La felicidad hecha hijos se vive a diario (+ Fotos)

La felicidad hecha hijos se vive a diario (+ Fotos)
Fecha de publicación: 
21 Junio 2020
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Con mi hijo Enzo Samuel.

La vida tiene matices. Momentos de responsabilidad suprema, otros en los que nuestro paso por ella se resume de manera simple, desenfadada. La llegada de un hijo supone un giro de 180 grados a procederes, pensamientos, preocupación…

Pero desde el instante en que conocemos la noticia, aún sin prepararnos para ese giro de 180 grados que necesariamente daremos, la felicidad vestida de descendencia se late a cada minuto.

Sentarme al ordenador a dejar correr las palabras para esta crónica, confieso que se me antojó difícil. No por el hecho de no haber tenido buenos ejemplos en mi familia de padres excepcionales.

Mi abuelo Aníbal, con toda su rectitud e intransigencia, su hablar parco y sus jaranas esporádicas, todo un estandarte en materia de cuidado y seguimiento de la ruta de sus hijos.

Mis tíos Anníbal, Emilio y Eugenio, este último aún sin tener hijos biológicos, como un padre para sus sobrinos y sus hermanos, sin el menor de los remilgos. Al punto de que todos en la familia le apodamos “El Salvaje”.

Y sí, de enorme puede catalogarse su gestión y liderazgo en materia de unión familiar.

También amo hasta la médula a mi padre, con todo y el distanciamiento que vivimos durante años y algunas lecciones que la vida se ha encargado de darle. Cuestionamientos y deslices aparte, es un buen padre, y un mejor abuelo.

Para suplir ese vacío siempre estuvo mi madre, vistiendo casaca de doble rol y quien merece como nadie una estrofa en este efímero recorrido dominical. Para ella, siempre habrá, aunque sea al oído, un felicidades, acompañado de un abrazo tierno de gratitud…

Así, inicio este viaje, agasajo para todos los padres del mundo, merecedores como yo, de la mejor condición que existe, y en especial a los que componen mi círculo de familiares y amigos, a todos sin distinción.

El peso incomparable de Enzo Samuel

 La noticia nos tomó por sorpresa, era joven aun nuestra relación y entre llantos de Madelaine, consultas obligadas a su padre Rafael y a mi mamá Ileana, decidimos dar el más grande y hermoso paso que nos colocó la vida, el de emprender el camino de la paternidad.

No faltó un día desde ese preciso instante en que no duplicara cuidados, pensara en nombres, escenas de estadio y deportes juntos, sus primeros pasos, el gateo, la sustitución del puré por arroz y frijoles con su carita angelical embarrada, papá como primera palabra salida con claridad de su lenguaje incipiente…

Así, con el vuelo del tiempo y nueve meses que se antojaron tanto efímeros como eternos, llegó un 22 de noviembre de 2016, a las 10:56 de la noche, Enzo Samuel.

Llanto fuerte y prolongado, como presagiando su carácter, rasgos achinados, 8.6 libras y 54 centímetros de talla, 34 de circunferencia craneal, y pueden preguntar con confianza cualquier otro detalle que se les ocurra.

Entonces comenzó la carrera perenne de darle amor, modelar su educación, inculcarle los conceptos que son inviolables aún desde la cuna, esculpir su futuro…

Cuestiones para nada sencillas, ni siquiera al volcarlas al papel.

Las noches de insomnio, el placer inmenso de tomarle una manecita, esa tibia de futuro hombre fuerte, y portadora de incontables flores para mamá, sus abuelitas, tías, amigas, novias…

Las primeras visitas al acuario, el zoológico, el Latinoamericano.

Lo desquiciante de acompañarlo durante una semana de fiebre e inapetencia producto de una Herpangina, o su primer ingreso, causado por una mordida de otra niña en el rostro en lugar de por una enfermedad.

Hoy, cuando hemos roto la barrera de 90 días a dúo en casa, reinventándonos ambos por el “arresto domiciliario” a causa del CORONAVIRUS, sopeso todo lo que encierra ser padre.

No solo desde el prisma de las actividades diseñadas para que el tedio y la rutina no logren imponerse a un pequeño de tres años y medio, desde la posición de padre responsable luchando a sangre y fuego por garantizar todo lo relacionado con la alimentación de su hijo y familia; de hijo nostálgico que no ha podido abrazar a su madre en tres meses.

También me pongo en la piel de muchos. Me pregunto constantemente cómo será el camino en lo adelante, y si en este primer asalto lo he hecho bien. Me descubro disfrutando cualquier creación u ocurrencia suya, acompañando su desarrollo cognitivo, psicomotor, del lenguaje.

Disfruto su desenvolvimiento natural entre las nuevas tecnologías, como si hubiese venido al mundo con un Tablet u ordenador entre sus manecillas…

Celebro cuando devora su plato de comida y como premio, lo mido casi a diario en una tabla zoológico que hemos colocado en la pared del pasillo.

“Ya casi llego a la libélula papi. Estoy listo para ir a la escuela. Ese fue un tren más increíble. Te amo con todas las fuerzas, más que mi corazón y a mi vida…” Esas son algunas de sus frases, de las que me desalman, que me desnudan y exponen vulnerable a sus encantos.

Frases que estoy dispuesto a preservar con eco ensordecedor cerca de mí por el resto de mis días, incluso más allá, en los confines de lo eterno, cuando siga cuidando de sus pasos.

Génesis

En Estados Unidos la primera celebración moderna del Día del Padre se debe a la idea de la Sra. Sonora Smart Dodd, quien asistía a una misa con motivo del día de la madre que apenas tenía dos años celebrándose.

Entonces, se le ocurrió hacer otra misa para homenajear a su padre, un veterano de la guerra civil que había enviudado quedando a cargo de cinco niños y criándolos de manera ejemplar. Originalmente la idea era que la misa se celebrara el 5 de junio, día del cumpleaños de Mr. Smart, pero por la premura en los preparativos se decidió correr la fecha para dentro de dos semanas.

Es así como el primer día del padre tuvo lugar en Washington el 19 de junio de 1910.

La voz se había corrido y la gente se unió a las celebraciones. Se desarrollaron misas como homenaje a los progenitores en otras ciudades de Estados Unidos.

Oficialmente se celebra en todos los Estados Unidos desde 1924, cuando el presidente Calvin Coolidge, lo declaró como celebración nacional. En 1966 el presidente Lyndon B. Johnson firmó una proclamación que declaraba el tercer domingo de junio como fecha para la celebración del día del padre.

Adentrándonos en Cuba,  el día de los padres vio su germinar el 19 de junio de 1938 por iniciativa de la escritora y artista Dulce María Borrero, quien abogó por la generalización en la Isla del homenaje a los padres.

Por eso, más allá del tercer domingo de junio, o cualquier fecha escogida para celebrar el día de los padres, esa felicidad hecha hijos, vista desde su sonrisa, créame que hay que vivirla a diario.

La llegada de mi pequeño Enzo Samuel, la felicidad más plena que he vivido.
No hay nada como caminar de su mano y escucharlo hablar.
Sobre mis hombros Enzo Samuel siempre estará seguro y más cerca del cielo.
Pelarnos juntos, actividad de hombres y de disfrute pleno.
En su tercer cumpleaños, nuestra sonrisa plena de padres felices.

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