Asamblea Nacional este agosto.
Al revelar las intenciones que mueven a Rivera con respecto a la joven emigración, y argumentando las potencialidades de la misma que tanto teme la extrema derecha, el periodista Edmundo García, una muy atendible voz que se identifica con los emigrantes de los últimos años, afirmó recientemente en su programa radial La tarde se mueve: "Ellos tienen los relojes pero nosotros tenemos el tiempo".
No son pocos los motivos por los que el sector reaccionario, integrado por pichones de batistianos -exiguo en número pero con innegable poder económico resulto de corruptelas y fraudes-, se propone con su proyecto de ley emprenderla contra la emigración más joven, que sería la más perjudicada.
Estas últimas hornadas de emigrantes, ya no descendientes de batistianos sino incluso de combatientes de Girón y de Angola, han puesto un nuevo rostro a la emigración. Para nada es este un asunto menor: tan solo en el estado de La Florida, viven aproximadamente un millón doscientos mil cubanos, un buen porciento llegó a partir de 1990, confirmando el carácter esencialmente económico de su salida de la Isla.
Como sus móviles son fundamentalmente en busca de una mejor calidad de vida, se han distanciado del odio que marca a los llegados a tierra norteamericana a raíz del triunfo revolucionario. Por tanto, fracturan de manera evidente la supuesta coherencia de que hacía gala el "exilio" cubano hasta hace un tiempo, sustentada en la abierta agresividad y rechazo hacia todo lo que oliera a Cuba.
"El tiro les puede salir por la culata", comentaba a este reportero, a propósito de la propuesta de cambios a la Ley de Ajuste Cubano, uno de sus entrevistados en el aeropuerto José Martí.
Quizás no le falte razón. Incluso, desde sus propios orígenes, tal Ley, además de injusta y criminal, por los peligros que entraña en el cruce marítimo, se les ha vuelto un bumerang al promover no solo la violación de las leyes cubanas, sino también las de muchos otros países, incluyendo las de los propios Estados Unidos al hacer vulnerables sus fronteras.
Esa joven emigración contra la que apunta David Rivera es la misma que, entre nostalgias y apego a las esencias patrias, colmará las gradas del American Airlines Arena este 27 de agosto en el concierto del cantautor Pablo Milanés, por cuya cancelación tanto pataleo infructuoso ha dado la mafia cubanoamericana. Sí, David Rivera debería estar atento a su culata con este mal tiro.
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Sara
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