Burla climática neoliberal

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Burla climática neoliberal
Fecha de publicación: 
26 Noviembre 2024
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Aunque no existiesen guerras, la Tierra se sigue desgajando por doquier, con frecuentes deshielos, crecimiento de los mares, climas extremos, o sea, todo un desbarajuste provocado principalmente en estos tiempos por naciones desarrolladas que, ansiosas por obtener máximas ganancias, sacrifican la vida humana en los países que explotan y en su propio suelo.

Se vuelve a repetir la historia en Azerbaiyán de que las naciones depredadoras, las más ricas, son reacias a que se llegue al billón de dólares anuales para hacer frente al cambio climático, y mientras sus líderes no asisten a la importante cita, sí despliegan hasta más lobistas que defienden los combustibles fósiles que los delegados oficiales asistentes al evento al respecto en la nación centro asiática.

Los países en desarrollo reclaman una ayuda total de 1,3 billones de dólares anuales para construir centrales solares, invertir en irrigación o proteger ciudades contra las inundaciones.

Por su parte, los países ricos reclaman saber cómo se asociará su dinero público al obtenido a través de otras fuentes de financiación, como fondos privados o nuevos impuestos mundiales, y tratan de que China y Arabia Saudita asuman mayor responsabilidad para desmarcarse de la suya.

En este contexto, tratan de eludir su responsabilidad acerca de cambios climáticos provocadores de graves daños, como en el continente africano, que obliga al desplazamiento de millones de personas, debido a las catastróficas pérdidas de hogares y el perjuicio a los medios de subsistencia.

Gran responsabilidad del mundo neoliberal que elude  financiar totalmente las medidas de adaptación de los gobiernos africanos para prevenir nuevos desplazamientos forzados, detener las violaciones de derechos humanos y ayudarlos a conseguir la eliminación gradual rápida y justa de la producción y el uso de combustibles fósiles.

Y en vez de ofrecer una consecuente ayuda, solo se ha comprometido a aportar menos de 700 millones de dólares de los 400 000 millones que los países de bajos ingresos necesitan para restañar pérdidas y daños de aquí al 2030. 

En fin, la población africana es la que menos ha contribuido al cambio climático; sin embargo, de Somalia a Senegal y de Chad a Madagascar, esta emergencia global que ha expulsado a millones de personas de sus hogares está causando terribles estragos, por lo cual es hora de que los países que han provocado toda esta devastación paguen para que los pueblos de África puedan adaptarse a esa catástrofe.

VIEJOS EMBUSTES

Rebuscando y acudiendo a viejos y falsos pretextos, los “magos” de las grandes corporaciones, con capital mayormente norteamericano, esgrimen nuevamente la afirmación de que se debe privatizar la naturaleza para lograr su preservación, y en este contexto aseguran, por ejemplo, que las tribus indígenas la destruyen porque “la usan gratuitamente”. 

De esta manera, apunta el portal colega Habana Radio, tales empresas tratan de justificar su masiva compra de tierras en diversas partes del mundo, especialmente en Brasil. Este maltrato a la naturaleza multiplica los factores que inciden en un problema medioambiental cada vez más grave, de tal manera que se convierte en el Talón de Aquiles que haría desaparecer la vida en nuestro planeta, sin que ocurriera una conflagración nuclear. 

Cuando Estados Unidos hizo caso omiso del Protocolo de Kioto y de otros intentos para sustituirlo y mejorarlo, no le preocupaba seguir siendo el principal responsable de casi el 25% del envenenamiento de la atmósfera, como tampoco le interesaba a la Europa industrial, que aumentó su emisión de gases, pese a la recesión y decirse interesada por el Protocolo. 

Mientras, sus medios de comunicación ocupaban todo tipo de espacio para culpar a los países subdesarrollados de que los bosques desaparezcan, los desiertos se extiendan, miles de millones de toneladas de tierra fértil vayan a parar cada año al mar y numerosas especies se extingan. 

Muchas veces hemos oído quejas de los magnates occidentales sobre la quema de bosques en Indonesia y la tala en la Amazonia, por citar dos casos muy nombrados, pero obvian y tratan de ocultar que la presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para poder sobrevivir a costa de la naturaleza. 

Por ello no es posible responsabilizar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto, que aún perdura, pese a una mayor concientización del peligro que conlleva.

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