Chapultepec-Goliath: Los dos Méxicos

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Chapultepec-Goliath: Los dos Méxicos
Fecha de publicación: 
20 Febrero 2021
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México está envuelto hoy en una letal epidemia del nuevo coronavirus, que ha hecho grandes estragos sanitarios y económicos, a pesar de las medidas gubernamentales para combatirla y el instrumento de una política tendente a no abandonar a los más desposeídos, una constante en el quehacer presidencial de Andrés Manuel López Obrador.

AMLO, como se le conoce, incluso en los momentos en que fue golpeado por la enfermedad, recurre a la historia para elevar la moral del mexicano, algo que no gusta al vecino del Norte, cercenador de la mayor parte de la nación, cuando los historiadores del país latinoamericano recuerdan el ejemplo de los niños héroes de Chapultepec.

Nada recurrente en regímenes anteriores, pero sí ahora, cuando AMLO considera al neoliberalismo el principal enemigo de México, y en las escuelas del país, subrayo, se reitera el ejemplo de quienes murieron bravamente durante el asalto de las tropas estadounidenses al cerro de Chapultepec, el 13 de septiembre de 1847. Ellos son Juan de la Barrera, Juan Escuria, Francisco Márquez, Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca y Vicente Suárez Ferrer.

Hoy, independientemente de los problemas por los que atraviesa el país, como el resto del mundo, por la epidemia, el equipo gobernante ha mantenido su misión de evitar la corrupción y castigar a quienes han incurrido en el delito, incluso contra cinco anteriores presidentes, siendo los más notorios Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto.

Imagínense: un país con tantas carencias y excabezas de gobierno implicados en un escándalo de sobornos recibidos de la empresa constructora brasileña Odebrecht, con pruebas fehacientes que incluyen videos y grabaciones; es lógico que la mayor parte de la población haya expresado su confianza en que esta vez se hará justicia y se acabe la impunidad que gozan los denominados delincuentes de cuello blanco.

Además, hay una herencia de delincuencia que aumentó durante el anterior gobierno, que afirmó falsamente que había disminuido.

Por el contrario, este problema es uno de los mayores de la nación, que el actual gobierno trata de combatir con políticas sociales, pero ello se hace algo imposible en las difíciles circunstancias actuales.

Así, siguen apareciendo fosas comunes, capos de la droga mandan a asesinar a diestra y siniestra, y el miedo cunde en poblados donde los jefes del narcotráfico ponen y quitan a las autoridades locales.

La realidad no solo es mala, sino peor que muestran filmes actuales sobre tal incivilización, algo que nuestra televisión, mediante Multivisión, refleja fielmente en la serie Goliath, que relata la lucha de un abogado –alcohólico, por añadidura- frente a entes poderosos, que secuestran y asesinan en México por órdenes emanadas desde Estados Unidos, y viceversa.

Nada de elementos novelescos, ni de poner un extra en la crueldad, sino la realdad que hace sufrir cuando se corta en trozos a personas que tienen que desaparecer, o asesinar a inocentes, haciéndolo pasar como suicidio.

Antes de AMLO, el 91% de los mexicanos consideraba que los partidos políticos estaban afectados por la corrupción. Por ejemplo, la Procuraduría de Aguascalientes reveló que la organización mafiosa La Familia Michoacana financiaba campañas políticas del Partido Acción Nacional (PAN). Por su parte, este acusó al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de ganar “a la mala”, a través de la repartición de dispensas y uso de programas sociales.                                                    

El 90% de los habitantes consideraba que la policía era extremadamente corrupta, y el 61% aceptó haber sobornado a un uniformado, con tal de evitar trámites engorrosos, multas o hacer frente a las sanciones.

Los funcionarios públicos, con 87%, se ubicaron en el tercer sitio de corrupción, en tanto el 80% de los mexicanos ubica en cuarto lugar al sistema judicial. Cuando murió el exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Ernesto Díaz Infante, esperaba ser sentenciado por segunda ocasión por los delitos de cohecho y contra la administración de justicia. Antes, había sido condenado a ocho años y seis meses de prisión por haber recibido un soborno de 500 000 dólares y usar sus influencias para obtener la libertad del empresario Alejandro Braun, quien violó y asesinó a una menor de seis años en Acapulco, Guerrero.

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