Ya fuera para practicarlo, estar al tanto del desempeño de sus compatriotas en escenarios diversos o interesarse por la marcha de los planes impulsados con la pasión que le encumbró como líder indiscutido.

Por eso no extraña que en estas horas de inmenso dolor, medios de prensa destaquen que con su muerte «se va uno de los presidentes más deportistas en ese país», o elogien su empeño por colocar la actividad física al alcance de todos los venezolanos.

Es sabido que soñó con ser un pelotero de élite, y se conoce también que renunció a ese propósito ante la tumba de su ídolo, Isaías «Látigo» Chávez, diciendo: «Yo ya no voy a seguir ese camino. Ahora soy soldado».

El esgrimista campeón olímpico Rubén Limardo, el piloto de fórmula uno Pastor Maldonado, miembros de la Vinotinto, o beisbolistas encumbrados, han sido enfáticos al resaltar el desvelo del gran heredero de Bolívar.

«Mi presidente, donde quieras que estés, siempre estaré orgulloso de usted. Gracias por apoyarme a lograr el gran sueño olímpico», sentenció el primero de ellos.

A nivel de pueblo abundan frases que agradecen la prioridad asignada por él a la Misión Barrio Adentro, que acerca a miles de técnicos y especialistas al servicio del pueblo y tiene a los cubanos como pilares.

Respaldó la organización de eventos importantes como la Copa América de fútbol 2007, el Campeonato Mundial de softbol (f) 2010 o el Preolímpico de baloncesto 2012, y con él al mando, su país consiguió cuatros preseas olímpicas, la mitad de las que atesora.

«Hasta siempre, comandante @chavezcandanga, lo vamos a extrañar por siempre. Chávez Vive», expresó en su cuenta de Twitter el exastro del fútbol Diego Armando Maradona, con quien departió más de una vez.

En Cuba miles de mujeres y hombres protagonistas le lloran hoy con el privilegio de haber contribuido a hacer realidad las bondades de Barrio Adentro, y la afición le recuerda especialmente por aquel partido beisbolero devenido expresión de su amistad con un Fidel igualmente apasionado por el deporte.

No importa que no brillara desde los montículos. «Lanzó» como ninguno en el duro desafío de hacer por los demás y se ganó un puesto en el corazón de los humildes, seguros de que seguirá empuñando para «jonronear» por ellos.