Katharsis Morphé, la más reciente propuesta coreográfica de George Céspedes, se erige como una profunda indagación sobre las constantes que configuran la identidad nacional cubana. La obra parte de temas esenciales de la historia y los proyecta en una dimensión ética y estética que interpela tanto al espectador como al intérprete. Céspedes no ofrece respuestas cerradas, sino que abre un campo de reflexión sobre lo que significa ser cubano hoy, desde una perspectiva que es al mismo tiempo personal, colectiva y universal.
Con música de reconocidos cantautores cubanos contemporáneos, el coreógrafo elabora un entramado sonoro y emocional que potencia el impacto de su lenguaje corporal. Las canciones, seleccionadas cuidadosamente, no sólo aportan textura y contexto, sino que refuerzan el vínculo con la realidad nacional, aludiendo a momentos, circunstancias y dilemas muy concretos. Esta banda sonora dialoga con el movimiento, complementando una propuesta que rehúye del panfleto y del discurso explícito, pero no por ello deja de ser intensamente política.
Uno de los pilares conceptuales de Katharsis Morphé es precisamente la catarsis: esa capacidad de la danza para liberar, expresar y transformar emociones. Céspedes afirma que la danza es una de las formas más socorridas para lograrlo, tanto en la cotidianidad de los bailes populares como en la práctica profesional de los bailarines. En su obra, este acto catártico es llevado al extremo, como una forma de decir lo inefable, de canalizar aquello que no siempre puede traducirse en palabras. El cuerpo se convierte así en un vehículo de verdad.
A George Céspedes siempre le ha interesado la identidad como problema filosófico y existencial. En esta pieza, su interés se desplaza entre dos polos: lo que nos distingue como individuos y lo que nos une como colectivo. Explora la tensión entre “ser y pertenecer”, entre afirmarse y disolverse en el grupo, revelando así los conflictos que surgen de esa dicotomía. Esta preocupación se traduce en una escritura coreográfica que subraya tanto lo individual como lo grupal, que permite que cada cuerpo sea único, pero también parte de una composición más amplia.
En este sentido, Katharsis Morphé puede leerse como una metáfora de la lucha por la existencia en un contexto complejo, donde lo personal y lo político se entrelazan inevitablemente. La pieza no impone una sola lectura, pero sí convoca a múltiples interpretaciones que dependerán del bagaje y la sensibilidad de cada espectador. Lo que sí queda claro es que estamos ante una obra que busca incomodar, movilizar, emocionar, y sobre todo, hacer pensar desde el cuerpo.
En definitiva, Katharsis Morphé es una obra madura, contundente y necesaria. Con un elenco que entrega su máxima capacidad interpretativa y una puesta en escena cargada de intención y contenido, George Céspedes confirma su lugar como uno de los coreógrafos más inquietos y lúcidos de la escena cubana contemporánea. Su danza es política, emocional y vital; es una catarsis en toda regla.