Agonía continuada, preocupante futuro y… Holanda tercera

Agonía continuada, preocupante futuro y… Holanda tercera
Fecha de publicación: 
12 Julio 2014
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Se ensanchó el océano de lamentaciones. No importa si Neymar estaba en el banquillo intentando alentar a sus coequiperos. Este sábado Brasil labró otra página gris en su historia otro mazazo del que tardarán mucho tiempo en reponerse. Eso, pese a la torcida fiel, más de 60 mil espectadores que colmaron el estadio Mane Garrincha de Brasilia con todo y sus almas dolidas, las heridas del fatídico 1-7 semifinalista ante Alemania aún sin sanar y otro obituario al final de los 90 minutos del encuentro.

 

Se apoderaron los holandeses del tercer lugar en ese choque que muchos catalogan como el que nadie quiere disputar. Sin embargo ambos onces comenzaron con presión en el medio campo, revoluciones de más y la apuesta por un veredicto a su favor.

 

Bastaron 85 segundos para que el árbitro argelino Djamel Haimoudi saliera mal parado, una tónica que lo acompañó durante todo el partido. De nuevo un imparcial cayó en la trampa del ariete de La Oranje, Arjen Robben, quien con su ¿principal? recurso, la velocidad endemoniada, le ganó las espaldas al capitán de la verdeamarela Thiago Silva. Y con toda intención acuñé principal entre signos de interrogación. Porque, después de sus fenomenales clavados me queda la duda si en definitiva el fútbol y no el Cliff Diving debió ser su destino.

 

Esta vez, si bien hubo un contacto leve de Silva, (mereció la roja por ser último hombre en lugar del penal decretado) Robben se las ingenió para caer dentro del área, pese a producirse la jugada a unos tres metros del borde derecho de la misma. En fin, la segunda penalidad más rápida en la historia de los mundiales. Robben de nuevo en rol de Gene Hackman, y Van Persie anidando la Brazuca en el ángulo 90, justo donde ni Julio César, ni ningún otro guardameta, tienen nada que hacer. Menuda “virtud” del delantero holandés a quien únicamente con enchufar su sexta le basta para burlar defensas rivales, en lugar de ingeniarse sus acrobáticas y actorales zambullidas.

 

Corría el minuto tres y ya se veía venir la segunda parte del desmoronamiento de los pentacampeones. Una no menos dolorosa. Y cayó la segunda estocada: una internada hasta el fondo del corredor, pasivos los centrales auriverdes.

 

Centro despejado ingenuamente por David Luiz hacia el manchón penal y shutado a placer por Blind sin la más mínima custodia ni oposición rival. Continuaba el derrumbe y con la desventaja de dos goles concluyó el primer tiempo. Pero la actitud del penta era la del velorio. Y mucho más la de su mentor Luis Felipe Scolari, quien con ese pragmatismo que lo caracteriza hasta el “tuétano” no fue capaz de quemar las naves y realizar modificaciones de corte ofensivo: mantuvo a un William turbio en cancha, casi nulo, y la entrada de Hernanes y Fernandinho no le dieron ningún oxígeno al medio campo, más bien su función vino a ser la misma, meter las piernas, y acrecentar el fuego cruzado en la disputa del medio campo.

 

Duele decirlo pero es real. Este Brasil es lo más desprendido que se haya visto jamás de su genoma futbolístico, del jogo bonito. Y como tal merecieron un castigo endemoniado. Uno que va desde perder en calidad de anfitrión dos partidos oficiales consecutivos  por primera vez en 100 años de historia, hasta el hecho de ser la sede con más goles en contra en toda la historia de copas del Mundo (14), superando los 11 de Suiza en 1954.

 

El tiro de gracia, en otro desborde calcado, en otro acompasado reaccionar de la zaga brasileira, en otro fogonazo en solitario, llegó por intermedio de Wijnaldum.

 

Bastó eso para esta Holanda, estricta en su juego, pero igualmente distante del fútbol que siempre han promovido, de esa herencia de la Naranja Mecánica. Al menos tuvieron, en el plano de resultados, su redención. Mientras este Brasil, no deja de sangrar y lloverán desde ahora las elucubraciones para intentar cambiar una imagen de una selección que, balompédicamente, apenas mereció pasar de octavos.

 

La agonía se prolonga, el Scratch zozobra en casa, sin saberse siquiera por cuanto más se prolongará el peor momento de su historia futbolística. Por el bien de esa misma historia, sería prudente darle un paseo a Felipao y cualquier otro que haya renunciado a su paradigma, a una excursión por Marte o el asteroide B-612. Ese, apenas sería el comienzo en la búsqueda de borrar un escándalo que pasó por el desnudo en sistemas y planteamientos de juego, hasta los contundentes rubros adversos, algunos de ellos esbozados acá.

 

Con todo y el escándalo, la pasión no se traiciona, la afición no renuncia a los suyos, y estoy convencido que continuarán surgiendo en Brasil tantos talentos como ¿peloteros en Cuba? A esa nueva hornada y lo que pueda llevarme de esta generación en mi Arca de Noé… Bienvenidos.

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