Eliades Ochoa: ¡Lo mío es la música!

Eliades Ochoa: ¡Lo mío es la música!
Fecha de publicación: 
14 Septiembre 2012
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Es una de las figuras de aquel suceso planetario que fue Buena Vista Social Club, uno de los más jóvenes de aquella troupe de músicos grandes (también de edad). Elíades Ochoa es portador de una tradición que sigue mostrando por el mundo, ahora a título personal, con un acompañamiento también muy tradicional, el del Cuarteto Patria. Tras una intensa gira que lo llevó por Tucumán, Mendoza y Neuquén, el músico traerá el son cubano al teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), esta noche a las 21.

Lo de Ochoa y compañía fue realmente intenso por estas tierras, con shows diarios en diferentes provincias. El dice que es así siempre, y que es así, además, como le gusta. “¡Sí, señora!”, sonríe al comienzo del diálogo con Página/12, imponiendo con una frase tan corta, en un instante, todo el acento cubano, y a la vez la geografía, y la música de la isla. “Así es esto que nos gusta tanto: terminamos por la noche, dormimos un rato, cogemos el avión temprano, y ya aparecemos en otro lugar. Ya estamos acostumbrados y, ¿quiere que le diga? No me gusta descansar mucho cuando estamos trabajando. Eso de hacer un concierto hoy y esperar dos o tres días al próximo... No, no es para mí. ¡Lo mío es la música, señora, la mú-si-ca!”

Lo acompaña su esposa, Grisel Sande Figueredo, autora del libro Elíades Ochoa, de la trova para el mundo, presentado oficialmente en la Feria del Libro de La Habana en febrero pasado. Y también están en gira los músicos del Cuarteto Patria, la formación que acompaña a Ochoa desde 1978. “Hace algunos meses, ¿verdad? Esto es una familia, claro”, sigue, cubanísimo, el guitarrista y cantante de 65 años, nacido en Lomas de la Avispa, cerca de Santiago de Cuba.

–En sus conciertos la gente pide siempre los clásicos de Buena Vista. ¿Usted les hace caso o prefiere sorprenderlos con otro repertorio?

–Chica, ¡yo me debo al público, que es el que tiene la última palabra! ¡¿Cómo no he de hacerles caso?! Tengo claro algo: hay temas del repertorio de Elíades Ochoa que no pertenecen a Elíades Ochoa ni al Cuarteto Patria, ni a nadie, son temas que ya pertenecen al público. ¿Y cómo no voy a cantar en un concierto mío “Chan Chan”, “El cuarto de Tula”, “Píntate los labios, María”, “Candela”? No podría quedármelos para mí.

–La tradición está entonces cuidada por grupos como el suyo. ¿Y qué hay de los jóvenes músicos cubanos? ¿Se interesan por la música tradicional?

–Pues, sí, mucho. Cuando el Buena Vista hizo la explosión que hizo –porque fue una explosión, nunca mejor usada la expresión–, empezaron a salir todas las agrupaciones haciendo música tradicional, y todos los empresarios iban a buscar son cubano. Todos los que hasta entonces no hacían son cubano, porque no podían trabajar con eso, aparecieron, y los que todavía no hacían son cubano, pues se pusieron a hacerlo. Y si usted va hoy a Cuba, verá que en cualquier esquina se tropieza con un grupo de pequeño formato tocando nuestra música, y es seguro que “Chan Chan”, “Candela” o “Lágimas negras” estarán sonando allí.

–¿Y usted dice que Buena Vista marcó ese cambio?

–La música cubana, por los siglos de los siglos amén, se ha conocido en el mundo, desde hace muchos años. Ya en las primeras décadas del siglo XIX se conocían “Lágrimas negras”, “Guantamera”, eso ya estaba, claro. Pero luego de muchos años, en la música tradicional la nuestra había quedado como olvidada; Buena Vista Social Club se encargó de devolver el son cubano al mundo. Y hoy, en cualquier lugar del planeta al que tú vayas, pues allí está el son.

–¿Por qué habla de explosión? ¿Qué recuerda, por ejemplo, del momento de mayor auge del Buena Vista?

–Nosotros antes del Buena Vista podíamos salir fuera de Cuba y hacer –qué digo– quince o veinte conciertos al año, no más. Después de esa explosión de la que hablo, somos nosotros los que tenemos que decir: “No, hasta aquí llegamos con los conciertos, también hay que descansar”. Porque detrás del artista hay un ser humano, y debajo de su sombrero tiene que haber una cabeza. Y si por andar de gira y gira nos perdemos las fiestecitas campesinas, las de la familia, bueno, pues entonces se desvirtúa un poco todo. Así que aquí vamos: hoy de gira, y felices. Y en noviembre, ¡a la casa, a seguir felices!

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