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¿Puede Superman ser neutral en tiempos de guerra?

La historia es así: los estrenos cinematográficos establecen sus campañas de marketing a través de las polémicas sobre la coyuntura política bélica. Así lo demuestra la taquilla: filme que no establezca un punto de conflictividad entre su público no sobrevive en la gran pantalla. De esta premisa partimos para entender qué sucede hoy con el “Superman” de James Gunn. Los que no podemos ser neutrales, somos nosotros...

Comencemos con los datos:

    Recaudó US$ 122 millones en su primer fin de semana, según datos de Comscore. Y hasta hace dos días acumulaba US$ 235 millones en Estados Unidos y US$ 406,8 millones a nivel mundial.
    El presupuesto de la película ascendió a 225 millones de dólares, según el Wall Street Journal, por lo que su arranque es un éxito para Warner Bros. Discovery Inc. y DC Studios.

Alguien podrá objetar: “Pero estos números corresponden al momento en que aún no radicaba la polémica política”, pero en realidad, los elementos que conllevan la existencia de una polémica son precisamente aquellos que logran mayor número de público en las salas.

Con ello nos referimos a los elementos simbólicos que trasladan al espectador a una realidad conocida, vigente y dolorosa, y que, aunque no lleven “los mismos nombres”, reafirman los discursos que luego conforman el imaginario político cotidiano.

Las polémicas vinculadas a la coyuntura política se han convertido, en muchos casos, en una herramienta de visibilidad para los estrenos cinematográficos. Por ello, nos preguntamos: ¿pueden jugar en contra o a favor de la recepción crítica o el recorrido internacional de una película?

Un ejemplo reciente es el caso de Sound of Freedom (EE.UU., 2023), un filme que generó intenso debate por su vínculo con discursos de extrema derecha y teorías conspirativas.

Pese a las críticas y a la controversia, la película fue un éxito en salas estadounidenses, recaudando más de 180 millones de dólares. En contrapartida, su carga ideológica le cerró puertas en festivales internacionales y en territorios donde su discurso fue considerado problemático.

Argentina 1985 (Santiago Mitre, 2022), verbigracia, recibió elogios y apoyo institucional, pero también fue blanco de críticas en redes sociales por su interpretación del juicio a las juntas militares.

No obstante, logró una destacada performance de taquilla local y fue nominada al Oscar, demostrando que el impacto político puede reforzar el interés del público cuando se articula con un relato sólido y oportuno.

Pero volvamos al superhombre, ¿qué propone la historia?

Entre las innovaciones más notables de esta versión de Superman, James Gunn apuesta por ampliar el universo de DC en la pantalla con la incorporación de personajes como Angela Spica, conocida como The Engineer (interpretada por María Gabriela de Faría), y Metamorpho (Anthony Carrigan).

Así se rompe con uno de los elementos tradicionales de la historia: el secreto de la identidad de Clark Kent frente a Lois Lane, presentando a la pareja ya consolidada desde el inicio de la trama.

El guion, con el característico toque de Gunn, combina acción trepidante con humor y calidez emocional, manteniendo un equilibrio que recuerda su estilo en Guardianes de la galaxia y The Suicide Squad.

Si bien la película rinde homenaje a la icónica versión de 1978 dirigida por Richard Donner, evita la excesiva solemnidad de entregas previas como Superman Returns (2006) o Man of Steel (2013).

En cuanto al elenco, David Corenswet asume el rol de Superman con una interpretación que mezcla carisma, vulnerabilidad y una introspección fresca, mientras que Rachel Brosnahan encarna a una Lois Lane perspicaz y moderna, elogiada como una de las versiones más atractivas del personaje desde Margot Kidder.

Por su parte, Nicholas Hoult reinventa a Lex Luthor con una profundidad inédita, construyendo un villano más humano y complejo, impulsado tanto por la envidia como por una cuestionable preocupación por el destino de la humanidad.

La polémica que alimenta el éxito

Críticos como G. Allen Johnson (San Francisco Chronicle) y Siddhant Adlakha (Mashable) consideran que existen “paralelismos inevitables” con el conflicto entre Israel y Hamás, y advierten que la cantidad de escenas refleja de forma escalofriante una realidad actual.

La fuerte controversia en redes sociales y medios internacionales llega desde la simbología geopolítica que muchos creen entrever en su propuesta. Las críticas más tajantes apuntan a la presencia destacada de Israel en la trama, en un contexto internacional donde el conflicto con Palestina ha generado un amplio repudio a las acciones del gobierno israelí.

Cientos de usuarios han cuestionado lo que perciben como una "apología sionista" dentro de una historia que evoca la figura del salvador del mundo. La inclusión de referencias a Israel y la representación de Superman como un héroe global que interviene en zonas de conflicto han generado múltiples lecturas.

Algunas voces acusan a la película de intentar blanquear la imagen internacional del Estado israelí a través de una narrativa hollywoodense de redención y fuerza.

Analistas culturales como el periodista británico Jonathan Cook consideran que “usar una figura como Superman, un ícono cultural profundamente arraigado en la mitología estadounidense, para justificar o legitimar políticas de ocupación, aunque sea de forma simbólica, resulta extremadamente problemático en este momento histórico”.

En tanto, desde sectores pro-israelíes, se ha defendido la representación como parte de una narrativa universal donde el bien vence al mal, sin pretensiones políticas explícitas.

El debate también se ha centrado en la figura mesiánica del superhéroe. Como señala la investigadora argentina Cecilia Sosa, “Superman no es solo un personaje de cómic, sino una metáfora del salvador blanco y occidental, moldeado por décadas de supremacismo narrativo. Situarlo en Medio Oriente en tiempos de genocidio simbólico es, al menos, una provocación”.

Las críticas no se limitan al plano ideológico. Cineastas independientes han cuestionado la instrumentalización del cine comercial para establecer discursos geopolíticos encubiertos.

Desde Palestina, activistas culturales han llamado al boicot del filme y han denunciado el silenciamiento de las voces árabes en el guion y la producción.

La campaña #BoycottSuperman2025 ha ganado fuerza, especialmente en plataformas como X y TikTok, donde jóvenes denuncian la falta de sensibilidad del estudio al lanzar la cinta en medio de una de las peores crisis humanitarias del siglo XXI.

¿Qué dice el director?

Para James Gunn, Superman no solo es una historia política, sino una reflexión profunda sobre la moralidad y la condición humana.

En declaraciones a PEOPLE, el director dejó claro que lo que más le interesa es rescatar el valor de la bondad básica del ser humano, algo que, según él, “hemos perdido”. Ante las críticas que consideran ofensiva su visión optimista del personaje, Gunn fue tajante: “Que se fastidien”.

Gunn, de 58 años, también explicó que el conflicto central del filme se enmarca en un dilema moral: ¿es posible mantener principios absolutos como el de “nunca matar, pase lo que pase” (como cree Superman) o debe primar una visión más pragmática del bien, como la que sostiene Lois Lane?

Para el director, estas tensiones reflejan cómo las diferencias de creencias pueden separar a las personas.

Además, Gunn definió a Superman como “la historia de América”, al tratarse de un inmigrante que llega desde otro lugar y termina dando forma al país. En ese sentido, la película tiene, para él, un trasfondo político ineludible, pero que también habla de valores universales como la empatía y la esperanza.

La pregunta es, ¿qué América? ¿ la que expulsa a migrantes, la que impone aranceles, la de Trump?
Lo simbólico trasciende siempre

Según un estudio del Journal of Political Marketing (2021), los espectadores tienden a elegir películas que confirmen sus propios valores ideológicos, pero también se sienten atraídos por el debate.

La controversia, en ese sentido, puede ser un arma de doble filo: genera visibilidad, pero también segmenta al público. “El cine que se posiciona políticamente puede movilizar a nuevos espectadores, pero también puede ser objeto de boicots organizados o campañas de desprestigio”, advierte la investigadora estadounidense Jennifer Petersen, especialista en cine y percepción pública.

Para expertos como el sociólogo francés Éric Maigret, el cine siempre ha sido un espacio de confrontación simbólica: “Una película no existe en el vacío. Se inscribe en un contexto.

Las polémicas no la manchan, la definen”. Sin embargo, cuando las estrategias de marketing buscan intencionalmente generar fricción ideológica, el riesgo de banalizar el discurso o de polarizar el debate puede neutralizar el impacto artístico.

¿Puede un superhéroe seguir siendo neutral en un mundo profundamente dividido? La nueva película de Superman parece demostrar que ya no. En un contexto donde la geopolítica permea hasta la ficción más fantástica, incluso los símbolos más poderosos pueden ser leídos con lupa. Y esa lectura, muchas veces, divide más de lo que une.