Dolor de cabeza para Biden: Amenaza de recesión y alta inflación
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El presidente de EEUU, Joe Biden, da positivo nuevamente al covid-19 y vuelve a aislamiento, según la Casa Blanca. Foto: AFP
A pocos meses de unas elecciones de medio término que parecen ser malas para su partido, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, enfrenta una posible recesión, con dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, y una inflación disparada que afecta principalmente a los más vulnerables.
Biden asegura que no hay recesión, es pasajera tal situación y no afectará el crecimiento de la nación, pero se mostró incoherente respecto a la inflación, que ha batido récord, y reconoció los problemas que los altos precios acarrea a los estadounidenses.
Ya dejó de utilizar el pretexto de echarle la culpa a Rusia por los altos precios de los combustibles, un puntal que ha sido aprovechado por el propio EE.UU. para sacar provecho de sus aliados europeos.
Mientras su administración se apresura a tirar de todas las palancas disponibles para reducir los precios, queda poco para que Biden, o cualquier presidente, pueda hacer unilateralmente para controlar la inflación a corto plazo. Sin embargo, hay políticas que podría defender y aliviar las presiones inflacionarias.
Los republicanos están ansiosos por vincular el problema a los principales planes de gasto del gobierno, con el fin de tratar de finalizar los cuellos de botella en la cadena de suministro y la escasez de bienes. Incluso los funcionarios reconocen que llevará tiempo para que los consumidores sientan los efectos de esa estrategia.
La pandemia de coronavirus distorsionó los patrones de oferta y demanda globales, provocando un desajuste que ha elevado los precios. Poner fin a la pandemia ayudará a que esos patrones vuelvan a la normalidad. Los pasos que está tomando Biden ahora podrían tener un efecto limitado, pero no se sentirán por algún tiempo.
Subrayo: las interrupciones en la cadena de suministro global debido a la escasez de mano de obra, las restricciones por el covid-19 y una mayor demanda de bienes (a diferencia de los servicios) han provocado que los precios de algunos productos aumenten.
Al respecto, se intenta desatascar esos cuellos de botella en los puertos estadounidenses, donde los portacontenedores están esperando para descargar. Anunció el mes pasado que dos de los puertos más grandes de Estados Unidos, Los Ángeles y Long Beach, operarían las 24 horas del día. Y anunció en Baltimore esta semana nuevos fondos para expandir la capacidad portuaria en todo el país.
Apuntan los expertos que, sin embargo, una vez que se descargan las mercancías, hay una escasez de conductores de camiones para transportarlas por todo el país. La administración está sopesando pasos como reducir la edad mínima para los conductores de camiones o tratar de aumentar su salario para atraer a más conductores. Y los funcionarios no descartaron el uso de la Guardia Nacional para intervenir y comenzar a transportar mercancías.
Uno de los principales asesores del ex presidente Barack Obama, Jasin Furman, dijo a CNN que hay que centrarse en los puertos y las cadenas de suministro”, pero aún tardara en materializar la disminución de los precios.
Especialistas de agencias noticiosas coinciden en que la tan vapuleada inmigración podría solucionar la escasez de trabajadores. Estados Unidos tiene un número casi récord de vacantes de trabajo y un número asombroso de estadounidenses está renunciando a sus trabajos.
Y, sin embargo, la inmigración ha caído drásticamente en los últimos años en medio de la pandemia y las políticas más estrictas durante la administración Trump, y ello no está contemplado en la agenda de Biden. que en muchas ocasiones sigue la línea trazada por el anterior presidente a pesar de haber prometido su eliminación.
"Tenemos muchos puestos vacantes. Esto no va a amenazar a la gente aquí en Estados Unidos. De hecho, los ayudaría", dijo Furman, quien ahora es profesor en la Universidad de Harvard.
A medida que la economía mundial se recupera de la pandemia, el precio del petróleo crudo se dispara, lo que contribuye a la inflación. Los altos precios de la gasolina son uno de los fenómenos más frustrantes para cualquier gobierno, porque afectan a casi todos los estadounidenses, pero en su mayoría son inmunes a la acción presidencial.
La Casa Blanca no ha descartado aprovechar la Reserva Estratégica de Petróleo, la reserva de 600 millones de barriles de petróleo crudo almacenados en cavernas de sal subterráneas en Louisiana y Texas. Pero eso podría tener solo un efecto limitado, debido a la cantidad de petróleo que se puede liberar a la vez. Y no resuelve el problema subyacente: la oferta no está a la altura de la creciente demanda.
Así, el precio de la gasolina alcanzó el máximo en siete años y Biden, quien había copado primero a Rusia, luego lo hizo con la Organización de Países Exportadores de Petróleo que no aceptan sus demandas en relación al suministro.
Un grupo de senadores demócratas le pidió la semana pasada a Biden que prohibiera las exportaciones de petróleo para aumentar el suministro interno. Pero eso tiene el potencial de enojar tanto a los productores estadounidenses como a los aliados extranjeros. Y algunos expertos de la industria argumentan que sería contraproducente, porque el precio de la gasolina estadounidense no es el del crudo Brent, el punto de referencia mundial. La eliminación de los barriles estadounidenses solo haría subir el Brent y, por lo tanto, los precios de la gasolina.
Sin muchas palancas políticas concretas para bajar los precios, Biden ha tratado de usar su púlpito presidencial para involucrar a los líderes de la industria en el tema. Habló este martes 26 de julio con los directores ejecutivos de cuatro grandes minoristas y transportistas (Wal-Mart, UPS, FedEx y Target) sobre las interrupciones de la cadena de suministro y escuchó sobre los esfuerzos de sus empresas para acelerar las entregas.
Un día después, Biden dijo que los ejecutivos le dijeron que los estantes estarían llenos durante la próxima temporada navideña, pero tardará varios meses.
PERO NO HACE LO ESENCIAL
Al mismo tiempo, se ha resistido a una medida que sí lo haría: levantar los aranceles a las importaciones chinas ahorraría al hogar medio cientos de dólares al año. Y lo que es igual de tentador, revertiría la fallida política de guerra comercial de su desacreditado predecesor, Donald Trump.
Pero las consideraciones estratégicas y políticas pesan más que todo lo anterior. Cualquiera que sea el beneficio para los atormentados consumidores, las implicaciones en el país y en el extranjero de la relación internacional más tenebrosa de Estados Unidos elevan lo que está en juego.
"La razón para hacer esto o no hacerlo no debería ser la inflación", dijo Richard Haass, uno de los principales asesores del Departamento de Estado bajo el presidente George W. Bush, que ahora dirige el Consejo de Relaciones Exteriores. "El impacto en las relaciones entre Estados Unidos y China, y en la política interna de las relaciones entre Estados Unidos y China, sería mayor que cualquier impacto en la inflación", dijo.
Esas poderosas corrientes cruzadas se agitaron la semana pasada cuando Biden se reunió virtualmente con el líder de China, Xi Jinping, en la que se trató también la injerencia imperialista en los asuntos internos chinos, específicamente en Taiwan. Antes de la reunión, una serie de grupos empresariales emitió una carta pública en la que se pedía un alivio de los aranceles de China que cuestan 110 000 millones a los importadores estadounidenses y 1 300 a los hogares.
"Estos costes, agravados por otras presiones inflacionistas, imponen una carga significativa a las empresas estadounidenses, a los agricultores y a las familias que tratan de recuperarse de los efectos de la pandemia", escribieron los grupos empresariales, que van desde la American Soybean Association hasta el Information Technology Industry Council.
Pero funcionarios de la Casa Blanca dijeron que los aranceles no estaban en la agenda de Estados Unidos. Después de que Biden y Xi hablaran durante más de tres horas, y con la Casa Blanca golpeada políticamente por la mayor inflación en décadas, no se anunció ningún cambio de política.
Recordemos que al tomar posesión de su cargo tras la violenta insurrección del 6 de enero en el Capitolio de EE.UU., Biden enmarcó su presidencia como una oportunidad para que EE.UU. demuestre que “las democracias pueden superar a los regímenes autoritarios” como China en el siglo XXI.
En temas como los derechos humanos, Taiwán o el coronavirus, las interacciones entre las dos naciones poderosas se han agudizado tanto que Biden presentó la reunión como un intento de garantizar que la competencia "no se desvíe hacia el conflicto".
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