Así comenzó la hermosa historia del olimpismo

Así comenzó la hermosa historia del olimpismo
Fecha de publicación: 
8 Abril 2024
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"La imaginación ofrece a la razón, en sus horas de duda, las soluciones que en vano sin su ayuda busca. Es la hembra de la inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo", escribió José Martí. Querido lector, monte sobre el corcel de la imaginación, y podrá presenciar en el estadio Panatenaico de Atenas cómo comienza a vivir en la tarde del seis de abril de 1896 (25 de marzo de acuerdo al calendario juliano usado entonces por Grecia), el gran sueño del humanista francés Pierre de Coubertin: los Juegos Olímpicos.

Coubertin ha luchado duro por ese renacer en lo teórico y en el obrar: para convencer no bastan las más bellas palabras cabalgando desde el pensamiento. Aquí está encabezando un grupo de soñadores como él, nerviosos en el goce del intento de mejorar a la humanidad a partir de las lides del músculo y la recreación, más allá del entretenimiento a secas, usándolo para fortalecer la educación, sin que se den cuenta la mayoría de los beneficiados. Tranquilo. No se apure. Escoge asiento. Pronto la acción tomará el testigo de manos de las frases. Eso sí, voy a meter la cuchareta: sin ellas abrazadas al análisis, nos quedaríamos corto. Sin embutir o nos hartamos.

Observe. Es la final del triple salto. Los más cercanos a la gloria son el galo Alexandre Truffére y uno de la sede, Ioannis Persakis, con 12.70 y 12. 52. El húngaro Alajos Szskolyi está fuera del combate por el oro: 12.30. El estadounidense Connolly va a saltar. Vuela. Cae. A medir. Al lograr 13.71 metros, James Brendan Conolly, aunque he oído que algunos le dicen Johny, se convierte en ¡el primer campeón de los Juegos Olímpicos Modernos! Advierto, no se limitó a esa hazaña: plata en el alto y bronce en el de longitud: 1.72 y 6.11.

Algo de escándalo por aquel lado de las gradas. Para luego es tarde: hacía allí. ¿A qué se debe tanta risa? Esperan que tire por segunda vez un discóbolo. Vuelve a intentarlo. ¡Mi madre, ¡qué raros movimientos! El disco se eleva poco... El desplome del implemento es demasiado pronto. Un poco más y le parte una uña de un pie al lanzador. Las carcajadas vuelven a despedirlo... Bueno, tendrán tiempo de reírse de nuevo en el tercer envío de este joven. Se llama Robert Garret, es de Estados Unidos y se ha apuntado en diversas especialidades. Es un cómico, ¿o qué?

Aprovechemos para llegarnos a la pista. No nos podemos perder la carrera de los cien metros planos. No nos va a pasar: hoy se realizaron las eliminatorias y en la tarde de mañana se tirará la final. Bien, allá estaremos. De los 21 aspirantes seis han sido los que actuarán en la lid decisiva al vencer la barrera eliminatoria: Burke, Lane y Curtis, de la tropa del norte, el germano Hoffman, el magyar al que dejaron fuera del podio en el salto a lo canguro y el heleno Chalkondylis. Regresemos al sitio de las risotadas. “El cómico” lanzará de nuevo. Los espectadores se afilan los dientes... El muchacho de nuevo se aferra a sus raros movimientos.  Algo así como una semivuelta. El envío. ¡Mi madre, ha ganado en alas...! Logró 29. 15 metros y los del patio Panagiotis Paraskevopoulos y Sotirios Versis se atragantan con la plata y el bronce con 28.95 y 27.78. Ves, quien ríe último, ríe mejor. Por cierto, aclaro, mencioné los metales por costumbre. Empezarán a premiar con medallas en el Tercer Clásico, el de San Luis 1904. Antes, los ganadores obtenían diversos regalos: adornos, paraguas, libros, cachimbas... Robert repetirá la alegría con la bala.

Sin ser una selección organizada y construida plenamente por el Comité Olímpico de su nación, la representación estadounidense, en la jornada de apertura, se impuso en todas las pruebas del deporte rey, con excepción de los 800 metros planos, y al final solo perdieron esa distancia y los 1 500, en poder del australiano Edwin Flack, quien devino el inicial as de su patria en la gran fiesta. Tampoco conquistarán la batalla del maratón. Esa la presenciaremos. El potente conjunto lo integran cuatro estudiantes de la Universidad de Princeton y ocho bostonianos. Muestran excelente preparación y su técnica es superior en general. No es casualidad. Estados Unidos de Norteamérica es uno de los países más desarrollados del orbe, crecido sobre la base esencial del subdesarrollo de tantos. Léase hambre, tristeza, dolor... El yanqui es un imperialismo nuevo que, como Alemania, llega al escenario cuando hay un montón de actores europeos cansados. Ambos desean una más rica tajada del mundo. Tienen masividad y avance científico técnico en la cultura física superiores. Esas zancadas no se limitan a la esfera del músculo. ¡Cuánto daño van hacer a la humanidad!  

Pero vivamos la tarde del 7 de abril de 1896. Hacia el estadio. Dentro de unos poco minutos conoceremos al más rápido del certamen. Calientan, Ya están en la línea de arrancada parados. Recuerda, todavía no hay bloque de partida, ni se agachan todos. ¡Salieron! El tornado Tom Burke. Que se cuide del alemán Fritz Hoffman. Sozkoliyi aprieta el acelerador. Ah, afloja... El de USA y el teutón llegan pegaditos. El húngaro aseguró el tercer puesto. El uno y el dos hicieron igual tiempo: 12 segundos. ¡Por una nariz, Burke es el hombre más veloz de los I Juegos! Además atrapó la dicha en los 400. Los 200 no se convocaron. En próximo texto seguiremos por el debut de la gran fiesta deportiva con el agregado de cifras, hechos, personajes, los países participantes, el medallero, el hombre más fuerte, el más destacado y pronto seremos testigos del primer maratón olímpico. No te desesperes.

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