Perú abandonado

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Perú abandonado
Fecha de publicación: 
5 Febrero 2021
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La gente se acuesta junto a sus tanques de oxígeno vacíos después de acampar durante la noche para esperar que abra una tienda de recargas en Callao, Perú, el martes 2 de febrero de 2021 

Más de 260 médicos fallecidos –uno cada día- entre los casi 50 000 muertos por la COVID-19 es la parte letal del enorme daño que la epidemia del nuevo coronavirus hace en Perú, hecho agravado por la desidia del gobierno de transición en atender el mal, el abandono total de la población y la tardía compra de insumos que no alcanzan a cumplir su cometido, por lo cual los galenos han declarado una huelga en demanda de una mayor protección.

El ejecutivo se mantiene impertérrito en su actitud de no responder a queja alguna, mientras decreta tardíamente un confinamiento general, situando en estado de emergencia a Lima, la capital, y nueve regiones, lo cual ha provocado masivas protestas de ciudadanos que se sienten burlados y reclaman por sus trabajos, virtualmente esfumados, o una atención alimentaria en una nación que siempre ha tenido un alto crecimiento económico y una buena reserva de divisas, además de oro, que no ha impedido que la pobreza general alcance ya a cuatro millones de peruanos, duplicando la cifra en apenas dos años.

Las elecciones presidenciales están señaladas para abril próximo, pero aún se desconocen los candidatos, con una herencia virtualmente maldita no solo por la COVID-19, sino por el desfalco creciente e impune, hecho que llevó a la destitución del presidente Martín Vizcarra.

A Vizcarra no le han presentado pruebas contundentes en su contra, pero ya la destitución es irreversible y apoyada por los grupos más derechistas del Congreso que le disputaban el poder, quienes también se vieron obligados a renunciar por inoperancia y represión desmedida a las manifestaciones en su contra,

En medio de la pandemia, las condiciones de seguridad se han seguido deteriorándose al aumentar los índices de criminalidad, por lo cual es ahora corriente decir en Perú que “si no te mata la pandemia, alguien te asesinará”.

Las pocas cifras confiables que hay son las de la Encuesta de Victimización del Barómetro de las Américas, que arroja la cantidad de ciudadanos que son víctimas de delitos en un país. Ahí se muestra cómo la situación de Perú se ha deteriorado de tal manera, que está virtualmente empatado con Honduras en el primer lugar.

Así como no atiende debidamente a la actual epidemia, el gobierno de transición sigue la pauta de anteriores regímenes de no combatir adecuadamente la delincuencia.

Ningún gobernó ha asumido que los cambios deben comenzar por la policía, carcomida por la corrupción. Tampoco se mejoró la situación de los policías, no se cambió el sistema en que trabajan, sus escuelas son absolutamente deficientes y producen agentes de pésima calidad.

Pero la corrupción no sólo alcanza a la policía, sino que llega hasta la Fiscalía de la Nación, donde hay fiscales vinculados con el crimen organizado, y los antes gobernantes los mantienen en su puesto, sin que algo pase.

Lo cierto es que todas las instituciones están prácticamente infestadas por la corrupción, como el Poder Judicial.

Por otro lado, en la administración pública la cosa es igual o peor, en gobiernos regionales y el central. Esto ya se ha convertido en una de las trabas más importantes para el desarrollo, lo cual habla del abandono en que se encuentra el pueblo de la nación suramericana.

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