Julio Antonio Mella: una de las figuras más influyentes de su época
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Julio Antonio Mella fue un joven que se aferró al curso de la historia para intentar cambiarla. Nació el 25 de marzo de 1903 y, según sus biografías, fue inscrito en el registro civil como Nicanor McPartland.
Su ideología resumía lo más avanzado del pensamiento político de la época en que vivió, pues, al decir de la ilustre historiadora Francisca López Civeira, fue profundamente martiano, un convencido antimperialista y asumió el marxismo y el leninismo desde una visión creativa. Uno de sus contemporáneos, Juan Marinello, escribiría:
“Quien vio de cerca a Mella conoció una de las personalidades más sugestivas y atrayentes que hayan alentado en nuestra tierra. La estampa física convenía a maravilla con su naturaleza y su misión. Muy alto, atlético, de cabeza hermosa, fuerte y erguida, de ademanes enérgicos y serenos a un tiempo, su presencia respondía en medida exacta a su tarea de comunicación inmediata y múltiple”.
Como ha escrito López Civeira, Mella representa “uno de los símbolos más reconocidos del pueblo cubano, a pesar de su muy corta vida”. A él correspondieron, entre otros méritos históricos, ser el fundador de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en 1922; de la Universidad Popular José Martí en 1923 —que funcionó en la misma área de la Universidad de La Habana, para la superación docente y política de sectores populares—; y del primer Partido Comunista de Cuba en 1925, junto al también martiano Carlos Baliño.
Casi inmediatamente a su ingreso en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, se involucró, en noviembre de 1921, en las protestas contra el otorgamiento del título Honoris Causa a Herbert Crowder, embajador estadounidense en la Isla, o lo que era lo mismo: la personificación del intervencionismo norteamericano.
Aunque cursaba la carrera de Derecho, también ejerció el periodismo. De hecho, fundó la revista Alma Mater, que se mantiene hoy como órgano de la FEU, y colaboró con diversos medios de prensa en Cuba y el extranjero.
Pero la reputación de Mella no se debió solo a ser un agitador en la Universidad o a haberse declarado en huelga de hambre durante un injusto encarcelamiento en diciembre de 1925. Él fue también el joven del deporte, los amigos y el amor.
Su febril actividad revolucionaria no se limitó a la tierra cubana. Una vez en el exilio continuó afanado en la lucha por las causas más justas. De acuerdo con el libro Historia de Cuba. La neocolonia. Organización y crisis:
“Contaba Mella con 23 años de edad, cuando ingresó en las filas del Partido Comunista Mexicano (PCM), de cuyo Comité Central formó parte. En el país azteca desarrolló una amplia labor en el seno de la clase obrera y de otras clases y sectores de esa sociedad. Con su actividad organizativa, contribuyó a la fundación de la Liga Nacional Campesina de México, así como a la campaña de unificación del movimiento obrero (…)”.
En esa nación la muerte lo alcanzó el 10 de enero de 1929, a unos escasos 25 años. Su asesinato, atribuido a los tentáculos de la dictadura de Gerardo Machado, continúa acaparando la atención de investigadores. Lo cierto es que el fatídico día se apagó la vida de una de las figuras más influyentes de su época.
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