Celebremos la vida

Celebremos la vida
Fecha de publicación: 
31 Diciembre 2023
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Fotografía tomada de https://www.glamour.mx

Cuando termina un año y empieza otro solemos hacer resúmenes. El balance anual es una especie de ritual que, aunque no conscientes, nos creamos para saber qué cumplimos, qué queda pendiente de esa lista enorme que nos planteamos para vivir y a la que no dejamos de sumarle puntos, afortunadamente.

Hacer proyectos está bien, nos organiza. Y es verdad que los propósitos nos ayudan a caminar, pero no me parece sano que en ellos se nos vaya la energía. Considero que muchas veces nos exigimos demasiado y que no deberíamos ser tan estrictos.

No digo que no lo hagamos, sino que prestemos más atención al objetivo completado, porque en ocasiones nos enfocamos en lo que no queda más remedio que postergar, en lo no cumplido de lo que pretendíamos, y es cierto que la frustración cuesta un poco digerir, sin embargo, será más sano orientarse en los logros, y es un ejercicio que podemos hacer poco a poco.

Claro, no me refiero a que pensar en los fiascos sea del todo desacertado, porque, en cierta medida, nos ayuda a tantear metas, a reformularnos nuevas tareas que darán sentido a nuestra vida. Pero nuestro paso por este mundo es tan corto y tenemos tanto que agradecer, que me parece cruel con nosotros mismos que no miremos más hacia lo positivo, lo conseguido.

Luego de varios episodios tristes este año, algunos definitivos como la muerte, o la soledad, no me caben dudas: la vida es tan efímera, que es un regalo estar en este mundo. Es cierto que enfrentamos dificultades de todo tipo, familiares, de salud, económicas, y tantas más, pero la única verdad es que estamos vivos para siempre volver a empezar, resiliencia mediante.

En esto del resumen anual y la decepción por los fracasos, los psicólogos expertos sugieren que ayudaría trazarnos solo una idea general porque los planes son siempre perfectibles, y se les puede agregar y eliminar elementos cuantas veces se nos antoje. Lo mejor es diseñar objetivos a corto plazo y no demasiado complejos o imposibles de cumplir, sino aterrizados, con los pies en la tierra.

De nada vale querer ir a la luna si ni siquiera sabemos cómo hacerlo. En ese caso hipotético y exagerado conviene saber cómo se llega a nuestro único satélite natural; en primer lugar, hay que estudiar una carrera de ciencias, alguna ingeniería, u otras, y ser más que excelente; luego se aplicaría, no sé cómo, a la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, más conocida como NASA, por ejemplo; y una vez allí, requerirá demostrar competencias, continuar con los estudios, y, después de mucho esfuerzo, quizás, se organice una misión donde se pueda involucrar.

Es decir, para llegar a una meta hay que dar pasos. Ningún sueño se cumple desde la nada, no cae del cielo, por eso debemos trabajar para hacer realidad nuestras ilusiones, las que de verdad se pueden cumplir. También a veces nos sucede que el empeño no es suficiente, que creemos esforzarnos y resulta en vano; pues entonces recomiendo cambiar de plan o estrategia, averiguar qué estará fallando, pero nunca dejarse vencer, sino mirar hacia el futuro con optimismo y determinación, porque vivir es una oportunidad de crecimiento.

Celebremos la vida tal y como es ahora, con lo que tenemos; quizás mañana estaremos mejor. Seamos ambiciosos y tratemos siempre de superarnos, pero sin obsesión, basados en nuestros propios esfuerzos, en lo que queramos lograr, según nuestras capacidades. De eso se trata.

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